Vida Religiosa | Patricia Ynestroza
Ser discípulo del Señor no
es un disfraz religioso sino una forma de vida
El Papa
Francisco, al recibir a los participantes en el Congreso Internacional sobre la
Formación permanente de los sacerdotes, les recordó que para ser discípulos del
Señor, es necesario una formación humana integral. Ser discípulo del Señor
"requiere que cuidemos nuestra humanidad. No puede haber sacerdote si
antes no hay hombre”.
El Papa
Francisco recibió esta mañana a los mil participantes en el Congreso
Internacional sobre la formación permanente de los sacerdotes promovido por el
Dicasterio para el Clero, en colaboración con los Dicasterios para la
Evangelización y para las Iglesias Orientales.
Recomendó a
cada uno que, para ser discípulos del Señor, es necesario una formación humana
integral. "Ser discípulo del Señor no es un disfraz religioso, sino que es
una forma de vida, y por tanto, dijo, requiere que cuidemos nuestra
humanidad". “Hacen falta sacerdotes plenamente humanos, capaces de buenas
relaciones, maduros para afrontar los retos del ministerio, para que el consuelo
del Evangelio llegue al pueblo de Dios a través de su humanidad transformada
por el Espíritu de Jesús”. Deben permanecer unidos al Pueblo de Dios, esta
pertenencia, les dijo, les custodia, les sostiene en sus fatigas, les acompaña
en las angustias pastorales y les protege del riesgo de desconectarse de
la realidad y sentirse omnipotentes.
El Pontífice
agradeció a los Prefectos de los Dicasterios involucrados y a todos los que se
han esforzado en la preparación de esta cita. Para muchos de los participantes,
dijo, no ha sido fácil venir a Roma. Francisco les expresó su gratitud por la
labor que realizan en sus diócesis y en sus países, por el servicio que
prestan, el cual también ha sido puesto de relieve en la encuesta realizada con
vistas a este Congreso.
Días de intercambio de las buenas prácticas
"Durante
estos días, tienen la gracia de intercambiar las buenas prácticas, de debatir
sobre los desafíos y problemáticas, y de escrutar los horizontes futuros de la
formación sacerdotal en esta época cambiante; siempre mirando hacia adelante,
siempre dispuestos a echar de nuevo las redes como nos pide la Palabra del
Señor (cf Lc 5,4-5; Jn 21,6). Se trata de
caminar en busca de instrumentos y lenguajes que ayuden a la formación
sacerdotal, sin pensar que se tienen todas las respuestas en la mano, sino
confiando en poder encontrarlas a lo largo del camino".
En estos días,
del 6 al 10, pues, "escúchense unos a otros, e inspírense en la invitación
que el apóstol Pablo dirige a Timoteo y que da título a vuestro Congreso: «Reaviva
el don de Dios que has recibido» (2 Tm 1,6). La belleza de
ser discípulos hoy. Una formación única, integral, comunitaria y
misionera". Y pidió el Papa a cada uno que reaviven el don, redescubran la
unción, aviva el fuego para que no se apague el celo del ministerio apostólico.
Cómo reavivar el don recibido
Para reavivar
el don recibido, el Papa les indicó tres direcciones en el camino que están
recorriendo: la alegría del Evangelio, la pertenencia al pueblo y la
generatividad del servicio.
Francisco
recordó que en el corazón de la vida cristiana está el don de la amistad con el
Señor, que nos libera de la tristeza del individualismo y del riesgo de una
vida sin sentido, sin amor y sin esperanza. “La alegría del Evangelio, la buena
noticia que nos acompaña es precisamente ésta: somos amados por Dios con
ternura y misericordia”. Y afirmó que están llamados a hacer resonar este
"anuncio gozoso en el mundo, testimoniándolo con nuestra vida, para que
todos descubran la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo
muerto y resucitado (cf. Evangelii gaudium, 36)". Les recordó
las palabras de San Pablo VI: sean testigos antes que maestros (cf. Evangelii
nuntiandi, 41), testigos del amor de Dios, dijo, que es lo único que
importa.
Este es un
fundamento de la formación permanente que sirve no sólo a los sacerdotes,
señaló, sino a todo cristiano, como también lo subraya la Ratio
fundamentalis: sólo si somos y permanecemos discípulos, podremos llegar a
ser ministros de Dios y misioneros de su Reino.
“Sólo
acogiendo y custodiando la alegría del Evangelio podremos llevar este gozo a
los demás. En la formación permanente, por tanto, no olvidemos que somos
siempre discípulos en camino y que esto constituye, en todo momento, lo más
hermoso que nos haya sucedido, por gracia de Dios”.
Ser discípulo no es un disfraz religioso
Para ser
discípulos del Señor, es necesario una formación humana integral. Porque afirmó
Francisco, ser discípulo del Señor no es un disfraz religioso, sino que es una
forma de vida, y por tanto, agregó, requiere que cuidemos nuestra humanidad.
"No puede haber sacerdote si antes no hay hombre".
Por tanto,
Francisco aconsejó que dediquen “todas sus energías y recursos al cuidado de la
formación humana. Hacen falta sacerdotes plenamente humanos, capaces de buenas
relaciones, maduros para afrontar los retos del ministerio, para que el
consuelo del Evangelio llegue al pueblo de Dios a través de su humanidad
transformada por el Espíritu de Jesús. No olvidemos nunca el poder humanizante
del Evangelio”.
Pertenecer al Pueblo de Dios
Sólo
permaneciendo unidos podemos ser discípulos misioneros, les
afirmó, y agregó que sólo pueden vivir el ministerio sacerdotal estando bien
insertados en el pueblo sacerdotal, del que también nosotros, agregó,
procedemos.
“Esta
pertenencia al pueblo —sin sentirnos nunca separados del camino del santo
pueblo fiel de Dios— nos custodia, nos sostiene en nuestras fatigas, nos
acompaña en las angustias pastorales y nos protege del riesgo de desconectarnos
de la realidad y sentirnos omnipotentes. Tengamos cuidado, porque ésta es
también la raíz de todas las formas de abuso”.
Permanecer al
Pueblo de Dios significa que la formación sacerdotal no se conciba como
“separada”, sino que sepa aprovechar la contribución del pueblo de Dios:
"de los sacerdotes y de los fieles laicos, de los hombres y de las
mujeres, de las personas célibes y de los matrimonios, de los ancianos y de los
jóvenes, sin olvidar a los pobres y a los que sufren, que tienen tanto que
enseñarnos".
“En la
Iglesia, de hecho, existe una reciprocidad y circularidad entre estados de
vida, vocaciones, ministerios y carismas. Y esto requiere de nosotros la
humilde sabiduría de aprender a caminar juntos, haciendo de la sinodalidad un
estilo de vida cristiana y de la misma vida sacerdotal. A los sacerdotes, sobre
todo hoy, se les pide el compromiso de hacer “ejercicios de sinodalidad”.
Recordémoslo siempre, afirmó el Papa: "caminar juntos; el sacerdote
siempre junto al pueblo al que pertenece, pero también unidos al obispo y al
presbiterio. ¡No descuidemos la fraternidad sacerdotal!”
Servir: carácter distintivo de los ministros de Cristo
Los ministros
de cristo deben servir. Es su carácter distintivo. El Maestro, remarcó por último,
nos lo manifestó a lo largo de toda su vida y, en particular, durante la Última
Cena, cuando lavó los pies a los discípulos. Desde la perspectiva del servicio,
"la formación no es una operación extrínseca, la transmisión de una
enseñanza, sino que se convierte en el arte de poner al otro en el centro,
resaltando su belleza, lo bueno que lleva dentro, poniéndole de manifiesto sus
dones y también sus sombras, sus heridas y sus deseos".
Y así, señaló
el Pontífice, formar sacerdotes significa servirles, servir sus vidas, animar
su camino, ayudarlos en su discernimiento, acompañarlos en las dificultades y
apoyarlos en los retos pastorales. "El sacerdote así formado, a su vez, se
pone al servicio del pueblo de Dios, está cerca de la gente y, como Jesús en la
cruz, se hace cargo de todos".
“Hermanos y
hermanas, fijémonos en esta cátedra de la Cruz. Desde allí, amándonos hasta el
extremo (cf. Jn 13,1), el Señor hizo nacer un pueblo nuevo. Y
también nosotros, cuando nos ponemos al servicio de los demás, cuando nos
convertimos en padres y madres para quienes nos han sido confiados, generamos
la vida de Dios. Este es el secreto de una pastoral generativa: no
de una pastoral en la que nosotros somos el centro, sino de una pastoral que
genera hijas e hijos a la vida nueva en Cristo, que lleva el agua viva del
Evangelio al terreno del corazón humano y del tiempo presente”.
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