Testigos de la Fe |Luis Van de Velde
A la luz de Romero… iluminando nuestra realidad hoy
La cruz en la vida
22 Domingo
ordinario –A - Mt
16,21-27 - 3 de
septiembre de 2023
Mons. Romero titula su homilía [1] como “La cruz en
la vida”. Citamos de esa homilía: “La cruz provoca en el mismo Cristo
la defensa de su misión, que es cruz y sacrificio. Qué fácil era seguir
como Pedro, huir como andan huyendo hoy muchos cristianos. Es más fácil
esconderse. ‘No hay que crear conflictos; prudencia, hay que ser más prudentes’.
Pero Cristo no fue de ese parecer y, a quien le aconsejó no meterse en peligro,
lo llamó Satanás, lo llamó escándalo. Escándalo, palabra de origen griego
que significa ‘estorbo”; la piedra que se pone para estorbar en el
camino. Eso es crisis de la vida. Como la crisis del caminante que
va y se encuentra un obstáculo en su camino: la tentación de volverse o la
tentación, el valor, de superar el obstáculo. La cruz siempre es
escándalo, la cruz siempre provoca crisis. (…) Hermanos, no estamos
seguros, todos tenemos momentos terribles de crisis, hasta el Papa. Por eso, no
nos extrañemos de estas crisis de la fe. Pedro tuvo miedo, quiso aconsejar
según los hombres y no según Dios. Hizo presión a Cristo. ¡Que terribles
son las presiones cuando nos quieren apartar de lo que Dios quiere, para que
hagamos como los hombres quieren!”
Monseñor Romero aclara una dimensión importante de
"la cruz" que llevamos los cristianos si de verdad queremos recorrer
el camino de Jesús para seguirle: la crisis de fe vivida profundamente.
Nos dice que la luz de la fe está siempre amenazada por la oscuridad de la
inseguridad. Quizá porque nuestra Iglesia está dirigida principalmente
por hombres célibes de edad avanzada o porque nos enfrentamos regularmente a la
doctrina de la Iglesia y a las directrices precisas de la liturgia, olvidamos
fácilmente quién era ese Jesús. Aquel joven judío, de unos 30 años, que
durante tres años "anduvo haciendo el bien" de forma extrema y dando
testimonio de la misericordia de Dios, en permanente tensión y conflicto con
las autoridades religiosas que instaban al gobernante romano a condenarle y
ejecutarle. No debemos olvidar que es de Jesús de quien damos
testimonio de que resucitó.
Creer en Él y, por tanto, tratar de seguir hoy su
camino siempre provoca tensión, crisis. La alegría del Evangelio no
está separada de esa crisis periódica que experimenta todo creyente y toda
comunidad. Jesús mismo reza el salmo "¿Por qué me has
abandonado?". Todos los verdaderos santos lo atestiguan: las cosas
no iban siempre sobre ruedas. Las tentaciones de rendirse y
esconderse en algún lugar seguro, de tomar caminos secundarios o de volver
sobre los propios pasos rara vez están totalmente ausentes.
Los obstáculos abundan en el camino cuando elegimos
recorrer el Camino de Jesús. Monseñor Romero menciona hoy algunos de ellos.
El "sean misericordiosos como su Padre es
misericordioso" (Lc 6,36) choca con lo que la mayoría de la gente
(incluidos la mayoría de los cristianos) considera "normal".
Entonces oímos: ten cuidado de todos modos; no debes crear conflictos; tú mismo
te estás buscando problemas; no debes tomarte estas exigencias tan al pie de la
letra, está permitido (¿por las autoridades eclesiásticas o civiles?), tampoco
debes exagerar ahora, ... Monseñor Romero nos dice: "¡Qué terrible
es la presión si quiere apartarnos de lo que Dios quiere, para que hagamos lo
que la gente quiere que hagamos!". Sabemos, desde luego,
que elegir el estilo de vida de ese Jesús -en el que reconocemos plenamente al
mismo Dios- nos hace vivir de un modo distinto a "la mayoría de la
gente" que nos rodea. Implica opciones diferentes en nuestras
vidas. ¿Dónde invertimos tiempo y energía? ¿A qué damos prioridad en
nuestras vidas y relaciones? ¿Cómo manejamos el dinero y las
posesiones? ¿Cómo asumimos responsabilidades? ¿Cómo ven los
demás, por nuestro modo de vida, que somos cristianos?
Monseñor Romero se refiere a las palabras y la
actitud de Pedro, que seguramente podemos suponer que ya había visto, oído y
comprendido algo de lo que significa seguir a Jesús. Quiere hacer cambiar
de opinión al propio Jesús. "Pedro tenía miedo; quería dar consejos
según los hombres y no según Dios". El mismo Pedro tenía miedo
de las posibles consecuencias, incluso para sí mismo. La respuesta de
Jesús es muy radical: escucha en Pedro la voz de "Satanás". Esto
sucede siempre cuando no sólo se presentan los abusos del "mundo"
(injusticia, mentira, homicidio, corrupción, odio, venganza, ,,,,), sino
también la buena "normalidad" del mundo de forma más atractiva que el
camino de Jesús. Incluso hoy en día, "Satanás" está claramente
muy activo.
La crisis de fe se intensifica cuando arrecian las
tormentas y nuestra barca se balancea de un lado a otro. Entonces nos asustamos
y vemos fantasmas. Los evangelios atestiguan que Pedro (y los demás
discípulos) lo experimentaron varias veces. Nosotros no escaparemos a
ello. Cuando la vida siguiendo a Jesús choca con estructuras duras, con
el poder (fuera y dentro de la Iglesia), con no ser escuchados sino juzgados,
con ser amenazados o encarcelados, ... entonces la crisis se agudiza. ¿Es
éste realmente el camino del Evangelio de Jesús? ¿Por qué después de
todo? Así en la medida que seguimos el camino de Jesús la presión sobre
nuestras vidas se hace aún mayor y la cruz más pesada. ¿Quién puede
mantenerse firme?
Incluso en las oraciones eucarísticas oficiales y
también en el Credo, no rezamos ni confesamos que este Jesús, Hijo de Dios, fue
asesinado: ‘la noche antes de su muerte’... ‘murió bajo el poder de Poncio
Pilato’. Incluso en los textos más firmes, la Iglesia ha restado importancia a
la brutalidad del final de la vida histórica de Jesús. Afirmaciones
cristológicas como "Murió por nuestro pecado" recibieron mucha más
atención. El anuncio original [2] de la resurrección de Jesús, no estaba
separado de " Uds. Lo entregaron para que lo crucificaran”. Los que
tratamos de ser "misericordiosos como el Padre es misericordioso" y
en la medida en que sigamos el camino de Jesús, nos enfrentaremos a esa cruz.
Monseñor Romero lo experimentó en carne
propia. Se le aconsejó que dejara de denunciar la injusticia y la
violencia, y se le presionó para que se trasladara al extranjero durante un
tiempo hasta que las cosas se calmaran de nuevo. Tenía claro que no
abandonaría a su pueblo y estaba dispuesto a permanecer fiel. Pensamos
también aquí en Mons. Gerardi, obispo de Guatemala, y en muchos otros obispos,
sacerdotes y religiosos que, ante la misma disyuntiva, superaron la crisis y
permanecieron fieles, hasta el martirio. Hoy recordamos la crisis de fe de
muchos sacerdotes y religiosos en Nicaragua, especialmente de Mons. Álvarez,
que se negó a abandonar el país incluso por segunda vez, aun a costa de sufrir
en la soledad y el abandono del infierno de la cárcel.
Por supuesto, para la mayoría de nosotros no es tan
dramático y nuestras vidas no están directamente en juego. Sin embargo,
nos enfrentamos a las mismas preguntas: si aceptamos vivir según las normas del
"mundo", o damos testimonio del Evangelio hoy a nivel personal, en la
familia, en el barrio donde vivimos, en el trabajo, en nuestro tiempo de ocio, ...
Los que no experimentamos todo eso como una crisis de fe es muy probable que no
hayamos oído hablar lo suficiente de los desafíos del Evangelio o -como Pedro-
tengamos miedo y haciendo aso a consejos como: sean prudentes, no se adelanten,
tómenselo con calma, ...
La "alegría del Evangelio" está
intrínsecamente ligada a soportar esa cruz de la crisis de fe. Quizá podríamos
decir que son las dos caras de una misma moneda. No pueden separarse.
Preguntas para la reflexión y la acción personal y
comunitaria.
1- ¿Cómo hemos vivido nuestras propias crisis de
fe? ¿Cómo hemos cargado con esa cruz?
2- ¿Cómo vivimos hoy esa tensión entre "la
alegría del Evangelio" y "llevar esa cruz"?
3- ¿De qué manera podemos ayudarnos mutuamente a no
caer en la tentación de "rendirnos"?
[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.
Tomo III – Ciclo A, UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p.
214-215
[2] Miremos por ejemplo Hechos 2,22-24
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