Reflexión | Miguel Ángel Munárriz/FA
Vencer la Tentación
Mt
4, 1-11
«Jesús
fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo».
Cuando
se escribe el cuarto evangelio ya hace tiempo que están en circulación los
sinópticos que recogen los hechos y dichos de Jesús, y quizá por ello, está
concebido como un amplio tratado teológico donde no se hace ningún esfuerzo por
resaltar la humanidad de Jesús, sino todo lo contrario. En cambio, lo
sinópticos nos presentan un hombre verdadero que se cansa, se enfada, se
angustia… y que está sometido a tentación como cualquiera de nosotros.
El
texto de hoy es un relato de alto contenido simbólico en el que se muestra a
Jesús ayunando en el desierto tras su visita al Bautista; probablemente para
poner a prueba su vocación antes de abrazarla definitivamente. Y la primera
conclusión podría ser que la vocación de Jesús no fue algo tan fulgurante,
patente y arrollador que no dejaba lugar a dudas, sino algo mucho más humano
que le obligó a un proceso de oración y penitencia para ponerla a prueba y
superar las dudas que le asaltaban.
Mateo
nos presenta en un solo relato las tentaciones más profundas de Jesús, las que
sin duda sufrió su espíritu durante toda su vida; como todo ser humano. Y
tratando de interpretar los símbolos que nos ofrece el evangelio, cabría pensar
que se sintió tentado a volver a la tranquilidad de Nazaret (las piedras
convertidas en panes), o pedirle a Dios una señal antes de comprometerse con la
misión (el pináculo del templo), o afrontar la misión desde la tradición de
Israel, es decir, dejándose encumbrar a la posición de mesías davídico a la que
el pueblo le empujaba, e instaurar el reino de Dios desde el poder (los reinos
de la tierra) …
Pero
todas estas conjeturas no tienen más valor que satisfacer nuestra curiosidad,
pues lo realmente importante es que Jesús fue tentado como cualquiera de
nosotros, y que venció la tentación. Como decía Ruiz de Galarreta: «En Jesús
vemos la situación humana completa: el ser humano acosado por debilidades y
oscuridades… y lleno de la fuerza de Dios que le hace superar todo eso para
cumplir el plan de Dios».
Y
esto nos pone frente a un dilema ancestral que nos atañe muy directamente, y es
el referido a nuestra capacidad, o no, de vencer la tentación. El cronista del
tercer capítulo del génesis —el mito de Caín y Abel— trató de afrontarlo en su
versículo siete, donde Yahvé le dice a Caín: «¿No es verdad que si obraras bien
andarías erguido, mientras que si no obras bien, estará el pecado acechando a
tu puerta como fiera acurrucada, a la que tú “debes dominar”?»
La
traducción del original hebreo de esta última expresión, “tú debes dominar”, ha
dado lugar a diversas interpretaciones que nos sitúan en distintos escenarios
frente al mal (el pecado). La traducción que hemos elegido (Nácar Colunga) la
presenta como mandato de Dios: «debes dominar al pecado», pero otras
traducciones la presentan como promesa de Dios: «dominarás al pecado». Por
último, también se traduce como: «puedes dominar al pecado», donde Dios
reconoce la capacidad del ser humano para vencer al mal. El libro de John
Steinbeck “Al Este del Edén” nos ofrece una preciosa reflexión en torno a este
tema.
Publicado
por Feadulta.com
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