Evangelización | Lorena Leonardi
Francisco: La Iglesia como
en los primeros tiempos, debe predicar el Evangelio
En la
audiencia general de hoy, el Papa en su catequesis reflexionó sobre la piedad
mariana y el vÃnculo "único y eternamente indestructible" entre la
Virgen MarÃa y el EspÃritu Santo. El PontÃfice hizo un llamado a imitar el
"sÃ" de MarÃa cada vez que nos encontremos ante una obediencia que
cumplir o una prueba que superar.
En todos los tiempos, y
particularmente ahora, la Iglesia se encuentra como «en las secuelas de la
Ascensión de Jesús al cielo» y «debe predicar el Evangelio a todas las
naciones, pero espera el “poder de lo alto” para poder hacerlo. Y no olvidemos
que en ese momento, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, los discÃpulos
estaban reunidos en torno a 'MarÃa, la madre de Jesús'».
Continuando el ciclo de catequesis
sobre el EspÃritu Santo, el Papa Francisco introdujo asà su reflexión sobre la
relación entre la Virgen y el EspÃritu Santo esta mañana en la audiencia
general en la Plaza de San Pedro.
Un vÃnculo único e indestructible
Es verdad, prosigue refiriéndose al
episodio de la Ascensión, «que habÃa también otras mujeres con Ella en el
cenáculo, pero su presencia es distinta y única entre todas», porque «entre
Ella y el EspÃritu Santo existe un vÃnculo único y eternamente indestructible
que es la persona misma de Cristo».
Después de haber explorado cómo el
EspÃritu Santo lleva a cabo su obra de santificación en la Iglesia a través de
la Palabra de Dios, los sacramentos y la oración, Francisco explora en la
catequesis de hoy cómo esto sucede a través de la piedad mariana.
En la
tradición católica existe este lema, este dicho: «Ad Iesum per Mariam», es
decir, «a Jesús por MarÃa». La
Virgen nos hace ver a Jesús. Ella nos abre las puertas, ¡siempre! La
Virgen es la madre que nos lleva de la mano a Jesús. La Virgen
nunca se señala a sà misma, la Virgen señala a Jesús. Y ésta es la
piedad mariana: a Jesús a través de las manos de la Virgen.
Una carta escrita con el EspÃritu de Dios vivo
Si san Pablo define la comunidad
cristiana como «una carta de Cristo compuesta por nosotros, escrita no con
tinta, sino con el EspÃritu de Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en
tablas de corazones humanos», entonces MarÃa, como primera discÃpula y figura
de la Iglesia, -explica el Papa- es también una carta escrita con el EspÃritu
de Dios vivo.
Precisamente
por esto, puede ser «conocida y leÃda por todos los hombres», incluso por
aquellos que no saben leer libros de teologÃa, por aquellos «pequeños» a los
que Jesús dice que se revelan los misterios del Reino, ocultos a los sabios.
MarÃa, esposa y discÃpula del EspÃritu Santo
A continuación, el PontÃfice repite
una oración que San Francisco dedicó a la Virgen y subraya los apelativos
presentes: «¡Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del EspÃritu Santo! No se
podrÃa ilustrar con palabras más sencillas la relación única de MarÃa con la
Trinidad».
Una expresión, «esposa del EspÃritu
Santo», que, según el Papa, «no debe absolutizarse, sino tomarse por la
cantidad de verdad que contiene, y es una verdad muy hermosa.
Ella es la
esposa, pero es, antes que eso, la discÃpula del EspÃritu Santo. Esposa y discÃpula... Aprendemos de ella a ser dóciles a las
inspiraciones del EspÃritu, sobre todo cuando Él nos sugiere que «nos
levantemos pronto» y vayamos a ayudar a alguien necesitado, como hizo ella
inmediatamente después de que el ángel la dejara.
Como una página en blanco
Cuando MarÃa acepta y dice al
ángel: 'sÃ, hágase la voluntad del Señor' y acepta ser la madre de Jesús, es
como, subraya el Papa, 'si MarÃa dijera a Dios: 'Aquà estoy, soy una tabla de
escribir: que el Escritor escriba lo que quiera, que el Señor de todas las
cosas haga conmigo'».
Hoy, actualiza Francisco, «dirÃamos
que MarÃa se ofrece como una página en blanco en la que el Señor puede escribir
lo que quiera». Y asà «la Madre de Dios es instrumento del EspÃritu Santo en su
obra de santificación»: en medio de la «interminable profusión» de palabras
dichas y escritas sobre Dios, la Iglesia y la santidad «ella sugiere dos únicas
palabras que todos, incluso los más sencillos, pueden pronunciar en cualquier
ocasión: “Aquà estoy” y “fiat”.
MarÃa es la
que dijo «sû al Señor y, con su ejemplo y su intercesión, nos exhorta a decir
también nosotros nuestro «sû a Él, cada vez que nos encontremos ante una
obediencia que cumplir o una prueba que superar.
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