Nuestra Fe | P. Ciprián Hilario, msc
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
Jueves
1ro. enero 2026 | Lecturas (Números 6,22-27; Salmo 66; Gálatas 4,4-7; Lucas
2,16-21)
Queridos
hermanos y hermanas:
Al
cerrar un año y abrir otro, el Señor nos regala hoy una Palabra que no habla de
propósitos humanos, ni de listas de buenos deseos, sino de bendición divina, de
hijos adoptados, de contemplación silenciosa y de paz que viene de lo Alto.
Estas lecturas no son casuales para el primer día del año: son una brújula
espiritual para caminar los próximos 365 días.
1.
Recibir y desear la bendición de Dios sobre nosotros (Números 6,22-27)
La
fórmula más antigua de bendición que conserva la Biblia es esta que leemos hoy:
- «Que el Señor te bendiga
y te guarde,
- que haga brillar su
rostro sobre ti y te sea propicio,
- que te mire con
benevolencia y te conceda la paz».
No
es una fórmula mágica, sino una promesa gratuita de Dios.
Para
vivir el Año Nuevo con sentido cristiano, el primer paso no es “hacer más”,
sino dejar que Dios nos bendiga.
-Detenernos
y pedir —con fe sencilla— que su Rostro se incline sobre nosotros, sobre
nuestras familias, sobre los enfermos, los que están solos, los que tienen
miedo al futuro.
Sin
esta bendición de arriba, ningún propósito humano resiste las tormentas del
año.
2.
Vivir como hijos amados, no como esclavos (Gálatas 4,4-7)
San
Pablo nos recuerda el corazón del Evangelio:
- «Dios envió a su Hijo,
nacido de mujer, … para que recibiéramos la adopción filial».
- Y porque somos hijos,
podemos gritar: ¡Abbá! (¡Papá!).
El
Año Nuevo no empieza con nuestros méritos, sino con la certeza de que ya somos
hijos.
- No tenemos que ganarnos
el amor de Dios; ya lo tenemos.
Por
eso podemos vivir el año sin miedo al fracaso, sin la angustia de
“tener que demostrar”, sino con la libertad de los hijos: confiados,
agradecidos, audaces para amar.
3.
Contemplar y guardar en el corazón, como María (Lucas 2,16-21)
-
Los pastores corren, anuncian, alaban… pero María «conservaba todas estas
cosas, meditándolas en su corazón».
-
En medio del ruido de Belén, del ajetreo de fin de año, del bombardeo de
noticias y propósitos, María nos enseña el arte de callar para comprender, de
guardar para dar fruto.
Para
vivir bien el Año Nuevo necesitamos momentos de interioridad:
- Un rato diario para
preguntarnos: ¿dónde he visto a Dios este día?
- Un espacio para
meditar la Palabra, para dejar que el Espíritu nos recuerde que somos
hijos.
- Un silencio que no es
vacío, sino adoración y confianza.
4.
Ser bendición para los demás:
-
La bendición que recibimos no se guarda: se comparte.
-
El Salmo 66 nos lo grita: «Que te alaben, Señor, todos los pueblos».
-
La paz que Dios nos da no es para nosotros solos, sino para que seamos
instrumentos de paz en casa, en el trabajo, en la calle, en las redes, en un
mundo que tanto la necesita.
Queridos
hermanos:
Que
este Año Nuevo no sea solamente “otro año más”, sino un año bajo la
bendición del Padre, en la libertad de los hijos, con el corazón
contemplativo de María y con las manos abiertas para bendecir a los demás.
Al
terminar esta Eucaristía, renovemos juntos la bendición que Dios mismo nos ha
regalado:
«Que
el Señor nos bendiga y nos guarde…
Que ilumine su rostro sobre nosotros y nos conceda la paz». Amén.
¡Feliz
Año Nuevo en Cristo, con María, Madre de Dios y Madre nuestra!


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