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    martes, 13 de abril de 2021

    Cuidar la persona: “el examen espiritual”


    Actualidad | Elías López Pérez/CONFER





    Cuidado de la persona: “el examen espiritual”

     

    En su consideración sobre las herramientas para ser levadura crítica de la fidelidad sinodal, el autor propone como primer nivel “el cuidado de la persona”.

     

    Se trata del «cuidado» (etimológicamente significa toma de conciencia) de la relación intrapersonal. La fidelidad emerge del cuidado del vínculo con la interioridad en relación con todo lo que somos y nos rodea. La conciencia se pone en el cuerpo, lo más inmediato que nos vincula a cada uno consigo mismo primero. La inteligencia corporal lleva la atención a las sensaciones sentidas corporalmente y de ahí emerge la inteligencia emocional con la atención a los sentimientos. Sabemos por neurociencia que no se pueden fácilmente separar de la inteligencia emocional y la racional con la elaboración de pensamientos. Tampoco se puede separar de ellas la inteligencia práctica que nos muestra qué acciones ayudan a satisfacer qué necesidades.

     

    La inteligencia espiritual, en nuestra perspectiva, engloba todas las inteligencias. Lo hace poniéndolas en contacto con la experiencia antropológica que llamamos espiritualidad: aquella experiencia que conecta lo más hondo y valioso dentro de uno mismo con lo más valioso fuera, trascendente, al servicio de la vida y del bien común. En la tradición cristiana la espiritualidad articula el Dios inmanente (más dentro de uno que uno mismo) con el mismo Dios trascendente y presente en toda la creación. La dificultad de muchos discernimientos espirituales es la falta de desarrollo de inteligencia emocional. Discernir es no sólo razonar (con mayor o menor inteligencia) sino implica sentir y poner nombre a los sentimientos, para autorregularlos y que nos «muevan» (moción espiritual) a la acción y transformación social. Y, así, cooperar con la gracia del Espíritu, dejándonos liderar por Él.

     

    La herramienta práctica para dejarnos liderar por el Espíritu de discernimiento es el examen espiritual que nos ayuda a no vivir distraídos sino poner atención plena a los signos de Dios y descubrir su voluntad y llevarla a la práctica. La complejidad del examen espiritual la sistematizamos pedagógicamente en tres pasos:

     

    1) Origen — tomar conciencia de la presencia de Dios en el contexto y realidad que me rodea aquí y ahora, conectando con la Fuente de Vida en Abundancia (la fuente de sentido último para cada uno, cristiano o no).

     

    2) Medio — preguntarme primero ¿qué sensación corporal emerge? Y desde ella ¿qué siento? Identifico un sentimiento (racionalización de la emoción). La «emoción» es término psicológico, la «moción» es teológico. La emoción conectada con la Fuente de Vida se hace moción espiritual (las razones que la acompañan también pueden ser explicitadas si ayudara).

     

    3) Fin — ¿a qué me lleva? Una acción expresada con un verbo principal. Identificando los frutos (el fin) sé si son del Espíritu de Dios. El examen espiritual como base del discernimiento nos vincula personalmente con la vida del Espíritu cada día, con la pasión por Jesús y su Reino y la libertad interior que emerge de esa amistad cotidiana con Él. El examen es la base de la fidelidad.

     

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