Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín
La confirmación, signo del
amor de Dios en la Iglesia
Monseñor
Raúl Berzosa, presidió la celebración junto a nuestro párroco Edvaldo Da Rocha,
en la Parroquia de San José, donde 28
personas, incluyendo, niños, jóvenes y adultos, recibieron el sacramento de
la Confirmación y que maravilla, el día donde conmemoramos la Solemnidad de la Virgen de las Mercedes, protectora de nuestro país.
Nos
expresaba Monseñor, que estaba muy
contento de estar con nosotros y nos relataba un poco de su vida. Nos dijo que
lleva 41 años de ordenado sacerdote, por el papa Juan Pablo II y tiene 18 años
ordenado de obispo.
Con mucha devoción inicia la
celebración, hablándonos un poco de las advocaciones de la Virgen, y nos
preguntaba si sabíamos ¿cuál fue la primera
advocación Mariana que llegó a la Isla de Santo Domingo? Nos comentaba que para el año 1494, llegó
desde Sevilla nuestra señora de La Antigua y se le llama así, porque fue la
virgen que presidió la primera eucaristía celebrada en la Isabela, en el
continente americano, en el segundo viaje de Cristóbal Colón.
La
segunda virgen que llegó fue la
Virgen de las Mercedes, Patrona y Protectora nuestra, la trajo Confesor, el
padre espiritual de Cristóbal Colón, ya que él era mercedario.
La
tercera imagen que llegó a nuestro
país, la que más queremos los dominicanos y el mismo obispo se incluye, es la Virgen
de la Altagracia, quien llegó a Ozama, a la Ciudad Colonial y luego a Higüey a
través de los hermanos de la Maza.
Nos cuenta que los dominicanos y dominicanas,
desde que estamos gestados en el seno de nuestras madres, siendo una cosita muy
pequeñita hasta que somos adultos y decidimos en nuestra vida la vocación de
casados, consagrados, es la virgen de la
Altagracia, ella nos acompaña desde que somos muy pequeños, porque es nuestra
Reina y Protectora.
Cuando crecemos, empiezan los pecados
en nuestras vidas, y es la virgen de las Mercedes, quien comienza a romper las
cadenas en nuestras vidas. Ella nos protege y acompaña, ella poderosa nos quita
las cadenas, por eso tiene las cadenas en las manos. Ella liberará a los cautivos de los pecados.
Tenemos una virgen al inicio de
nuestras vidas que nos cuida y a partir de que somos adultos, nos cuida la
Virgen de Las Mercedes, inclusive hasta la hora de nuestra muerte, nos continúa
cuidando.
Luego, les hizo la pregunta a los que
se iban a confirmar que si ¿al momento
de bautizarse, habían recibido al Espíritu Santo? A los que todos dijeron a
viva a voz: Si. Él les dijo, recibieron un chin, un poquito del Espíritu Santo.
Les decía, que el sacramento que iban a
recibir, la Confirmación, era como los automóviles
que necesitan gasolina, y los celulares que necesitan un software para que
funcione, asimismo, el hombre, la mujer que no tiene al Espíritu Santo, no
tiene gasolina y no tiene software para hablar verdaderamente con Dios, por eso
en la Confirmación, reciben al Espíritu Santo, que es esa gasolina,
que nos mueve desde dentro a las cosas de Dios.
¿Por
qué necesitamos al Espíritu Santo?
Cada uno de nosotros somos casas habitables
y el Espíritu Santo quiere entrar para preparar nuestro corazón. Habita en
nosotros y nos quiere limpiar.
Monseñor continuaba: Solo dejamos entrar al Espíritu Santo, en
algunas habitaciones de nuestra casa, de nuestro corazón y hace hincapié, en
que, nunca el mal tiene la última palabra. La última palabra la tiene el Espíritu
Santo, el mundo no cambia por arte de
magia, sino que lo cambia con hombres y mujeres que estén llenos del Espíritu Santo.
Comentaba dirigiéndose a nuestro
párroco que un famoso autor decía, que cada vez que el veía en el mundo a un niño,
es ver a Dios que no se ha cansado del mundo, y que cada vez que él veía un niño, un joven, un adolescente, confirmándose,
era ver al mismo Jesucristo, que no se ha cansado de esta comunidad ni de la Iglesia.
Nos encantó recibir en la parroquia a
Monseñor Raúl Berzosa. Mi niño, me decía, mami yo pensaba que un obispo era un
anciano, porque se sorprendió al ver al obispo, celebrando con tanto entusiasmo
y alegría, y esa alegría contagiaba a
toda la feligresía.
Algunos testimonios de fe, como el de
Iván Josué, nos comentaba: “Cuando sentí
que el obispo impuso sus manos sobre mi cabeza, yo sentí que era Jesús, y me
decía, yo te perdono todos tus pecados”.
Johanny nos comentaba, que cuando el obispo le impuso las manos, “ella sintió muy fuerte la presencia del Espíritu Santo, y la sintió por varios días, esa presencia cerca de ella. Fue una bendición de Dios”.
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