Espiritualidad | Ángel de Jesús Jiménez S. MSSCC
La Palabra en su corazón:
María, mujer libre
Septiembre es un mes cargado de sentido para la Iglesia y para el pueblo
dominicano. A nivel universal, celebramos el Mes de la Biblia, una invitación a
volver la mirada a la Palabra como fuente de vida, conversión y misión. A nivel
nacional, el 24 de septiembre nos convoca como país en torno a Nuestra Señora
de las Mercedes, patrona de nuestra tierra.
Estas dos realidades no se
oponen; al contrario, se iluminan mutuamente. La Biblia y María no son caminos
paralelos, sino una sola vía de encuentro con el misterio de Dios. Como dijo
Benedicto XVI:
“En esta circunstancia, deseo llamar la atención sobre la
familiaridad de María con la Palabra de Dios. Esto resplandece con particular
brillo en el Magníficat. Habla y piensa con la Palabra de Dios, la Palabra de
Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Al
estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre
de la Palabra encarnada.” (Verbum Domini,
n. 28)
En ese sentido, María no es
solo una devota de la Palabra, sino su custodia viva. La escucha, la guarda, la
medita, la encarna. En ella, la Palabra se hace carne, se hace libertad, se
hace vida entregada.
1. Una libertad que nace de la escucha
En
el relato de la Anunciación (Lc 1,26-38), María no aparece como una joven que
busca protagonismo o reconocimiento. Al contrario, su libertad se manifiesta en
su capacidad de acoger la voluntad divina con humildad y apertura. Su famoso
“hágase” no es pasividad, sino valentía espiritual.
El Papa Francisco destaco en diversas ocasiones la
libertad de María como un modelo de disponibilidad y colaboración con la
voluntad divina. En su homilía del 15 de agosto de 2020, Solemnidad de la
Asunción, expresó:
“María, la Virgen de Nazaret, muestra que nuestra meta no
es ganar las cosas aquí en la tierra, que son efímeras, sino la patria de
arriba, que es eterna”
Esta afirmación resalta cómo María, al ser asumida al
cielo, nos señala que nuestra verdadera libertad y destino están en Dios. Su
"sí" libre y generoso al plan divino la convirtió en madre de la
Palabra encarnada, mostrando que la libertad auténtica se encuentra en la
disponibilidad a Dios.
En
la vida religiosa, este tipo de libertad es esencial. Somos llamados a escuchar
cada día la voz de Dios en la Palabra, en la comunidad, en los signos de los
tiempos. Y esa escucha nos invita a responder, a dejar de lado nuestros
proyectos personales para abrazar los caminos de Dios.
La
obediencia religiosa, tan cuestionada en tiempos de exaltación de la autonomía
individual, cobra nueva sentido a la luz de María. Ella no fue “esclava” de
Dios por imposición, sino por elección. Y esa elección la condujo a la
plenitud. Como lo expresa el teólogo Karl Rahner:
La
obediencia que María vivió no la disminuyó como persona, sino que fue el acto
más maduro y libre de su existencia”
(María,
Madre del Señor, Herder, 1984, p. 47).
2. Una libertad que se pone en camino
Después
de acoger el anuncio del ángel, María no se encierra en su propia experiencia
espiritual. Al contrario, se levanta y parte “sin demora” (cf. Lc 1,39). Va al
encuentro de Isabel, llevando consigo al Salvador aún no nacido. Su libertad se
convierte en servicio, encuentro y misión.
Aquí
encontramos otro rasgo fundamental para la vida consagrada: la libertad como
disponibilidad misionera. No basta con escuchar; hay que ponerse en camino. La
consagración no nos inmoviliza, sino que nos lanza a las periferias.
Como
bien lo expreso el Papa Francisco:
“La
verdadera misión siempre implica salir de uno mismo, del propio mundo cerrado”
(Evangelii Gaudium, n. 20).
En
María, la Palabra escuchada se hace canto el Magníficat, se hace servicio la
ayuda a Isabel, se hace comunión el gozo del encuentro entre dos mujeres que se
reconocen bendecidas.
¿Qué
significa esto para nosotros hoy? Que la libertad no consiste en “no tener
ataduras”, sino en estar disponibles para amar. Que la verdadera plenitud no
está en la autosuficiencia, sino en el don de sí.
3. Nuestra Señora de las Mercedes: María que libera a su
pueblo
En
el corazón del pueblo dominicano, la Virgen de las Mercedes no es solo una
figura de devoción, sino un símbolo nacional de protección, libertad y
esperanza. Su historia está unida a la obra redentora de los mercedarios,
quienes desde el siglo XIII se dedicaron a la liberación de cautivos. Su presencia
en América Latina y en la isla ha estado marcada por la predicación, la
misericordia y la promoción de la dignidad humana.
En
el santuario del Santo Cerro, cada 24 de septiembre miles de peregrinos acuden
con fe a agradecer y a pedir. Pero más allá de la celebración, María bajo la advocación
de las Mercedes representa la fuerza maternal que libera interiormente, que
desata cadenas invisibles, que alivia las cargas del alma.
Para
quienes vivimos la vida consagrada, esta advocación nos interpela: ¿Somos
instrumentos de liberación para los demás? ¿O nuestras actitudes generan
cadenas, miedos, juicios? María nos llama a ser consagrados que liberen, no que
repriman; que acojan, no que excluyan.
4. María y los votos religiosos: una consagración que
libera
Muchos
piensan que los votos de pobreza, castidad y obediencia limitan la libertad.
Pero en María descubrimos una verdad más profunda: que la consagración, lejos
de esclavizar, potencia la capacidad de amar.
- Su
pobreza fue una vida sencilla, desapegada de seguridades, confiada en la
Providencia.
- Su
castidad no fue ausencia de amor, sino amor íntegro, total, sin apropiación.
- Su
obediencia no fue resignación, sino cooperación activa con el plan divino.
Por
eso María es modelo perfecto de vida consagrada. Ella nos muestra que la
consagración no se define por estructuras externas, sino por un corazón completamente
entregado a Dios.
En
este mes, contemplarla bajo la advocación de las Mercedes es renovar la
convicción de que vale la pena vivir para Dios, y que la entrega consagrada es
una opción profundamente humana y verdaderamente libre.
5. Jóvenes y libertad: una palabra necesaria
Muchos
jóvenes hoy se debaten entre el deseo de libertad y el miedo a comprometerse.
En un contexto de incertidumbre vocacional, de múltiples opciones y poca
capacidad de decisión, María se levanta como una figura luminosa de libertad
responsable.
Ella
no lo tenía todo claro. No tenía certezas ni seguridades. Pero tenía fe. Y eso
bastó. Su sí fue joven, valiente y fecundo. ¿No será eso lo que hoy necesitan
ver los jóvenes? ¿Qué decir sí a Dios no es perderse, sino encontrarse?
Los
consagrados estamos llamados a testimoniar esa libertad que no huye del
compromiso, sino que lo abraza. Que no teme renunciar, porque ha encontrado un
tesoro. Que no se conforma con sobrevivir, sino que arde por vivir en plenitud.
Guardar la Palabra, vivir en libertad
María,
mujer libre, es aquella que dejó que la Palabra habitara su corazón hasta
transformarla. No fue libre por hacer su voluntad, sino por vivir según la
voluntad del Padre. En ella, la libertad no fue egoísmo, sino don, no fue
autonomía aislada, sino comunión profunda.
Hoy,
cuando el mundo necesita testigos de libertad interior, María se presenta como
la gran pedagoga del corazón. Nos enseña a escuchar, a discernir, a elegir el
bien. Nos guía en el arte de vivir con hondura, de entregarnos sin miedo, de
confiar en medio de la incertidumbre.
A
ella, Nuestra Señora de las Mercedes, le confiamos nuestro deseo de libertad.
Que nos enseñe a acoger la Palabra, a caminar con decisión, a vivir consagrados
con alegría, y a anunciar a todos que la verdadera libertad se encuentra solo
en Dios.
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