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    martes, 2 de septiembre de 2025

    La Palabra en su corazón: María, mujer libre


    Espiritualidad | Ángel de Jesús Jiménez S. MSSCC

     


    La Palabra en su corazón: María, mujer libre


    Septiembre es un mes cargado de sentido para la Iglesia y para el pueblo dominicano. A nivel universal, celebramos el Mes de la Biblia, una invitación a volver la mirada a la Palabra como fuente de vida, conversión y misión. A nivel nacional, el 24 de septiembre nos convoca como país en torno a Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de nuestra tierra.

     

    Estas dos realidades no se oponen; al contrario, se iluminan mutuamente. La Biblia y María no son caminos paralelos, sino una sola vía de encuentro con el misterio de Dios. Como dijo Benedicto XVI:

     

    “En esta circunstancia, deseo llamar la atención sobre la familiaridad de María con la Palabra de Dios. Esto resplandece con particular brillo en el Magníficat. Habla y piensa con la Palabra de Dios, la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada.” (Verbum Domini, n. 28)

     

    En ese sentido, María no es solo una devota de la Palabra, sino su custodia viva. La escucha, la guarda, la medita, la encarna. En ella, la Palabra se hace carne, se hace libertad, se hace vida entregada.

     

    1. Una libertad que nace de la escucha

    En el relato de la Anunciación (Lc 1,26-38), María no aparece como una joven que busca protagonismo o reconocimiento. Al contrario, su libertad se manifiesta en su capacidad de acoger la voluntad divina con humildad y apertura. Su famoso “hágase” no es pasividad, sino valentía espiritual.

     

    El Papa Francisco destaco en diversas ocasiones la libertad de María como un modelo de disponibilidad y colaboración con la voluntad divina. En su homilía del 15 de agosto de 2020, Solemnidad de la Asunción, expresó:

     

    “María, la Virgen de Nazaret, muestra que nuestra meta no es ganar las cosas aquí en la tierra, que son efímeras, sino la patria de arriba, que es eterna”  

     

    Esta afirmación resalta cómo María, al ser asumida al cielo, nos señala que nuestra verdadera libertad y destino están en Dios. Su "sí" libre y generoso al plan divino la convirtió en madre de la Palabra encarnada, mostrando que la libertad auténtica se encuentra en la disponibilidad a Dios.

     

    En la vida religiosa, este tipo de libertad es esencial. Somos llamados a escuchar cada día la voz de Dios en la Palabra, en la comunidad, en los signos de los tiempos. Y esa escucha nos invita a responder, a dejar de lado nuestros proyectos personales para abrazar los caminos de Dios.

     

    La obediencia religiosa, tan cuestionada en tiempos de exaltación de la autonomía individual, cobra nueva sentido a la luz de María. Ella no fue “esclava” de Dios por imposición, sino por elección. Y esa elección la condujo a la plenitud. Como lo expresa el teólogo Karl Rahner:

     

    La obediencia que María vivió no la disminuyó como persona, sino que fue el acto más maduro y libre de su existencia”

    (María, Madre del Señor, Herder, 1984, p. 47).

     

    2. Una libertad que se pone en camino

    Después de acoger el anuncio del ángel, María no se encierra en su propia experiencia espiritual. Al contrario, se levanta y parte “sin demora” (cf. Lc 1,39). Va al encuentro de Isabel, llevando consigo al Salvador aún no nacido. Su libertad se convierte en servicio, encuentro y misión.

     

    Aquí encontramos otro rasgo fundamental para la vida consagrada: la libertad como disponibilidad misionera. No basta con escuchar; hay que ponerse en camino. La consagración no nos inmoviliza, sino que nos lanza a las periferias.

     

    Como bien lo expreso el Papa Francisco:

    “La verdadera misión siempre implica salir de uno mismo, del propio mundo cerrado” (Evangelii Gaudium, n. 20).

     

    En María, la Palabra escuchada se hace canto el Magníficat, se hace servicio la ayuda a Isabel, se hace comunión el gozo del encuentro entre dos mujeres que se reconocen bendecidas.

     

    ¿Qué significa esto para nosotros hoy? Que la libertad no consiste en “no tener ataduras”, sino en estar disponibles para amar. Que la verdadera plenitud no está en la autosuficiencia, sino en el don de sí.

     

    3. Nuestra Señora de las Mercedes: María que libera a su pueblo

    En el corazón del pueblo dominicano, la Virgen de las Mercedes no es solo una figura de devoción, sino un símbolo nacional de protección, libertad y esperanza. Su historia está unida a la obra redentora de los mercedarios, quienes desde el siglo XIII se dedicaron a la liberación de cautivos. Su presencia en América Latina y en la isla ha estado marcada por la predicación, la misericordia y la promoción de la dignidad humana.

     

    En el santuario del Santo Cerro, cada 24 de septiembre miles de peregrinos acuden con fe a agradecer y a pedir. Pero más allá de la celebración, María bajo la advocación de las Mercedes representa la fuerza maternal que libera interiormente, que desata cadenas invisibles, que alivia las cargas del alma.

     

    Para quienes vivimos la vida consagrada, esta advocación nos interpela: ¿Somos instrumentos de liberación para los demás? ¿O nuestras actitudes generan cadenas, miedos, juicios? María nos llama a ser consagrados que liberen, no que repriman; que acojan, no que excluyan.

     

    4. María y los votos religiosos: una consagración que libera

    Muchos piensan que los votos de pobreza, castidad y obediencia limitan la libertad. Pero en María descubrimos una verdad más profunda: que la consagración, lejos de esclavizar, potencia la capacidad de amar.

     

    - Su pobreza fue una vida sencilla, desapegada de seguridades, confiada en la Providencia.

    - Su castidad no fue ausencia de amor, sino amor íntegro, total, sin apropiación.

    - Su obediencia no fue resignación, sino cooperación activa con el plan divino.

     

    Por eso María es modelo perfecto de vida consagrada. Ella nos muestra que la consagración no se define por estructuras externas, sino por un corazón completamente entregado a Dios.

     

    En este mes, contemplarla bajo la advocación de las Mercedes es renovar la convicción de que vale la pena vivir para Dios, y que la entrega consagrada es una opción profundamente humana y verdaderamente libre.


    5. Jóvenes y libertad: una palabra necesaria

    Muchos jóvenes hoy se debaten entre el deseo de libertad y el miedo a comprometerse. En un contexto de incertidumbre vocacional, de múltiples opciones y poca capacidad de decisión, María se levanta como una figura luminosa de libertad responsable.

     

    Ella no lo tenía todo claro. No tenía certezas ni seguridades. Pero tenía fe. Y eso bastó. Su sí fue joven, valiente y fecundo. ¿No será eso lo que hoy necesitan ver los jóvenes? ¿Qué decir sí a Dios no es perderse, sino encontrarse?

     

    Los consagrados estamos llamados a testimoniar esa libertad que no huye del compromiso, sino que lo abraza. Que no teme renunciar, porque ha encontrado un tesoro. Que no se conforma con sobrevivir, sino que arde por vivir en plenitud.

     

    Guardar la Palabra, vivir en libertad

    María, mujer libre, es aquella que dejó que la Palabra habitara su corazón hasta transformarla. No fue libre por hacer su voluntad, sino por vivir según la voluntad del Padre. En ella, la libertad no fue egoísmo, sino don, no fue autonomía aislada, sino comunión profunda.

     

    Hoy, cuando el mundo necesita testigos de libertad interior, María se presenta como la gran pedagoga del corazón. Nos enseña a escuchar, a discernir, a elegir el bien. Nos guía en el arte de vivir con hondura, de entregarnos sin miedo, de confiar en medio de la incertidumbre.

     

    A ella, Nuestra Señora de las Mercedes, le confiamos nuestro deseo de libertad. Que nos enseñe a acoger la Palabra, a caminar con decisión, a vivir consagrados con alegría, y a anunciar a todos que la verdadera libertad se encuentra solo en Dios.






     

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