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    lunes, 1 de diciembre de 2025

    Compras para acallar la angustia


    Vida y Salud | Marisol Roncero*

     


    Compras para acallar la angustia

     

    Muchos profesionales de la salud mental consideramos que la compra compulsiva, también llamada oniomaníaes una adicción conductual o comportamental. ¿Por qué? No es simplemente el gusto por comprar, o comprar «más de la cuenta», que muchas veces escuchamos a nuestro alrededor. Es una absoluta falta de control sobre la conducta: la vida entera gira en torno al acto de comprar, y se sigue comprando a pesar de graves consecuencias económicas, familiares y psicológicas. En estos últimos años, cada vez más personas solicitan ayuda por este comportamiento compulsivo, que hasta en un 90 % va asociado a otros problemas de salud mental, como la depresión.

     

    Hay personas que compran ropa y la acumulan, sin estrenar, en sus casas. Prendas colgadas en perchas en el cuarto de baño, con la etiqueta puesta, metidas en bolsas que ocupan el suelo de la vivienda, o apiñadas en armarios donde ya no cabe ni un alfiler; también pueden ser bolsos, cosméticos, bisutería, gadgets, móviles, tabletas, relojes… Otras personas compran sin control para regalar a familiares y amigos y así sentirse queridas y aceptadas por su entorno. Es un ciclo infinito, que comienza con una sensación de malestar psíquico, un estado de ánimo bajo y una idea de comprar para mejorar ese estado; la adquisición sin control de artículos completamente innecesarios, sensación de arrepentimiento, vergüenza y culpa posterior al acto de comprar, y repetición del ciclo para superar el malestar psíquico.

     

    Esta nueva adicción está adquiriendo cada vez más importancia. En torno a un 5 % de la población podría padecerla, sobre todo mujeres de mediana edad y jóvenes. Además, es uno de los pocos comportamientos adictivos más frecuente entre las féminas.

     

    ¿Cuál es el origen de esta «adicción a las compras» o «compra compulsiva»?

    Las personas con este comportamiento compulsivo padecen en gran medida depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria… En el caso de las mujeres, la motivación profunda puede ser sentirse queridas, aceptadas, admiradas, en una sociedad que da gran importancia a valores materiales como la belleza, la ropa, el aspecto físico, la imagen exterior. Aquí entran en juego valores como el materialismo, la superficialidad o la importancia de la apariencia, tan vigente en nuestros días. Estos valores superfluos son los que ayudan a perpetuar y aumentar cada vez más el porcentaje de personas que pueden ser vulnerables. Pero no solo es un problema social, es un problema más profundo donde también entran en juego la soledad, la baja autoestima o la necesidad de intentar sentirse mejor, aunque sea un instante. 

     

    Nuestra cultura consumista y el hecho de que en la sociedad occidental las necesidades básicas están cubiertas también influye en la perpetuación de esta compulsión a comprar: favorecen la aceptación de la compra sin control como signo de estatus en unos y como forma de escapar del malestar emocional en otros. Las rebajas, el Black Friday y la información constante de las plataformas de venta online prometen una felicidad que se desvanece con la misma velocidad que tarda en abrirse la caja del envío. El comprador compulsivo no busca el objeto; busca acallar el ruido interior, esa angustia existencial, esa soledad, ese aburrimiento o esa tristeza.

     

    El acto de comprar, que debería ser un ejercicio de libertad individual, se ha transformado para muchos en una necesidad imperiosa, sin control; en un acto que silencia, por instantes, la angustia, la apatía o la baja autoestima que subyacen en el alma del consumidor. La inmediatez que prometen las plataformas digitales y la seducción de las vitrinas actúan como un bálsamo efímero, una medicina para el malestar existencial. Esta adicción no entiende de clases sociales, aunque a menudo se asocia con el ansia de estatus o con la necesidad de llenar un vacío que, paradójicamente, solo se agranda con cada nueva posesión.

     

    No es una patología emergente, siempre ha existido. Pero actualmente está teniendo más visibilidad: se pide más ayuda y con más premura que antes. Tiene que ver en gran parte con el hecho de que la salud mental ha adquirido gran importancia desde la pandemia: hay menos estigma asociado a la enfermedad mental y eso permite a las personas pedir ayuda antes.

     

    Con todo esto, urge una mirada introspectiva como sociedad que nos rescate de las garras de esta nueva patología. La libertad del individuo no reside en la capacidad ilimitada de consumir, sino en la fortaleza de espíritu para discernir entre el capricho y la necesidad y saber decir «no». Tenemos que reflexionar sobre los valores que nos caracterizan como individuos y actuar en consecuencia. Valores como cultivar la confianza en uno mismo, conseguir proyectos personales, dedicar más tiempo a la familia, construir relaciones sanas con los demás, fomentar satisfacción con el trabajo o los estudios son fundamentales para poder superar esta compulsión a comprar.

     


    *Psiquiatra del Centro AdCom (adicciones sin sustancia) del Hospital Gregorio Marañón

     

    Alfa&Omega.es






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