Testigos de la Fe | Alessandro De Carolis
Serán santos Carlos Acutis y
el fundador de los Misioneros de la Consolata
En audiencia
con el cardenal Semeraro, Francisco aprobó los decretos que llevan a la
canonización al joven enterrado en Asís y al padre José Allamano. También será
canonizado un grupo de franciscanos martirizados en Damasco en 1860, mientras
que serán beatificados un misionero de la Preciosa Sangre y dos mártires del
comunismo
Su historia es
conocida por muchos. Muy joven, un talento de la primera época de Internet
junto con un gran corazón hacia cualquier persona, ya desde niño y
especialmente hacia sus coetáneos, a los que ayuda todo lo que puede. Un
adolescente precoz de inteligencia y alma, como corresponde a alguien que nació
original pero no morirá siendo una fotocopia. En 2006, con 15 años, Carlos
Acutis ya había abierto el camino de lo que significa tener fe, amar a la
Iglesia y a los pobres, y traficar su creatividad en la red para dejar un
mensaje -con su exposición sobre los milagros eucarísticos- que no se consume
perdiéndose como tantos algoritmos. En octubre una leucemia fulminante se lo
lleva, pero no lo que construyó. El Papa Francisco lo beatifica en 2020 en
Asís, donde ahora descansa en el Santuario de la Expoliación, meta de
interminables peregrinaciones.
Una carta para una vida
Y es aquí
donde comienza la extraordinaria historia del milagro que conducirá a la
canonización de Carlos. Entre los numerosos peregrinos que acuden a la tumba,
el 8 de julio de 2022, un viernes, hay también una mujer, Liliana, de Costa
Rica. Se arrodilla, reza y deja una carta, palabras de esperanza que envuelven
la peor angustia de una madre. Seis días antes, el 2 de julio, su hija se cayó
de la bicicleta por la noche cuando volvía a casa, en el centro de Florencia,
donde la niña estudia desde 2018. Las noticias que llegan del hospital Careggi
son de las que quiebran. Traumatismo craneoencefálico muy grave, operación de
craneotomía, extirpación del hueso occipital derecho para aliviar la presión,
esperanza de supervivencia casi nula.
Ese 2 de
julio, la secretaria de Liliana comienza a rezar al Beato Carlos Acutis y el
día 8 la propia Liliana se dirige a Asís. Ese mismo día, el hospital informa:
Valeria ha reanudado espontáneamente la respiración, al día siguiente empieza a
moverse de nuevo y habla parcialmente. A partir de entonces es uno de esos
casos en los que los protocolos médicos pasan a un segundo plano. El 18 de
julio, la tomografía computarizada muestra que la hemorragia ha desaparecido y
el 11 de agosto la niña es trasladada a terapia de rehabilitación, pero después
de sólo una semana está claro que la recuperación completa está a un paso. Y el
2 de septiembre, madre e hija vuelven a Asís, a la tumba de Carlos, para dar
las gracias infinitas.
Drama en la selva
Hay una
historia en cierto modo no muy distinta que conducirá a la canonización del
beato piamontés José Allamano, que vivió entre 1851 y 1926. De joven, José
creció entre los salesianos, a los 22 años era sacerdote con el sueño de ir a
una misión, pero su salud no era de hierro y tuvo que ocuparse de otras cosas.
A los 29 le enviaron a dirigir el mayor santuario mariano de Turín, dedicado a
Nuestra Señora Consolata. Lo devolvió a su antiguo esplendor y el sueño de las
misiones se transformó en una gran obra, el Istituto Missioni Consolata, que
fundó en 1901 y, a petición de Pío X, estableció también una rama femenina con
las Hermanas Misioneras de la Consolata. Juan Pablo II lo beatificó en 1990.
El 7 de
febrero de 1996, un jaguar hembra se abalanzó sobre Sorino Yanomami, un indio
de la selva amazónica. El golpe le arrancó parte del cráneo y durante ocho
horas el hombre quedó sin atención médica adecuada, hasta que un avión lo
trasladó al hospital de Boa Vista. La escena para los médicos es terrible, el
indígena es operado y luego ingresado en cuidados intensivos. Junto a él,
además de su mujer, están seis monjas de la Consolata, un sacerdote y un
hermano misionero, también de la Consolata. Todos ellos invocan al beato
Allamano y colocan una de sus reliquias junto a la cama de Sorino. Ese día
comenzó la novena del beato y los religiosos la recitaron para pedir a su
fundador la curación del hombre. Sorino se despertó diez días después de la
operación sin problemas neurológicos. El 4 de marzo fue trasladado a una
residencia y el 8 de mayo regresó a su pueblo completamente curado, reanudando
su vida como habitante del bosque.
La oración que cura
En los Decretos firmados
por el Papa, hay otra historia de curación milagrosa que
conducirá a la beatificación del Venerable Juan Merlini, sacerdote umbro
originario de Espoleto, donde nació en 1795, falleciendo en Roma en 1873. En
1820 ingresó en la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre, a
la que serviría hasta su muerte con toda energía, llegando a ser su Moderador
General en 1847. Fue muy estimado por Pío IX, que lo quiso como consejero
espiritual.
La historia
del milagro se refiere al Sr. C. Cefalo, de Benevento de 1946, hospitalizado
entre septiembre y octubre de 2013 por angiodisplasia, una malformación
vascular del intestino. El cuadro clínico empeora, las hospitalizaciones y las
transfusiones de sangre no surten efecto. El 10 de enero de 2015, estaba de
nuevo hospitalizado en estado crítico en estado semiinconsciente. Una sobrina
que frecuentaba la parroquia de Santa Ana de Benevento, dirigida por los
Misioneros de la Preciosísima Sangre, comienza a pedir a su familia la
intercesión del Venerable Juan Merlini. Colocaron una pequeña imagen suya con
una reliquia en la cama del enfermo, y a partir del 16 de enero se produjo un
repentino e inexplicable cambio a mejor en su evolución clínica, que condujo a
una recuperación rápida, completa y duradera que no podía explicarse
científicamente.
Sin miedo
Entre los
beatos de los decretos de hoy no faltan historias de martirio. La primera se
refiere a un sacerdote polaco, Estanislao Kostka Streich, nacido en 1902, que
tras su ordenación ejerció como párroco y se distinguió por la dedicación con
la que se entregó creando grupos de catequesis y oración para niños, jóvenes y
adultos, ayudando a trabajadores, desempleados y familias con dificultades. Su
acción pastoral molestó a la franja comunista que se había instalado en Luboń y
que consideraba que la cercanía del padre Estanislao a los obreros era una
forma de que la Iglesia esclavizara a las clases pobres. El sacerdote recibió
cartas anónimas llenas de insultos y con amenazas de muerte, desconocidos
profanaron el sagrario y tiraron los ornamentos litúrgicos, pero el padre
Estanislao aguantó valientemente, hasta que el 27 de febrero de 1938, durante
la misa, cuando se acercaba al ambón para la homilía, Wawrzyniec Nowak,
comunista declarado, lo mató disparándole cuatro tiros. Lo más probable es que
el sacerdote se percatara de la presencia de Nowak y adivinara sus intenciones,
ya que hizo que los niños se alejaran del púlpito. Capturado por la multitud,
el asesino es posteriormente juzgado y condenado a muerte.
Como María Goretti
La otra
historia de martirio se refiere a una laica húngara, María Magdalena Bódi.
Nacida en 1921 en Szgliget, era hija de trabajadores agrícolas, pero
considerada ilegítima porque su padre era indocumentado. Además, es un hombre
rudo, alcohólico y ateo. Sin embargo, bajo la influencia de su madre, María
Magdalena crece en la fe, recibe los sacramentos y se pone al servicio de los
niños, los pobres, los ancianos desatendidos o abandonados. Quiso consagrarse,
pero ningún instituto religioso podía aceptarla a causa de la situación
irregular de sus padres. Se consagra entonces a Cristo Rey, haciendo voto
privado de castidad perpetua. En 1939 comienza a trabajar en la fábrica y
presta apoyo moral y espiritual a la Asociación de Muchachas Trabajadoras. La
solidaridad se multiplica al estallar la Segunda Guerra Mundial, María
Magdalena ayuda a los ancianos y a las madres con niños pequeños y asiste a los
heridos en el hospital cercano. Cuando las tropas soviéticas llegan a su pueblo
el 23 de marzo de 1945, un soldado ruso se fija en ella con otras mujeres fuera
de un refugio y les ordena que la sigan hasta una parte escondida. La joven
sabe lo que le va a pasar, lo sigue y al principio consigue herirlo de un
disparo de pistola. Se libera y sale del refugio para decir a las demás mujeres
que huyan, pero el soldado sube al tejado y le dispara por la espalda,
matándola.
Vaticannews.vanull
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