La Escuela Económica | Esteban Delgado
Alto crecimiento con bajo
rendimiento. Eso pasa en República Dominicana
Suponga
que usted tiene una finca sembrada de arroz. El año pasado su producción fue de
150,000 quintales de arroz en una extensión de 10,000 tareas. En cambio,
durante este año su producción será de 180,000 quintales, por lo que tendrá un
aumento de un 20% en su producción.
Sin
embargo, para producir esos 180,000 quintales usted utilizó 14,000 tareas, es
decir, requirió un 40% más de terreno, con las implicaciones que eso conlleva,
toda vez que necesitó más jornaleros para preparar el terreno, sembrarlo y
luego cosecharlo y recogerlo.
En
resumidas cuentas, su producción del año pasado implicó un rendimiento de 15
quintales por tarea (150,000 dividido entre 10,000). En tanto que este año, el
rendimiento o productividad de su finca fue de solo 12.8 quintales por tarea
(180,000 dividido entre 14,000).
Lo
anterior indica que este año su finca registrará una producción que supera en
un 20% la cantidad producida en 2023, pero con la desventaja de que el
rendimiento se redujo en un -8.5%. Es algo así como producir más en cantidad,
pero con costo mucho más elevado, lo cual se convierte en un crecimiento con
baja competitividad o con bajo rendimiento.
En
realidad, algo parecido a eso es lo que ha estado ocurriendo con República
Dominicana en las últimas tres décadas. Registra un crecimiento promedio
sostenido de 5% anual, pero su competitividad apenas es poquito más de 0.6%.
El
Banco Interamericano de Desarrollo (BID) describe esa situación con una
comparación práctica frente a un país con niveles competitivos elevados, como
Estados Unidos. Dice el BID que (con los mismos recursos), es decir, utilizando
la misma materia prima, los mismos terrenos, maquinarias, personal y cualquier
otro insumo, República Dominicana produce apenas un 60% de lo que puede
producir Estados Unidos.
Entonces,
¿de qué vale predicar a los cuatro vientos que somos la economía más pujante de
la región, con un crecimiento que duplica el promedio de América Latina, si en
realidad ese crecimiento nos está saliendo por un elevadísimo costo y no está
ofreciendo los resultados deseados en materia de competitividad y desarrollo?
Precisamente,
esa es la parte donde tanto el Gobierno como los actores económicos del sector
privado deben poner su atención, a los fines de evitar caer en lo que se conoce
como “la trampa de los ingresos medios”. Esto es, que luego de décadas con
crecimiento económico favorable, los países en esas condiciones caen en un
agotamiento, sin haber logrado alcanzar el desarrollo deseado.
Esto
le ocurrió a países de América Latina como México, Brasil y hasta Chile, entre
otros que, si bien no cayeron en estado fallido, tampoco pudieron desarrollarse
y se quedaron estancados en el tiempo. Así lo expresó el economista Raúl Féliz
durante el Foro Económico el Dinero 2024, cuando invitaba a los empresarios y
dirigentes políticos a reflexionar sobre la mirada que hay que dar hacia el
futuro, tomando en cuenta las condiciones que durante el pasado reciente y el
presente exhibe República Dominicana.
Féliz
no se queda en el pesimismo de presentar los ejemplos de países que como
República Dominicana crecieron mucho y durante muchos años, mientras luego se
quedaron estancados en la trampa de los ingresos medios. También ofreció
ejemplos de casos distintos, como los asiáticos Singapur, Corea del Sur, Taiwán
y hasta China, entre otros, que combinaron sus años de crecimiento con base en
inversión con los elementos de innovación y adaptación a las nuevas
transformaciones mundiales y así alcanzar la competitividad y el rendimiento
deseados que los dirija hacia el desarrollo.
Para
eso, no solo se requiere seguir creciendo, sino, cambiar la forma de crecer, de
forma que se ponga la mirada en la capacitación, innovación y, sobre todo,
variación del destino de los incentivos y exenciones fiscales hacia las áreas
productivas nuevas e innovadoras y no dejarlos en sectores tradicionales que
parecen estar agotados en cuanto a productividad se refiere.
Se
trata de una situación que no se ve, pero se siente y se sentirá mucho más en
la medida en que pase el tiempo. Los Estados no pueden observar el
comportamiento de la economía con una visión cortoplacista. Eso se hace mirando
hacia el largo plazo, pero actuando en el presente y de manera sostenida. Si
no, seguiremos creciendo mucho y rindiendo poco, como en los últimos 30 años.
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