Fe y Vida | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
12 de septiembre: san Guido de
Anderlecht, el campesino que no pasó de sacristán y peregrino
La santidad es en muchas ocasiones un don escondido a
los sabios y revelado solo a pequeños y humildes como Guido de Anderlecht, un
agricultor que huyó de los negocios para no enriquecerse de manera ilegítima
Hay santos de biografías espectaculares y otros de una
belleza más atenuada, como san Guido de Anderlecht, que fue durante su vida un
simple agricultor, sacristán y peregrino.
Guido nació en el ducado belga de Brabante en torno al
año 950. Hijo de padres muy humildes, desde niño se dedicó a las labores del
campo, mientras crecía en torno a él una leyenda que lo empareja incluso con un
santo tan nuestro —y tan lejano a él— como san Isidro. De hecho, igual que del
patrono de Madrid, de Guido se decía que mientras rezaba en la iglesia eran
unos ángeles los que hacían para él las duras tareas agrícolas. A los 15 años
ya lo llamaban «el ángel de Anderlecht», entonces una pequeña localidad a pocos
kilómetros al oeste de Bruselas.
Acostumbrado a su presencia silenciosa y callada en el
templo de Nuestra Señora de Laken, el párroco decidió un día ofrecer a Guido el
puesto de sacristán de la parroquia. Así empezó a cobrar un sueldo fijo que él
compartía generosamente con los pobres. Su cometido era simplemente tocar la
campana, cuidar y limpiar los ornamentos litúrgicos, barrer y fregar la
iglesia, cuidar las flores… Guido se sentía tan cómodo en su nueva tarea que,
en ocasiones, el párroco lo sorprendió de noche acostado en el suelo frente al
altar después de pasar un largo rato de oración.
Su fama de trabajador bueno y honrado llegó a oídos de
un rico comerciante de Bruselas que un día se acercó a Guido para hacerle una
propuesta laboral. Se trataba de recoger a lo largo del río Senne los productos
de los agricultores de la zona para luego desembarcar con ellos en Bruselas.
Un empleo que hoy parecería muy normal, en aquellos
tiempos no estaba exento de controversia. Hasta entonces, los agricultores
vendían ellos mismos los frutos en el mercado; pero la aparición de la
burguesía en las ciudades dio lugar también a un nuevo estilo de relaciones
comerciales: ya no eran los agricultores los protagonistas de todo el proceso,
sino que empezaban a entrar en escena los intermediarios. Ello suponía que el
precio de venta se encareciera, algo que en términos morales resultaba novedoso
—y problemático— en esos años.
Michel de Waha, profesor de Historia de la Universidad
de Bruselas, comentando la Vida de san Guido,
escrita tras su muerte, asegura que la biografía del santo «demuestra el papel
privilegiado que ganaron aquellos que, a través de la tasa señorial, se
beneficiaron directamente del desarrollo del campo».
Por entonces, «la ciudad naciente de Bruselas estaba
muy identificada con el comercio, una actividad vista con desconfianza por
parte de la Iglesia. De hecho, se pensaba que rara vez era posible comerciar
durante un período de tiempo prolongado sin cometer un pecado grave». Y si bien
se agrega en la biografía del santo que el comercio no era censurable «si se
llevaba a cabo con honestidad», sus páginas «son un indicativo de que la
Iglesia criticaba el surgimiento de la economía monetaria», por ser «fermento
de la economía de lucro».
Así las cosas, Guido se enfrentó al dilema de aceptar
o no el trabajo. Para convencerlo, el comerciante argumentó que así podría
obtener más dinero para ayudar a los pobres, ganando de este modo el favor del
joven. Sin embargo, en su primera expedición río arriba, el barco a cargo de
Guido quedó encallado y la mercancía jamás llegó a su destino. El santo vio en
ello una
señal de Dios y resolvió abandonar para siempre aquel empleo.
Con el ánimo por los suelos, volvió a Nuestra Señora de Laken, y allí decidió
peregrinar a Roma y a Jerusalén.
Los siguientes años vieron a Guido recorrer los
caminos del mundo entonces conocido, al estilo de otro gran santo peregrino
como Benito
José Labre. Fue a Roma y luego a Jerusalén, y de vuelta de nuevo
en Roma se encontró con el decano del cabildo de Anderlecht, que se disponía a
ir con un grupo de peregrinos a Tierra Santa. Le pidieron a Guido que fuera su
guía en aquel viaje y accedió. Sin embargo, la enfermedad hizo estragos en el
grupo y todos fueron muriendo por el camino. Solo Guido pudo volver a su
tierra, pero la disentería acabó con su vida el 12 de septiembre de 1012.
Al comentar la sencilla vida de este santo, su
biógrafo Francis Xavier Weninger destaca que san Guido «vivió satisfecho con su
pobreza», y su ejemplo «nos anima a no paliar la escasez por medios ilícitos,
sino a llevar una vida cristiana, trabajar diligentemente y confiar en Dios,
quien nunca nos desamparará».
Bio
- 950: Nace en el ducado de Brabante
- 1012: Muere de disentería en Anderlecht
después de volver de una peregrinación a Tierra Santa
- 1056: Se
descubre por casualidad su tumba y comienzan las peregrinaciones y los milagros
- 1112: Es
canonizado por Odón, obispo de Cambrai
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