Cultura y Vida | Patricia Ynestroza
Francisco a la Fundación Arena de Verona:
¡Regalen felicidad a través del arte!
El Papa, al recibir a los miembros de la fundación les
exhortó a regalar al público felicidad, difundir serenidad y comunicar armonía.
Humildad y generosidad: ¡dos virtudes del verdadero artista de las que nos
habla su historia! les dijo el Papa, los animó a continuar con este trabajo, y
a hacerlo con amor, no tanto por el éxito personal, sino por la alegría de dar
algo hermoso a los demás.
El Papa Francisco recibió esta mañana a la Fundación
italiana Arena de Verona, venidos con ocasión de las celebraciones del
centenario de su "renacimiento", que comenzó en 1913 con la gran
representación de la Aida de Giuseppe Verdi y ha continuado hasta hoy.
“Cien temporadas de actividad artística del más alto
nivel, que han recogido y mantenido vivo un precioso legado del pasado, para
transmitirlo aún más rico a las generaciones futuras. Y esto es muy hermoso: es
una forma inteligente, creativa y concreta de gratitud y caridad”.
Arena de
Verona: 20 siglos de historia
Este legado es polifacético, dijo el Papa, el edificio
de la Arena, en primer lugar, tiene una historia de veinte siglos, y se ha
conservado a lo largo del tiempo precisamente porque siempre ha sido un lugar
vivo. Se ha adaptado a diversos usos, protagonista de fortunas alternas:
valorizado, en algunos periodos, en su función original de lugar de
espectáculo; degradado, en otros, a usos más humildes, hasta el punto de correr
el riesgo, en ocasiones, afirmó Francisco, de quedar reducido incluso a una
cantera de piedra.
“Sin embargo, siempre ha sido redimido por el cariño con el que los Veroneses han protegido su supervivencia, volviendo a restaurarlo una y otra vez. Y así llegó a principios del siglo XX para acoger el nacimiento de lo que se convertiría en la hermosa aventura del Festival, ahora centenario”.
Cien años de
arte producidos en comunidad
Cuánto trabajo en todo ello, cuánta dedicación y
cuánto esfuerzo, exclamó, desde el de quienes construyeron y reconstruyeron las
estructuras, al de los autores y artistas, al de los organizadores de los
diversos actos y al de todos aquellos, muchos, quizá la mayoría, que
trabajaron, como suele decirse, "entre bastidores".
“Pensando en ello, me viene a la mente lo que San Pablo
dice de la Iglesia cuando la compara con un cuerpo que tiene muchos miembros:
cada parte es complementaria de las demás en su función específica (cf. 1 Co
12,1-27)”.
De la misma manera, cien años de arte, señaló, no
pueden ser producidos por una sola persona, ni siquiera por un pequeño grupo de
elegidos: requieren la contribución de una gran comunidad, cuyo trabajo va más
allá de la existencia misma de los individuos, y en la que quienes trabajan
saben que están construyendo algo no sólo para sí mismos, sino también para los
que vendrán después.
Humildad y generosidad: ¡dos virtudes del verdadero
artista de las que nos habla su historia!, por último, los animó a continuar
con este trabajo, y a hacerlo con amor, no tanto por el éxito personal, sino
por la alegría de dar algo hermoso a los demás.
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