Opinión | Amigo del
Hogar
Adviento,
horizonte de la esperanza
Con el tiempo de Adviento abrimos un
nuevo año litúrgico en la vida de la Iglesia y nos preparamos para celebrar la
Navidad. Es tiempo de gracia, se abre un horizonte de esperanza para quienes
creemos en un futuro mejor. La coherencia de la fe cristiana -personal y
eclesial- está marcada por la esperanza activa, vigilante, despierta, para que
ni el miedo, ni la distracción, ni el pesimismo marquen el ritmo de nuestra
presencia testimonial en el mundo.
Reconocemos, al celebrar adviento
que es tiempo de activar nuestros recursos materiales y espirituales, nuestra
razón y nuestra fe para situarnos ante la realidad que nos rodea, ante
nosotros mismos; un esfuerzo por comprender las causas de lo que nos está
pasando, no como simple análisis, sino como la manera comprometida de asumir
nuestra realidad humana y cristiana.
Para afrontar la vida necesitamos
una gran dosis de esperanza, ella nos pone en tensión positiva desde lo que
somos a las conquistas que queremos alcanzar
¿Es posible la esperanza en el
momento actual? Digamos que es necesaria, que sin ella es
imposible vivir. Alguien ha comparado la esperanza a la vida como la sangre al
cuerpo humano: sin ella no puede vivir, serÃa un cadáver. Para afrontar la vida
necesitamos una gran dosis de esperanza, ella nos pone en tensión positiva
desde lo que somos a las conquistas que queremos alcanzar, siempre mirando el
futuro con esperanza, como una realidad dada como gracia y, al mismo tiempo,
realizándose en el esfuerzo común
para construir un mundo mejor.
La esperanza, es “el arma
de los desarmados”, decÃa Gabriel Marcel,
filósofo cristiano. Es la meta de los que proyectan, calculan y triunfan. Sin
ella prima el desencanto, la tristeza, la renuncia, como fuente que se va
secando al interior de la persona y de los pueblos. Quien cree en el proyecto
de Jesús ha de sentirse sacramento de esperanza. Los cristianos tenemos que
pasar de un cristianismo de costumbres a uno de testigos. El Adviento
nos puede ayudar para renovar la práctica desde una fe transformadora, que
encarne el proyecto cristiano asumiendo nuestra responsabilidad.
Durante cuatro semanas renovaremos
muchas certezas en este tiempo de incertidumbres, celebraremos en
comunidad la Buena Noticia que ningún distanciamiento social puede silenciar,
anunciaremos nuevos estilos de vida orientados por el sentido de la esperanza;
de ella aprenderemos lecciones para soportar la tensión del presente y trabajar
en los procesos de reconstrucción de nuestra realidad personal y social, a la
luz del Dios con nosotros que nos impulsa y nos desafÃa.
Revista 851 – Diciembre 2020
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