Vista | Juan Orellana
Ferrari. Un retrato del lado más
oscuro del magnate del automovilismo
El consagrado director Michael Mann
(El último mohicano, Heat, El dilema, Collateral) ya había
afrontado el biopic en Ali (2001),
sobre el boxeador Cassius Clay. En Ferrari, el director
sigue la estela de las películas desmitificadoras de los últimos años.
Recordemos Tres días en Quiberón, sobre Romy
Schneider; Judy, sobre Judy Garland; Los Estados Unidos contra Billie Holiday; Capone o Spencer, sobre Diana
de Gales. Si antes este tipo de biopics buscaban ofrecer a la sociedad unos
modelos humanos referenciales, que se suponía que encarnaban unos valores
culturales y morales compartidos, ahora parece que se intenta eliminar del
horizonte cualquier ideal sospechoso de encarnar unas tradiciones que ya se dan
por amortizadas. Por ello, Ferrari comparte
con el público los episodios más oscuros de la vida y del carácter del
empresario automovilístico italiano a partir de la novela biográfica de Brock
Yates.
La película arranca en 1957, cuando
Enzo Ferrari (Adam Driver) y su esposa Laura Garello (Penélope Cruz) ya están
en la cumbre de la fama. El primer plano del filme nos muestra a Ferrari
despertándose por la mañana en la cama de su amante Lina Lardi (Shailene
Woodley). Se viste, se sube al coche y se va a su casa, donde su esposa, desesperada
e ignorante de esa doble vida, le aguarda. Desde ese planteamiento dramático
bipolar se construye todo el desarrollo de la cinta. Un hombre egoísta dividido
entre dos mujeres. Con su esposa perdió un hijo, con la amante lo tuvo. Su
esposa controla su fortuna, su amante se beneficia de ella. Su esposa es
corajuda y de fuerte carácter, la amante es un remanso de paz y serenidad. Mal
asunto. Sobre todo, a partir del momento en que, inevitablemente, Laura conozca
la verdad. Cuando eso ocurra, como en un juicio final, se pondrá de manifiesto
la grandeza o bajeza moral de cada personaje. Otra mujer, la inquisitiva madre
de Enzo, complicará aún más el triángulo.
Como telón de fondo, pero también
por delante y por el medio, está el mundo de la fabricación de los automóviles,
la Scuderia Ferrari y las carreras. En ese mismo año, en 1957, Ferrari
participa en la famosa carrera de resistencia Mille Miglia, que recorría varias
ciudades de Italia. A uno de los pilotos de Ferrari, el español Alfonso de
Portago, se le reventó una rueda y causó diez víctimas mortales además de su
propia muerte. Aquel día se puso punto final a una carrera que existía desde
1927. Ese accidente, rodado de manera asombrosa y escalofriante por Mann,
supone un escalón moral más en el descenso a los infiernos de Enzo, que trata
de mantenerse frío y controlador en todos los aspectos de su vida. Por la
película desfilan otros próceres del automovilismo como Maserati o Agnelli.
Ferrari es una
película sin duda interesante, bastante entretenida, pero también desazonadora,
en la que solo se salvan los personajes femeninos, heroínas víctimas del
egoísmo de un poderoso patriarca. Algo muy alineado con la filosofía de los que
dan premios.
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