Fe y Vida | Juan Manuel Pérez
Evangelización Pacífica
Seguimos
analizando temas que aparecen como supuestos teóricos o son consecuencias del
sermón de Montesinos, que, a pesar de haber transcurrido 500 años, sigue
teniendo plena actualidad. Hoy vamos a presentar el proyecto de evangelización
pacífica preconizado e iniciado por aquellos frailes dominicos.
Contrapartida
de la donación, conversión de los indios. El Papa, al hacer la donación de las
tierras descubiertas y por descubrir en el mar océano a los reyes de Castilla,
les impuso la obligación de convertir a los indios a la fe católica. La tarea
no era fácil en aquellas circunstancias, porque, “no había acá obispo ni otra
persona que gobernase la iglesia, a no ser unos curas alquilados por los mismos
castellanos y que pagaba el rey”. En una situación así, ¿quién y cómo anunciar
el evangelio a los indios?
La
exigencia requerida para recibir el bautismo se reducía prácticamente a
aprender de memoria, y en latín, el credo, el padrenuestro y el Avemaría, de
modo que el bautismo, más que una adhesión personal a la fe, era señal de
sumisión a un poder extranjero.
Con
el pretexto de facilitar la cristianización de los indios se implantó el
sistema de encomiendas: durante 8 meses los indios debían trabajar para los
españoles y éstos a cambio los instruirían en las costumbres cristianas a
través del ejemplo de los colonizadores, quienes se creían buenos cristianos.
No
era el método apropiado
Los
frailes dominicos rechazaron de plano el sistema de las encomiendas porque iban
contra toda ley divina, natural y humana y, en concreto, las rechazaron como
método para anunciar el Evangelio.” Los reparten, dizque para enseñarles las
cosas de la fe, pero no se las han enseñado porque ni ellos las saben. Los que
vinieron de Castilla no eran hombres temerosos de Dios, sino muy ansiosos y
rabiosos por dinero y llenos de muchas pasiones; son ignorantes; dan mal
ejemplo en lujuria, violencia, blasfemia; son crueles”. Predicar el evangelio
en un ambiente así era un contrasentido, pues lo que los frailes anunciaban
como buena nueva era desmentido por los encomenderos. Con razón dice Pedro de
Córdoba que, viendo esto, “se le caen a uno las alas y hasta las ganar de andar
entre ellos”.
Tierra
no alborotada ni escandalizada por cristianos. Los frailes venían con la
ilusión de establecer entre los indios una iglesia semejante a la de los
primeros tiempos, según afirman en la carta al rey: “Siendo estas gentes tan
mansas, tan obedientes y tan buenas, si entre ellas entraran predicadores solos
sin la fuerza y la violencia de estos mal aventurados cristianos, se pudiera en
ellos fundar una iglesia casi tan excelente como fue la primera”. Pero la
evangelización pacífica es imposible en un sistema de encomiendas. Por eso
buscan la manera de encontrar una tierra “no alborotada ni escandaliza por los cristianos”,
una tierra donde los frailes, conviviendo con los indios, puedan predicarles,
hablándoles en su lengua, respetando sus costumbres y organización social y, en
ese contacto directo, ir sembrando la semilla de la Palabra de Dios. Es el
“único modo de atraer a la fe cristiana a los infieles” (título de un libro de
Las Casas). La evangelización pacífica se apoya únicamente en la fuerza de la
Palabra de Dios.
Pedro
de Córdoba, el vicario de la comunidad, en el viaje que hizo a Castilla para
justificar y defender la doctrina predicada en el sermón de adviento, consiguió
del rey una zona reservada en la cual ningún español, bajo ningún pretexto,
podría entrar sin la autorización de los frailes. La zona elegida fue la costa
de Paria (actualmente Venezuela) El rey ordena a Diego Colón, entonces
Gobernador de la Isla, que atienda la demanda: “luego que por el dicho fray
Pedro fuereis requerido, sin poner en ello impedimento ni dilación, le deis nao
o carabela en que vaya él y los frailes a la tierra que él diga“. Así, a
principios del año 1514, comenzó la experiencia de evangelización pacífica de
los indios. Era una experiencia prometedora. “En el lugar donde está el
monasterio, los frailes tienen a los dichos indios como catecúmenos y muchos
niños y niñas se han bautizado; a los adultos sólo cuando están en peligro de
muerte. En Cumaná (centro de la misión) están algunos adultos bautizados y
casados”.
Fracaso
de la experiencia. Un funcionario de la Corona, “rescatador” de indios para
venderlos como esclavos, con el pretexto de visitar a los frailes, entró en la
zona de la misión. Ante la curiosidad de los indios, les invitó a visitar el
barco. Una vez en cubierta levó anclas, arrió velas y emprendió el viaje a
Santo Domingo, donde los vendió como esclavos. Eran 16 y entre ellos estaba la
mujer de cacique. En represalia los indios de la misión mataron a los dos
frailes, pues después de este atropello, pensaron que los frailes estaban en
connivencia con los del barco.
A
pesar del dolor por la muerte de dos hermanos, Pedro de Córdoba no desistió del
proyecto y reabrió de nuevo la misión. Esta vez fueron juntos dominicos y
franciscanos. Cuatro años más tarde la experiencia fracasó de nuevo por la
misma causa que la primera: secuestro de indios de la misión y muerte de los
misioneros. El golpe fue tan duro para Pedro de Córdoba que, pocos meses
después, lo llevó a la muerte. El proyecto de evangelización pacífica es un
proyecto siempre vigente en cualquier tiempo, circunstancia o lugar, porque es
parte esencial en la transmisión de la fe cristiana. Vamos a señalar algunas
deficiencias de nuestra idea y método de evangelización.
Evangelización… En primer lugar debemos constatar que la evangelización es
deficiente. Hay tensión permanente entre evangelización y sacramentalización
como si fueran dos elementos yuxtapuestos o paralelos, cuando en realidad son
dos aspectos del proceso de adhesión a la fe: anuncio y aceptación (puede haber
rechazo) del mensaje. Los fieles se preocupan más por recibir el sacramento que
por la instrucción que explica su significado. Fijémonos en el bautismo de los
niños. Se confía en la responsabilidad de los padres y padrinos, pero sabemos
que de hecho se da en muy pocos casos. No es de extrañar que haya tantos
bautizados para quienes sólo existe el bautismo. Los otros sacramentos como si
no existieran. Normalmente los sustituyen con los sacramentales: ceniza, agua
bendita, encender una vela, etc. Ciertamente es necesario insistir más en la
evangelización.
En
cuanto al método de evangelización. Últimamente surgen por doquier escuelas,
casas, cursos, encuentros de evangelización. Hablando en general, parece que se
busca un ambiente festivo, alegre, que la gente se sienta a gusto en medio de
cantos, exclamaciones, gestos y movimiento del cuerpo. Todo esto está bien,
pero pienso que el mensaje del Evangelio queda mutilado al descuidar en el
anuncio del Evangelio el “escándalo” de la cruz. No hay Cristo sin cruz, ni
redención cristiana sin Cristo crucificado. “Nosotros predicamos a Cristo
crucificado”. Me atrevo a invitar a los evangelizadores a releer con atención
el pasaje de 1 Cor 1, 17-31 (Y también Fil 2, 5-11) y confrontar con esos
textos la praxis evangelizadora.
Por
otra parte, pienso que se insiste demasiado en la intervención milagrosa de Dios
en los problemas de la vida, descuidando la responsabilidad personal, cayendo
en muchos casos en lo absurdo, al interpretar literalmente la hermosa metáfora
del evangelio de que “la fe mueve montañas” (cf Mt 17, 20).
…
pacífica. Hoy, en teoría, nadie admite que se pueda imponer la fe a la fuerza,
de forma violenta. Pero en nuestro ambiente religioso hay mucho fanatismo. La
violencia y el fanatismo beben en la misma fuente. El fanático no pretende
imponer la fe a la fuerza, pero se siente en la obligación de defender los
derechos de Dios conculcados por los hombres. Por eso su argumentación se basa
siempre en la sumisión, en la ley, en la amenaza de castigos y desgracias. El
fanático, en una situación propicia, no dudaría en empuñar las armas. ADH 748
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