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    martes, 13 de agosto de 2024

    Restaura la casa de tu corazón


    Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín

     


    Restaura la casa de tu corazón

     

    Imaginas una casa abandonada, hierbas a su alrededor, sin pintura, puertas y ventanas rotas, triste, sin vida, simplemente con poca esperanza de reconstrucción. Ahora imagina un corazón roto en varios pedacitos pequeños, roto por engaños, golpes fuertes, pérdida de un familiar, situaciones económicas.  

     

    Reparar una casa, es parecido a un árbol que está cambiando sus hojas, el árbol queda con su ramas descubiertas, su ropaje de hojas verdes ha caído, pero este tiempo desnudo, es un tiempo de descanso y renovación para su nueva vestidura en la primavera.

     

    Así como una casa abandonada y los árboles se restauran, así nuestro corazón entra en un desierto espiritual cuando necesita de la fuerza de Dios, que pudiera parecer de estancamiento, sin embargo, es en esos momentos, donde nuestras raíces espirituales se están fortaleciendo. Así como el árbol florece, la vida nuestra también florecerá en la Fe, mientras perdure el proceso de restauración del corazón, ya que Dios está restaurando, removiendo todos los obstáculos que impiden nuestra felicidad y, donde pareciera no haber solución. Restaurar las cicatrices de un corazón quebrantado y humillado, conlleva tiempo, pero recordemos, no estamos solos en nuestras batallas, Dios está con nosotros.

     

    Así como el rio recibe agua nueva en todo momento, así nuestra vida en Dios se restablece, cada vez que renovamos nuestras fuerzas, como las águilas. En Isaías 19, nos dice que el abrirá nuestro corazón, para hacer algo nuevo y para darnos nuevas fuerzas. Nos ofrece energía y renovación y nos fortalece en los momentos que caemos y perdona todas nuestras maldades (Salmo 103).

     

    Imaginemos un carro viejo, detenido sin poder funcionar. Para poder correr, habría que cambiar todas las piezas antiguas y ponerle nuevas. Así Dios nos coloca un corazón nuevo y se convierte en nuestro mecánico favorito. Dios continuamente está renovando y restaurando nuestra vida, para enfrentar cualquier desafío.

     

    Dios actúa de manera misteriosa y remueve todo hasta lograr fortalecernos, pero lo hace en medio de nuestra soledad, tras bastidores y, es como si estuviéramos en las manos de un alfarero, listos y preparados para moldear nuestro destino divino, por eso le pedimos a Dios que nos de un corazón de barro, que tenga su sencillez y que, con su luz, podamos perdonar como él nos perdona.

     

    Por eso, cuando Dios quiere restaurarnos, nos envía momentos de aislamientos, para fortalecer nuestra alma. Para moldear y transformar nuestro corazón nos lleva a su taller, el taller de la oración. Nos permite estar en soledad, este es un momento para prepararnos, así como lo hizo con Moisés en el desierto. Para Moisés fue un periodo crítico de desafío, sin embargo, fue la manera de prepararse para liberar el pueblo de Israel.

     

    Si Jesús, que no necesitaba prepararse, fue al desierto, imagínense nosotros.  Más aun, deberíamos entrar al desierto espiritual de nuestras vidas para cultivar una relación más íntima con él. El desierto fue un momento sagrado para Jesús, Moisés, Elías, para Juan el Bautista. Para nosotros también debería serlo, porque aislarnos, nos  ayuda a eliminar todo lo que nos aparta de él.

     

    Imaginen el corazón de la virgen Maria al ver a Jesús en la cruz, aunque su corazón estaba destruido por el dolor, tenía la confianza puesta en Dios, de que, aunque el corazón de Jesús fue traspasado por la lanza, entregó su vida por todos nosotros, era necesario para la salvación del mundo. 


    La quietud nos rodea y al principio puede parecer un poco incómoda, es como si fuera una introspección hacia nuestros adentros y ver nuestra vida a la luz de la palabra de Dios, es estar en la presencia divina del Espíritu Santo.

     

    La oración no solo se convierte en un medio para pedir, sino que nos sentimos en comunión con nuestro creador. Vertimos nuestro corazón, nuestras luchas y nuestros temores. Vemos como nuestra fe es purificada y probada. Eso me recuerda la canción: “Purifícame y lávame, renuévame, y restáurame, Señor con tu poder”.

     

    Aunque físicamente estamos solos, a nivel espiritual no lo estamos, porque Dios está con nosotros. Es un inmenso crecimiento espiritual, para dejar atrás todo aquello que nos aleja de Dios y seguir al único que es fuente de vida eterna: Jesús.

     

    Él nos lleva a estos tiempos para equiparnos con sabiduría y su fuerza, los cuales necesitaremos para los desafíos que vamos a enfrentar. Es un tiempo de confiar en el Sagrado Corazón de Jesús.

     

    Cuando Dios nos aparta del ruido del mundo, Es para reflexionar. Imaginen el tiempo de aislamiento que tuvo San Pablo, fue un momento difícil, pero fue un encuentro maravilloso con Jesús, ya que ese momento fue el tiempo perfecto para la misión magnifica que Dios le tenía, y convertirlo en el apóstol más influyente, no solo de su época, sino que aún resuena en nuestros días.

     

    Podemos entrar en un desierto espiritual y enfrentamos con nuestras dudas, pero este desierto es donde Dios nos va a preparar, no nos resistamos, sino que abracemos este tiempo, Dios está obrando, aunque no lo veamos, como dice la canción de Ambiorix Padilla: “Dios se calla, pero no se va, no me dio lo que he pedido, quiso darme mucho más”, por eso confiemos que después del desierto, veremos la tierra prometida. Dios está poniendo los cimientos para el futuro y prepararnos para algo mejor.

     

    Al restaurar nuestro corazón, Dios nos revela el propósito que tiene para nosotros, confiemos en su tiempo perfecto. Nos lleva a un capítulo nuevo en nuestra vida, más alineados a su voluntad, a su fidelidad, ya que él es un amigo que nunca falla.

     

    Te invitamos a vivir este tiempo de restaurar tu corazón, como un tiempo para crecer en la fe. Dejar que Jesús trabaje en nuestro corazón y veremos al final como crecemos espiritualmente de una manera sorprendente, fortalecidos y preparados para los planes de Dios. Restaurados y limpios de corazón con el amor de Jesús.

     

    Por eso cantemos siempre al Señor: “Renuévame Señor Jesús, ya no quiero ser igual, porque todo lo que hay dentro de mí corazón, necesita más de ti”.






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