Para Vivir Mejor | Victoria Isabel Cardiel C./A&O
La energía, centinela de la democracia
Una
conferencia internacional en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma
analizó los males de la democracia moderna y la necesidad de Europa de mirar a
África para el abastecimiento energético.
«La
indiferencia y el relativismo acaban creando un vacío en la democracia que puede
ser peligrosamente llenado por ideologías y sentimientos que tienen en sí
mismos las semillas de la negación de la propia democracia, como el
nacionalismo, la identidad étnica y cultural que rechaza al otro y al
diferente, o las muchas utopías revolucionarias que han marcado dramáticamente
la historia del siglo XX». El secretario para las Relaciones con los Estados y
las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede, Paul Richard Gallagher,
arrancó con esta lectio magistralis la conferencia internacional en la
Universidad Pontificia Gregoriana de Roma sobre el gobierno del pueblo, que se
rige en torno al principio del consenso mayoritario, pero que tiene que estar
ligado siempre a la verdad y a la ética.
En
un discurso impecable desde el punto de vista analítico, Gallagher apuntaló los
males de la política moderna, que no legisla a partir de la «fuerza del mejor
argumento», sino con los bajos «sentimientos instintivos», y señaló la
«decadencia» de un sistema en el que se ha consolidado la «ruptura del nexo
vital que debe unir consenso y verdad». «Una democracia sin valores se
convierte fácilmente en totalitarismo abierto o tortuoso, como demuestra la
historia», destacó. «Los políticos ganan las elecciones porque son cool, no
porque tengan ideas, programas y tesis articuladas», denunció a continuación.
En esta línea, criticó sin ambages los peligros de la «degeneración lobista de
la democracia» cuando «las demandas que surgen de la sociedad no se examinan
según criterios de justicia y moralidad, sino en función de la fuerza electoral
o financiera de los grupos que las apoyan».
De
otro lado, salió al paso de los miedos y los errores de las democracias
occidentales, citando el brillante discurso del entonces cardenal Ratzinger, el
futuro Benedicto XVI, ante el filósofo Jürgen Habermas: «La desestabilización
del ethos es el principal peligro de nuestro tiempo y la razón última de
nuestra crisis cultural. Todo compromiso es temporal, toda lealtad está
condicionada. Cabe preguntarse si, junto al fenómeno migratorio, la movilidad
no se ha convertido en una dimensión tan incisiva en la vida como para sugerir
que la humanidad está volviendo a ser nómada». En un análisis quirúrgico de la
sociedad contemporánea, consideró que nos estamos convirtiendo en «nómadas» en
el ámbito familiar y político, lo que se traduce en una «relajación de los vínculos»
que da paso a una «aglomeración de individuos yuxtapuestos que se han
distanciado unos de otros, cuando no son altamente competitivos entre ellos
hasta la hostilidad». En su largo discurso, también lamentó el derrumbe del
multilateralismo y la política de cancelación: «Últimamente los foros
internacionales se han caracterizado por polarizaciones crecientes y por
intentos de imponer un pensamiento único, que impide el diálogo y margina a los
que piensan diferente».
África,
en el centro del diálogo
En
el convenio internacional organizado con el título Democracia para el bien
común. ¿Qué mundo queremos construir?, no podía faltar el tema de la energía:
una variable estratégica clave para el desarrollo, para la integración
regional, para la convivencia internacional y también para el avance de la
sociedad democrática. El consejero delegado de la empresa energética Eni,
Claudio Descalzi, analizó la crisis sin precedentes que vive el viejo
continente y que ha disparado hasta máximos la factura eléctrica de las
familias. «Rusia está desplazando su energía hacia el este, China e India en
primer lugar. Estados Unidos se autoabastece energéticamente y, Europa, que
consume 400.000 millones de metros cúbicos de gas, está en déficit total,
buscando una alternativa al gas ruso», aseguró. Para el directivo de la
petrolera italiana, la solución a la dependencia energética externa europea
pasa ante todo por la «diversificación geográfica»; es decir, por mirar al
continente africano. «Europa está ciega porque no ve que la energía que
necesita puede venir de África y del Mediterráneo», aseguró. África y Europa
están apenas separadas por 14 kilómetros, pero son dos mundos completamente
distintos en cuanto a energía se refiere. En 2019, el continente africano —que
representa el 17 % de la población global— solo fue responsable del 3,4 % del
consumo de energía. En Europa, que acumula el 5,8 % de los habitantes, este
porcentaje rondaba el 10,4 %. Además, el consumo energético promedio de una
persona en Estados Unidos es aproximadamente 15 veces mayor que el de una
persona en el África subsahariana. Una desigualdad patente que obliga —según
Descalzi— a escuchar a África en lo que respecta a sus necesidades energéticas.
«600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad. Y el consumo
energético del continente proviene de la biomasa, con una alta tasa de
ineficacia y de deterioro de la vida de personas. Si no hay acceso a la luz
muchas otras cosas no serán posibles», aseguró. Por eso Descalzi instó a mirar
a África «de otra manera, poniéndola en el centro del diálogo, echándole una
mano y tratándola de igual a igual». También recalcó que dar dinero para la
cooperación «no basta» y puso de ejemplo a los misioneros, que saben bien que
estar en el terreno supone «asumir riesgos y sufrir con ellos». «Crear valor y
no buscar solo nuestro propio beneficio debe ser nuestro objetivo, y para ello
debemos sacrificar algo a corto plazo, para centrarnos en un futuro de
cooperación», remachó.
Publicado
por Alfa & Omega
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...