Matrimonio y Familia | LFI
12 consejos
para un matrimonio fuerte y duradero según el Obispo Munilla
José Ignacio Munilla, el obispo de
Alicante, muy seguido en redes sociales, comparte 12 consejos esenciales para
fortalecer el vínculo matrimonial. Entre ellos destacan la unidad y la
indisolubilidad del matrimonio, la confianza mutua, la aceptación incondicional
del cónyuge y la importancia del perdón. Subraya que el matrimonio es un
compromiso sin «plan B» y que es vital no postergar la relación por la crianza
de los hijos. Veamos en detalle cada punto:
1. El
matrimonio es de ley natural, no es una creación judeocristiana
Munilla explica: «Dios hizo al hombre y la mujer
complementarios e hizo una atracción natural entre ellos, y esa unión está
llamada a ser estable y tener consecuencias sociales. El matrimonio, como se
dice popularmente, viene ‘de fábrica'».
Lo que hizo Cristo fue elevarlo a
sacramento. Una razón era recuperar el designio de Dios original,
para rescatarlo de las deformaciones que se ven, por ejemplo, en las
historias del Antiguo Testamento.
2. Implica
unidad, indisolubilidad, estar abierto a engendrar vida
El matrimonio natural, real, lo que Dios
considera matrimonio, es una unión indisoluble, llamada a ser fiel y abierta a
engendrar hijos. «Ya no son dos sino una sola carne», dice la Escritura. Es una
unidad especial. Es además una unión exclusiva: por eso la Iglesia se opone a
la poligamia, y así refuerza históricamente la dignidad de la mujer. También
Cristo, al negar el repudio y el divorcio, con el matrimonio indisoluble,
refuerza la dignidad de ambos.
En los puentes los enamorados ponen candados y
tiran la llave. «Quizá nadie les dijo a esos enamorados nada del
matrimonio cristiano, pero entienden que son ‘uno con una para siempre’ y
tiran la llave al río». Decir «te amo con todo mi corazón y todo mi ser… pero
no sé hasta cuando» es imposible: si es «con todo el corazón», es «para
siempre». Eso sí, «esto que es de ley natural, para el ser humano puede ser
costoso, y por eso requiere la gracia de Cristo».
3. No pongas
el matrimonio «en espera» mientras se crían los hijos
Criar a los hijos cansa y distrae mucho, y en esa
etapa hay el riesgo de posponer una y otra vez al cónyuge a favor de los hijos.
Eso es un error. «Lo que los niños necesitan no es un superpapá y una
supermamá, lo que necesitan es que papá y mamá se quieran mucho»,
explica el obispo. Los hijos lo que necesitan es ver la unidad entre sus
padres. Cuando los hijos tengan novias, su referencia será el amor que vieron
entre su padre y su madre.
4. La unión
entre ambos ha de ser visible, también en bienes e intereses
Un matrimonio implica una comunión de bienes,
cosas compartidas. Si los hijos ven que los padres marcan mucho la diferencia
entre «mis cosas y tus cosas, mis amigos y tus amigas, mis aficiones y las
tuyas», les costará ver que son uno, una unidad. Munilla lo señala en el gesto
de las «arras». También con la frase del Evangelio: «donde está tu tesoro está
tu corazón».
5. Se requiere
confianza entre esposos, y trabajar esa confianza
Hay confianza mutua cuando las cosas se
disciernen en pareja, se examinan honestamente juntos. Hay que creer
que Dios «ha puesto junto a mí a la persona adecuada para discernir
conmigo en la vida».
6. Evitar la
crítica excesiva: mejor ser motivadores
«Si mis comentarios siempre son negativos,
siempre le pongo pegas a todo, nunca soy motivador… eso mina la relación»,
advierte. Las imperfecciones del cónyuge hay que ponerlas en un marco especial:
que el cónyuge, con sus imperfecciones, está para la santificación del esposo.
Ese cónyuge, ese matrimonio, es el escenario en el que hay que santificarse.
7. Acepta al
otro como es, no partas de la esperanza de que cambie
«No hay que esperar a que alguien cambie para
amarle. Amándole tal y como es, igual puede cambiar. Uno puede y debe orar por
la conversión del cónyuge, pero amándole como es», detalla. Uno ha de priorizar
su propia conversión, no la del otro. Con aceptación, ofrecimiento,
autocrítica y caminando juntos, «en ese orden», es posible esperar
«el momento de gracia de la transformación de uno y otro», confiando «en los
tiempos de Dios».
8. Un
matrimonio feliz está compuesto de «dos grandes perdonadores»
Darle vueltas a las heridas y tomar nota de los
errores, usándolo como munición, daña a la pareja. «El perdón es regenerador,
es muestra clara de que se ama a fondo perdido», explica el obispo. Para ser
felices «hemos de ser olvidados de nosotros mismos».
9. Hay que
cuidar el corazón, guardar los afectos
Pueden surgir enamoramientos y afectos hacia una
tercera persona. Para evitarlo, hay que ser muy sincero con uno mismo y
cortar por lo sano cuanto antes con esa tercera persona, limitar el
trato. Hay mensajes y frases fuera de lugar, también por wasap, que hay que
cortar «desde el minuto uno».
10. Pon el
corazón en tu compromiso, no en tus sentimientos
Nuestra cultura es muy emotiva, pero las
emociones u afectos son volubles. «Los sentimientos son educables y
deben ser educados», advierte Munilla. El romanticismo que dice «me ha
pegado la flechita de Cupido y no puedo ya hacer nada» es muy
dañino. «Tenemos la voluntad y la razón para educar los afectos», insiste.
«El matrimonio hace posible el amor, que el amor perdure, la entrega día a
día».
También es una falsedad decir que «el amor
no se puede conducir» o «el amor es dejarse llevar». Al contrario, el amor
implica atarse, comprometerse y «se expresa en obras perseverantes».
11. El
matrimonio requiere cuidar la castidad y la pureza
Ya Jesús avisaba: «el que mire a una mujer
deseándola ya cometió adulterio en su corazón». «La infidelidad
comienza en el corazón y la imaginación antes de llegar a las obras», avisa
el obispo. La pornografía, que llega por tantas pantallas y
tecnologías, daña a las parejas, a los jóvenes, a los niños… Hay que tomarse en
serio las medidas de prevención, no solo para los niños, sino también como
pareja.
12. No hay
plan B: el casado está comprometido con la indisolubilidad
El cristiano casado no debe ni barajar la
posibilidad de la separación y el abandono. Todas las familias tendrán
dificultades, pero deben afrontarlas sin pensar jamás en la posibilidad de
romper. Hay que entregarse al matrimonio «quemando las naves», sin
permitirse la posibilidad de huir del matrimonio.
Además, es un error y una fantasía engañosa estar
«soñando con otra vida donde no haya cruz», lo que es falso: en cualquier otra
vida también habrá cruces. Y los que se casan por segunda y tercera vez se
divorcian mucho más y vuelven a fracasar, «porque el mal estaba en su
interior».
Y concluye el obispo Munilla diciendo: «El
matrimonio cristiano no es cosa de dos, sino de tres, porque el
sacramento cristiano nos da la gracia de hacer posible el amarnos en
Cristo».
Con
información de ReL
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