La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)
Mantener
las cuentas claras no es signo de desconfianza
Los dominicanos “pobres”, porque los ricos no son asÃ, tenemos la mala
costumbre de utilizar mucho el “redondeo” para los asuntos relacionados con el
dinero, más si se habla de montos pequeños, e ignorando que, en manejos
frecuentes, las bajas cantidades se convierten en altas.
El punto es que se dan casos de emprendimientos conjuntos entre amigos
que se asocian para un negocio en el barrio que en principio comienza a
resultar bueno, pero en la medida en que crece tiende a provocar desarreglos o
excesos de una de las partes que terminan afectando la iniciativa comercial.
“En la confianza está el peligro” es una frase popular de alta profundidad.
Sin embargo, tener y mantener las cuentas claras no es signo de desconfianza en
una relación de negocios, sino más bien de claridad en el buen desempeño de lo
que se hace.
No es un asunto de que una de las partes ponga un dinero de más y le
diga a su socio que lo deje asà o que “luego nos arreglamos”. Lo ideal es que
siempre se establezcan con claridad los montos o aportes en proporciones
iguales a la participación accionaria de la sociedad, a los fines de evitar
inconvenientes o confusiones no deseadas.
Lo positivo de las cuentas claras es que, al momento de presentarse
alguna diferencia personal o de cualquier otro tipo, el elemento societario no
se ve afectado, porque todo está debida y equilibradamente definido.
Puedo plantear mi caso en particular. Tengo una sociedad con un buen
amigo, a quien aprecio más de lo él se imagina y estoy seguro de que de su
parte existe esa misma reciprocidad. Somos dos, por lo que nuestra microempresa
es compartida en partes iguales: 50-50.
El punto es que cuando hacemos alguna inversión, siempre aportamos lo
mismo, ni un centavo más ni un centavo menos de su parte o de la mÃa. Lo mismo
ocurre cuando nos dividimos las ganancias y cuando tenemos que hacer cualquier
otra operación relacionada con la empresa.
Aunque somos amigos desde hace más de 20 años y nos tenemos una
confianza prácticamente ilimitada, nunca, pero nunca, hemos aplicado esa
confianza para dejar en pendientes o desbalance alguna operación relacionada
con nuestra sociedad empresarial. Esa parte es sagrada y ahà no existe más que
la claridad, especificación, cálculo oportuno y distribución o gasto equitativo
y apegado estrictamente a nuestras proporcionalidades accionarias.
Siempre he mantenido la seguridad de que el fortalecimiento cada vez
mayor de nuestra amistad y relaciones mutuas entre nuestras familias, se debe a
que nunca hemos mezclado la parte del negocio con los asuntos personales o
emocionales y siempre la hemos mantenido basada en los cálculos, la
contabilidad rigurosa y la distribución equitativa.
Son más frecuentes de lo que uno se imagina las rupturas de buenas
relaciones de amistad por los desarreglos en las relaciones societarias de
negocios. Está bien asociarse con un amigo, pero siempre tomando en cuenta que
esa amistad no guarda relación con la rigurosidad de una sociedad empresarial,
aun sea entre amigos.
Incluso, hay relaciones societarias entre particulares que, en términos
personales, son enemigos o no se llevan bien; sin embargo, sus negocios se
mantienen en constante progreso, porque no permiten que las diferencias
personales interfieran en los procesos empresariales adecuados para el bien del
negocio.
Lo mismo debe ocurrir a la inversa, es decir, cuando los socios de la
empresa, en lugar de tener diferencias personales, son Ãntimos amigos o hasta
familiares.
Y precisamente en esta última parte se dan los problemas con más
frecuencia: en los negocios familiares. Pasa asÃ, porque en ocasiones uno de
los miembros aporta o trabaja más, pero no se detienen a observar con claridad
la participación accionaria que le corresponde a cada quien.
Cuando las cuentas están claras, las relaciones empresariales son
exitosas, pero, además, se garantiza la armonÃa en las relaciones amistosas o
familiares. Eso es tomando en cuenta que el hecho de que las cuentas estén
debidamente definidas, no implica un acto de desconfianza, sino de claridad en
los procesos que no guardan relación con la amistad, sino con el buen
funcionamiento de los negocios.
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