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    viernes, 21 de noviembre de 2025

    Presentación de la Virgen María


    Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc

     


    Presentación de la Virgen María

    (21 de noviembre, lecturas: 1 Mac 4,36-37.52-59; 1 Cr 29,10-12 (salmo responsorial); Lc 19,45-48)

     

    Hermanos y hermanas:

    Hoy celebramos una fiesta muy querida en la tradición de la Iglesia: la Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo. Aunque este acontecimiento no aparece en los Evangelios canónicos, la Iglesia lo ha recibido de la piedad antigua (especialmente del Proto evangelio de Santiago) y lo ha elevado a memoria litúrgica porque nos revela algo bellísimo: desde su más tierna edad, María se consagró totalmente al Señor. Su vida entera fue un “sí” ofrecido antes incluso de que el ángel Gabriel llegara a Nazaret.

     

    Las lecturas de hoy, que la liturgia toma de la dedicación del Templo después de la profanación de Antíoco IV Epífanes (1 Macabeos), parecen a primera vista lejanas de la infancia de María. Pero la Iglesia las ha elegido con mucha intención: María es el verdadero Templo vivo donde habita la presencia de Dios.

     

    La purificación y la nueva dedicación del Templo (1 Mac 4)

    Judas Macabeo y sus hermanos, después de vencer a los paganos, entran en el Templo profanado, lo limpian, restauran el altar, encienden de nuevo las lámparas y ofrecen sacrificios. Es un gesto de alegría inmensa: “El pueblo entero celebró durante ocho días la dedicación del altar y ofreció con alegría holocaustos” (v. 56).

     

    Este episodio nos habla de María. Ella es el Templo nuevo y puro que Dios mismo se ha preparado. Mientras el Templo de piedra había sido profanado, Dios preservó a María de toda mancha de pecado desde el primer instante de su concepción (por eso celebraremos dentro de pocos días la Inmaculada). Y cuando sus padres Joaquín y Ana la presentan en el Templo, según la tradición, la niña María sube sola los quince escalones y se queda allí, consagrada al Señor. Es la nueva morada santa, más hermosa que el Templo de Salomón, porque en ella habitará el Verbo hecho carne.

     

    “Mi casa será casa de oración” (Lc 19,45-48)

    En el Evangelio vemos a Jesús purificando el Templo de Jerusalén: expulsa a los vendedores y cita al profeta: “Está escrito: Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos”.

     

    Jesús no está sólo enfadado por el comercio. Está revelando que ha llegado la hora del verdadero culto: ya no será en el Templo de piedra, sino en el espíritu y la verdad (cf. Jn 4,23). Y el nuevo Templo es Él mismo… y, en Él, su Madre.

     

    María es la “casa de oración” por excelencia. Su corazón nunca fue cueva de bandidos, nunca estuvo ocupado por ídolos ni intereses egoístas. Desde niña, su alma fue un constante diálogo de amor con Dios. Por eso el ángel la encontrará “llena de gracia”: porque su corazón estaba siempre abierto, siempre disponible, siempre en adoración.

     

    ¿Y nosotros?

    La fiesta de hoy nos hace una pregunta muy concreta: ¿Qué hemos hecho de nuestro propio templo interior?

    ¿Lo hemos dejado profanar por el ruido, el egoísmo, la pereza espiritual, los apegos desordenados?

    ¿O lo estamos purificando cada día con la confesión, la oración, la Eucaristía?


    Cuando una niña de tres años (según la tradición) subió sola los escalones del Templo y se entregó totalmente a Dios, nos dio a todos una lección: no hay edad para consagrarse. No hace falta ser mayor, ni sacerdote, ni religioso. Basta quererlo con todo el corazón.


    María nos precede. Ella es la primera discípula, la primera consagrada, la primera que dijo “hágase” antes de que existiera el Fiat de la Anunciación. Su presentación es el comienzo de nuestra salvación, porque en ese momento Dios recibe el “sí” de una criatura humana totalmente pura, el “sí” que preparará el gran Sí del Calvario y de la Resurrección.


    Termino con una oración muy antigua de la liturgia bizantina para esta fiesta:

    “Hoy el templo viviente del santo Dios, la gloriosa Virgen María, es presentada en el templo de la Ley para habitar en los santos lugares.


    ¡Regocijaos, todos los justos!”

    Que María, presentada hoy en el Templo, nos enseñe a presentar también nosotros nuestra vida entera al Señor, sin reservarnos nada. Que nuestro corazón sea siempre casa de oración, morada digna del Dios que quiere nacer en nosotros esta Navidad que ya se acerca. ¡Que así sea! Amén.






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