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    viernes, 9 de febrero de 2024

    Ferrari. Un retrato del lado más oscuro del magnate del automovilismo


    Vista | Juan Orellana

     


    Ferrari. Un retrato del lado más oscuro del magnate del automovilismo

     

    El consagrado director Michael Mann (El último mohicanoHeatEl dilemaCollateral) ya había afrontado el biopic en Ali (2001), sobre el boxeador Cassius Clay. En Ferrari, el director sigue la estela de las películas desmitificadoras de los últimos años. Recordemos Tres días en Quiberón, sobre Romy Schneider; Judy, sobre Judy Garland; Los Estados Unidos contra Billie HolidayCapone o Spencer, sobre Diana de Gales. Si antes este tipo de biopics buscaban ofrecer a la sociedad unos modelos humanos referenciales, que se suponía que encarnaban unos valores culturales y morales compartidos, ahora parece que se intenta eliminar del horizonte cualquier ideal sospechoso de encarnar unas tradiciones que ya se dan por amortizadas. Por ello, Ferrari comparte con el público los episodios más oscuros de la vida y del carácter del empresario automovilístico italiano a partir de la novela biográfica de Brock Yates.

     

    La película arranca en 1957, cuando Enzo Ferrari (Adam Driver) y su esposa Laura Garello (Penélope Cruz) ya están en la cumbre de la fama. El primer plano del filme nos muestra a Ferrari despertándose por la mañana en la cama de su amante Lina Lardi (Shailene Woodley). Se viste, se sube al coche y se va a su casa, donde su esposa, desesperada e ignorante de esa doble vida, le aguarda. Desde ese planteamiento dramático bipolar se construye todo el desarrollo de la cinta. Un hombre egoísta dividido entre dos mujeres. Con su esposa perdió un hijo, con la amante lo tuvo. Su esposa controla su fortuna, su amante se beneficia de ella. Su esposa es corajuda y de fuerte carácter, la amante es un remanso de paz y serenidad. Mal asunto. Sobre todo, a partir del momento en que, inevitablemente, Laura conozca la verdad. Cuando eso ocurra, como en un juicio final, se pondrá de manifiesto la grandeza o bajeza moral de cada personaje. Otra mujer, la inquisitiva madre de Enzo, complicará aún más el triángulo.

     

    Como telón de fondo, pero también por delante y por el medio, está el mundo de la fabricación de los automóviles, la Scuderia Ferrari y las carreras. En ese mismo año, en 1957, Ferrari participa en la famosa carrera de resistencia Mille Miglia, que recorría varias ciudades de Italia. A uno de los pilotos de Ferrari, el español Alfonso de Portago, se le reventó una rueda y causó diez víctimas mortales además de su propia muerte. Aquel día se puso punto final a una carrera que existía desde 1927. Ese accidente, rodado de manera asombrosa y escalofriante por Mann, supone un escalón moral más en el descenso a los infiernos de Enzo, que trata de mantenerse frío y controlador en todos los aspectos de su vida. Por la película desfilan otros próceres del automovilismo como Maserati o Agnelli.

     

    Ferrari es una película sin duda interesante, bastante entretenida, pero también desazonadora, en la que solo se salvan los personajes femeninos, heroínas víctimas del egoísmo de un poderoso patriarca. Algo muy alineado con la filosofía de los que dan premios.

     

    Alfa&Omega.es






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