Actualidad | Elías López Pérez/CONFER
Cuidado de la persona: “el examen
espiritual”
En su consideración sobre las herramientas para
ser levadura crítica de la fidelidad sinodal, el autor propone como primer
nivel “el cuidado de la persona”.
Se trata del «cuidado» (etimológicamente significa
toma de conciencia) de la relación intrapersonal. La fidelidad emerge del
cuidado del vínculo con la interioridad en relación con todo lo que somos y nos
rodea. La conciencia se pone en el cuerpo, lo más inmediato que nos vincula a cada
uno consigo mismo primero. La inteligencia corporal lleva la atención a las
sensaciones sentidas corporalmente y de ahí emerge la inteligencia emocional
con la atención a los sentimientos. Sabemos por neurociencia que no se pueden
fácilmente separar de la inteligencia emocional y la racional con la
elaboración de pensamientos. Tampoco se puede separar de ellas la inteligencia
práctica que nos muestra qué acciones ayudan a satisfacer qué necesidades.
La inteligencia espiritual, en nuestra
perspectiva, engloba todas las inteligencias. Lo hace poniéndolas en contacto
con la experiencia antropológica que llamamos espiritualidad: aquella
experiencia que conecta lo más hondo y valioso dentro de uno mismo con lo más
valioso fuera, trascendente, al servicio de la vida y del bien común. En la
tradición cristiana la espiritualidad articula el Dios inmanente (más dentro de
uno que uno mismo) con el mismo Dios trascendente y presente en toda la creación.
La dificultad de muchos discernimientos espirituales es la falta de desarrollo
de inteligencia emocional. Discernir es no sólo razonar (con mayor o menor
inteligencia) sino implica sentir y poner nombre a los sentimientos, para autorregularlos
y que nos «muevan» (moción espiritual) a la acción y transformación social. Y,
así, cooperar con la gracia del Espíritu, dejándonos liderar por Él.
La herramienta práctica para dejarnos liderar por
el Espíritu de discernimiento es el examen espiritual que nos ayuda a no vivir
distraídos sino poner atención plena a los signos de Dios y descubrir su
voluntad y llevarla a la práctica. La complejidad del examen espiritual la sistematizamos
pedagógicamente en tres pasos:
1) Origen — tomar conciencia de la presencia
de Dios en el contexto y realidad que me rodea aquí y ahora, conectando con la
Fuente de Vida en Abundancia (la fuente de sentido último para cada uno, cristiano
o no).
2) Medio — preguntarme primero ¿qué sensación
corporal emerge? Y desde ella ¿qué siento? Identifico un sentimiento
(racionalización de la emoción). La «emoción» es término psicológico, la
«moción» es teológico. La emoción conectada con la Fuente de Vida se hace
moción espiritual (las razones que la acompañan también pueden ser explicitadas
si ayudara).
3) Fin — ¿a qué me lleva? Una acción
expresada con un verbo principal. Identificando los frutos (el fin) sé si son
del Espíritu de Dios. El examen espiritual como base del discernimiento nos
vincula personalmente con la vida del Espíritu cada día, con la pasión por
Jesús y su Reino y la libertad interior que emerge de esa amistad cotidiana con
Él. El examen es la base de la fidelidad.
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