Fe y Vida | Diego Pereira Ríos
Jürgen Moltmann:
teólogo de la esperanza cristiana
Hace dos días, en su casa de Tubinga,
muere junto a su familia el teólogo protestante Jürgen Moltmann, a la edad de
98 años[1].
Si bien la noticia no nos toma por sorpresa a los que seguimos su trabajo,
siempre es algo que no esperamos. Considerado uno de los teólogos más
influyentes del siglo XX es recibido como un gran regalo para la Iglesia[2]
de Jesucristo. Como hombre comprometido con Dios y su Iglesia, fue pastor y
estuvo casado con teóloga feminista Elisabeth Moltmann-Wendel, fallecida en
2016. A su lado -y compartiendo la pasión por la teología- ha escrito varios
libros que han quedado como un baluarte para la fe cristiana. Si bien el más
famoso ha sido su “Teología de la Esperanza”, tiene varios de gran importancia
como: “El Dios Crucificado”, “La Iglesia, fuerza del Espíritu”, “Dios en la
creación”, “La venida de Dios”, entre varios otros.
Quiero destacar que, sobre todo siendo
esposo, padre de familia, docente, escritor, trabajando junto a su esposa, ha
logrado el desarrollo de una teología encarnada en aquellas inquietudes más
profundas del ser humano. Quizá sea este ambiente familiar que ha influenciado
en un tipo de escritura tan clara, profunda y casi mística. En sus escritos,
cada palabra pareciera abrir una dimensión de nuestra inteligencia antes no
percibida, llenando vacíos que muchas veces se ven plagados de preguntas. Al
comenzar la lectura de un texto de Moltmann se puede experimentar el deseo de
no parar la lectura, de seguir su pensamiento, pues sentimos que nos va guiando
con una seguridad que no se percibe en otros autores o autoras. Moltmann es un
gran referente para el tiempo presente y futuro del cristianismo. El tono
conciliador de su teología nos invita a unificar esfuerzos en un mundo que
sigue gimiendo con dolores de parto y donde siempre algo nuevo está por llegar.
Para aquellos que no lo conozcan aún,
comparto algunos textos de diferentes libros para que puedan luego ir a leerlo,
estudiarlo, aprender con él y, quizá, seguir un camino de formación teológica
en torno a su obra.
“Por
eso, la comunidad, que es colmada de la fuerza liberadora de Cristo, no es
exclusivamente la comunidad de los redimidos, sino la materialización
incipiente e inclusiva del mundo liberado por el Cristo resucitado. Si la
cautividad ha sido hecha cautiva, si las potencias han sido--destronadas, -el
mundo se ha transformado. Esto es percibido en la comunidad de Cristo a través
de la fe y de la esperanza, del seguimiento y de la nueva comunidad, pero
afecta al mundo entero y pone a esta comunidad al servicio de la revelación del
mundo liberado por Cristo” (La
Iglesia, fuerza del Espíritu, Sígueme, 1978, p. 346).
“El reino del Hijo consiste en la
soberanía liberadora del Crucificado y en la comunión con el mayor de la
multitud de hermanos y hermanas. El Hijo libera al hombre de la esclavitud del
pecado mediante su propia esclavitud (Flp 2). Rescata al hombre de la muerte
con su entrega a la muerte. Así lleva a su extremo la paciencia del Padre. Guía
al hombre hacia la magnífica libertad de los hijos de Dios, haciéndose uno de
ellos en su comunidad. Así anticipa el reino del Espíritu. En una creación
abierta al futuro y orientada al reino de la gloria, el hombre es creado como
imagen de Dios para alcanzar la filiación divina. El hombre queda abierto a
este futuro en el que se cumple su destino”.
(Trinidad y reino de dios. La doctrina sobre Dios, Sígueme, 1983, p. 227)
“Precisamente la motivación del día
festivo cristiano como día de la resurrección de Cristo y, por ello, como «día
del Señor» anticipa no sólo el escatológico descanso sabático, sino también el
comienzo de la «nueva creación». Según la concepción cristiana, la nueva
creación comienza con la resurrección de Cristo de los muertos, pues la «nueva
creación» es el mundo de la resurrección de los muertos. Mientras que el sábado
judío centra su mirada en las obras de la creación de Dios y en el trabajo
semanal de los hombres, la cristiana fiesta de la resurrección mira adelante,
al futuro de una nueva creación”
(Dios en la creación, Sígueme, 1987, p. 305).
“Si todas las acciones de Dios en el
mundo y, por tanto, todas las experiencias humanas de Dios son pneumáticas,
porque, según el antiguo «orden trinitario», el Padre actúa siempre por el
Hijo/Logos en el Espíritu, y el Hijo actúa también en nombre del Padre por el
Espíritu que reposa en él, entonces en la acción del Espíritu experimentamos la
acción de Dios mismo, y todas las metáforas que tienen que ver con el Espíritu
santo son metáforas para Dios, que viene a nosotros y está presente en
nosotros. La comprensión de la personalidad peculiar del Espíritu es, por
tanto, decisiva para la comprensión de Dios”. (El
Espíritu de la vida. Una pneumatologia integral, Sígueme,1998, p. 307).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...