Cultura y Vida | Julio Pernús
Paradise o la religión del
capitalismo
"Sus escenas denotan la cartografía de un
grupo social cada vez mayor que reza a una religión moderna que no puede ser
profesada por los pobres." Una recomendación especial para ver el fin de
semana.
Cerremos los ojos, pensemos por un instante que
podemos trasladarnos unos años al futuro y comprenderemos mejor el valor
reflexivo de Paradise, la película alemana del director Boris Kunz que nos
invita a reflexionar sobre el capital (ismo) como el nuevo paradigma religioso
de nuestro siglo. Como tesoro conceptual a la orilla del mar audiovisual marca
"Netflix", los amantes del cine interpelativo tenemos frente a
nuestros ojos la presencia de una pregunta interesante: ¿en cuánto el ser
humano está dispuesto a vender años de su vida, y si esa seguridad económica
equivale al paraíso -metáfora del filme- en la Tierra?
Los guionistas Simon Amberger, Peter Kocyla y Boris
Kunz han tejido una trama que va más allá del mero entretenimiento, su
argumento construye un mundo distópico en el que los ricos le compran tiempo de
vida a los pobres. Para ese ejercicio se nutren de otros desclasados que sirven
de agentes a esta religión mundial que busca perpetuar la vida en la Tierra
desde el principio de que, con dinero, en un futuro no tan lejano, se podrá
comprar todo, incluso vida.
En Paradise se vislumbran los esfuerzos de un grupo
social que se niega a aceptar este tipo de filosofía que intenta con dinero
comprar la eterna juventud. Su accionar me recuerda esa preferencia
apostólica de la Compañía de Jesús que habla de caminar junto a los pobres, los
descartados del mundo, los vulnerables en su dignidad, en una misión de
reconciliación y justicia.
La dialéctica entre capitalismo y religión en la
película se complementa con un personaje llamado Judas que termina pagando con
su vida la traición al capital, pues, como describe con acierto la obra El
hombre en busca de sentido, incluso en el peor de los escenarios tenemos la
opción de elegir el bien.
La música gótica de la película es genial para
ambientar. En sus escenas sobresale la crítica al trato inhumano sobre los
migrantes y al comunismo, cuyos dirigentes, incluso tienen un trato peor sobre
los seres humanos, pues como los capitalistas, miran sus vidas como materia
prima, personas baratas y fáciles de manipular para rejuvenecer a la clase rica
y política.
Paradise tiene como objetivo alfabetizar a la
audiencia en la necesidad de encontrar un nuevo lenguaje para darnos cuenta del
daño tan grande que trae poner nuestra fe en la tecnología y en el capital. Sus
escenas denotan la cartografía de un grupo social cada vez mayor que reza a una
religión moderna que no puede ser profesada por los pobres.
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