Vida y Salud | Marisol Roncero*
Compras para acallar la angustia
Muchos profesionales de la salud mental consideramos que la compra compulsiva, también llamada oniomanÃa, es una adicción conductual o
comportamental. ¿Por qué? No es simplemente el gusto por comprar, o
comprar «más de la cuenta», que muchas veces escuchamos a nuestro alrededor. Es
una absoluta falta de control sobre la conducta: la vida entera gira en torno
al acto de comprar, y se sigue comprando a pesar de graves consecuencias
económicas, familiares y psicológicas. En estos últimos años, cada vez más
personas solicitan ayuda por este comportamiento compulsivo, que hasta en un 90
% va asociado a otros problemas de salud mental, como la depresión.
Hay personas que compran ropa y la acumulan, sin
estrenar, en sus
casas. Prendas colgadas en perchas en el cuarto de baño, con la etiqueta
puesta, metidas en bolsas que ocupan el suelo de la vivienda, o apiñadas en
armarios donde ya no cabe ni un alfiler; también pueden ser bolsos, cosméticos,
bisuterÃa, gadgets, móviles, tabletas,
relojes… Otras personas compran sin control para regalar a familiares y
amigos y asà sentirse queridas y aceptadas por su entorno. Es
un ciclo infinito, que comienza con una sensación de malestar psÃquico, un
estado de ánimo bajo y una idea de comprar para mejorar ese estado; la
adquisición sin control de artÃculos completamente innecesarios, sensación de
arrepentimiento, vergüenza y culpa posterior al acto de comprar, y repetición
del ciclo para superar el malestar psÃquico.
Esta nueva adicción está adquiriendo cada vez más
importancia. En torno a un 5 % de la población podrÃa
padecerla, sobre todo mujeres de mediana edad y jóvenes. Además, es
uno de los pocos comportamientos adictivos más frecuente entre las féminas.
¿Cuál es el origen de esta «adicción a las compras»
o «compra compulsiva»?
Las personas con este comportamiento compulsivo padecen en gran medida depresión, ansiedad, trastornos de la
conducta alimentaria… En el caso de las mujeres, la motivación
profunda puede ser sentirse queridas, aceptadas, admiradas, en una sociedad que
da gran importancia a valores materiales como la belleza, la ropa, el aspecto
fÃsico, la imagen exterior. Aquà entran en juego valores como el materialismo,
la superficialidad o la importancia de la apariencia, tan vigente en nuestros
dÃas. Estos valores superfluos son los que ayudan a perpetuar y aumentar cada
vez más el porcentaje de personas que pueden ser vulnerables. Pero no solo es
un problema social, es un problema más profundo donde también entran en juego
la soledad, la baja autoestima o la necesidad de intentar sentirse mejor,
aunque sea un instante.
Nuestra cultura consumista y el hecho de que en la
sociedad occidental las necesidades básicas están cubiertas también influye en
la perpetuación de esta compulsión a comprar: favorecen la aceptación de la
compra sin control como signo de estatus en unos y como forma de escapar del
malestar emocional en otros. Las rebajas, el Black Friday y la información constante de las
plataformas de venta online prometen una felicidad que se
desvanece con la misma velocidad que tarda en abrirse la caja del envÃo. El comprador compulsivo no busca
el objeto; busca acallar el ruido interior, esa angustia existencial, esa
soledad, ese aburrimiento o esa tristeza.
El acto de comprar, que deberÃa ser un ejercicio de
libertad individual, se ha transformado para muchos en una necesidad imperiosa,
sin control; en un acto que silencia, por instantes, la angustia, la apatÃa o
la baja autoestima que subyacen en el alma del consumidor. La inmediatez que
prometen las plataformas digitales y la seducción de las vitrinas actúan como
un bálsamo efÃmero, una medicina para el malestar existencial. Esta adicción no
entiende de clases sociales, aunque a menudo se asocia con el ansia de estatus
o con la necesidad de llenar un vacÃo que, paradójicamente, solo se agranda con
cada nueva posesión.
No es una patologÃa emergente, siempre ha existido.
Pero actualmente está teniendo más visibilidad: se pide más ayuda y con más
premura que antes. Tiene que ver en gran parte con el hecho de que la salud
mental ha adquirido gran importancia desde la pandemia: hay menos estigma
asociado a la enfermedad mental y eso permite a las personas pedir ayuda antes.
Con todo esto, urge una mirada introspectiva
como sociedad que nos rescate de las garras de esta nueva patologÃa.
La libertad del individuo no reside en la capacidad ilimitada de consumir, sino
en la fortaleza de espÃritu para discernir entre el capricho y la necesidad y
saber decir «no». Tenemos que reflexionar sobre los valores que nos
caracterizan como individuos y actuar en consecuencia. Valores como cultivar la
confianza en uno mismo, conseguir proyectos personales, dedicar más tiempo a la
familia, construir relaciones sanas con los demás, fomentar satisfacción con el
trabajo o los estudios son fundamentales para poder superar esta compulsión a
comprar.
*Psiquiatra del Centro AdCom (adicciones sin
sustancia) del Hospital Gregorio Marañón


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