Testigos de la Fe | Alcedo A. Ramírez
La Iglesia Católica celebra hoy, 26 de junio, las festividades de
los Santos Pelayo y Josemaría Escrivá de Balaguer, quienes vivieron en épocas
muy distintas, pero que tienen las coincidencias de que ambos son españoles y sus ejemplos de vida permanecen actuales y
vigentes para las nuevas generaciones, incluyendo los factores vitales que son
esenciales y fundamentales para alcanzar
hoy una vida santa, si los imitamos esencialmente, poniendo en práctica sus
modos de vida, enseñanzas y virtudes.
Pelayo
murió a los trece años, por martirio
y obediencia a sus convicciones y a los mandatos de la Ley de Dios, significó
la santidad inmediata, mientras que Escrivá
de Balaguer se hizo santo por su
vida dedicada a Dios y al prójimo, en el trabajo diario, la oración, el estudio
y el servicio a todo el que necesitaba su ayuda. Uno es el Santo de la Virtud
Juvenil y el Otro es el Santo de la Cotidianidad. Por estas razones concluimos
diciendo que son Dos Santos para Estos Tiempos.
Ahora nos toca dilucidar las enseñanzas que podemos sacar de las
vidas de estos dos santos y la manera de hacerlas asequibles y relevantes a los hombres y mujeres de hoy,
quienes están en el mundo, tratando de encontrar caminos de acción y vida que los hagan cumplir la voluntad de Dios para
sus vidas, a la vez de prestar un servicio efectivo y útil a sus
semejantes, en las sociedades que les ha tocado vivir. Estamos partiendo del
principio que las vidas de los santos nos sirven de guía.
San Pelayo se crio con su tío obispo y desde muy joven fue educado en la religión
católica, por lo que a los trece años era una persona con buena preparación cristiana y valores
bien arraigados. Estos valores fueron puestos a prueba ante las ofertas
homosexuales del Califa de su zona, que se vio en la obligación moral de
rechazar tales pretensiones, lo cual condujo a su martirio definitivo, después
de prolongados sufrimientos por las torturas. Para los jóvenes de hoy, Pelayo es ejemplo de virtud moral y
comportamiento ético.
San Josemaría Escrivá representa a la persona que logra su santidad en la vida
diaria, haciendo las cosas y actividades
propias de su estado, orando, estudiando, trabajando, visitando enfermos y
presos, a la vez de prestar un servicio a todo el que necesitaba su ayuda. San Josemaría
demostró que no es necesario apartarse del mundo para llegar a los altares y
convertirse en su Santo de Dios. También fue un abanderado de que la Iglesia Católica fuese cada vez menos
clerical y más acorde con la vida laica en sociedad.
Estos son dos ejemplos de Santos de Dios cuyas vidas tienen actualidad en
nuestros días y pueden servir para los
que necesitan de buenas guías de acción y comportamiento, en un mundo
atiborrado de situaciones de género muy particulares, corrupción juvenil,
laicismo desenfrenado y contrario a toda religiosidad en la cultura y
sociedades, a la vez de la realidad de Iglesia que se niega a dejar la
preeminencia del Clero, para dar paso a
las actividades extensas y protagónicas de unos laicos convertidos y
comprometidos con su Iglesia y comunidades.
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