Pentecostés | Ciudad del Vaticano
Tres
sugerencias del Espíritu
Intentemos
ahora acoger tres sugerencias típicas del Paráclito, de nuestro Abogado,
propone el papa Francisco en su homilía de Pentecostés. “Son tres antídotos
básicos contra sendas tentaciones, hoy difusas”.
El primer
consejo del Espíritu Santo es “vive el presente”
El
presente, no el pasado o el futuro. El Paráclito afirma la primacía del hoy
contra la tentación de paralizarnos por las amarguras y las nostalgias del
pasado, como también de concentrarnos en las incertidumbres del mañana y
dejarnos obsesionar por los temores del porvenir. El Espíritu nos recuerda la
gracia del presente. No hay otro tiempo mejor para nosotros. Ahora, justo donde
nos encontramos, es el momento único e irrepetible para hacer el bien, para
hacer de la vida un don. ¡Vivamos el presente!
Asimismo,
el Paráclito aconseja: “busca el todo”
El todo,
no la parte. El Espíritu no plasma individuos cerrados, sino que nos constituye
como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es
nunca uniformidad. El Paráclito afirma la primacía del conjunto. Es en el
conjunto, en la comunidad, donde el Espíritu prefiere actuar y llevar la
novedad.
Miremos a
los Apóstoles Eran muy distintos. Entre ellos, por ejemplo, estaba Mateo,
publicano que había colaborado con los romanos, y Simón, llamado el Zelota, que
se oponía a ellos. Había ideas políticas opuestas, visiones del mundo muy
diferentes. Pero cuando recibieron el Espíritu aprendieron a no dar la primacía
a sus puntos de vista humanos, sino al todo de Dios.
Hoy, si
escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas,
tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. No. Si estos son los
criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito
impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace
ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros.
¡Busquemos el todo! El enemigo quiere que la diversidad se transforme en
oposiciones, y por eso les hace dirigirse hacia las ideologías. Decid no a las
ideologías, sí al juntos.
Y
finalmente, el tercer gran consejo: “Pon a Dios antes que tu yo”
Es el
paso decisivo de la vida espiritual, que no es una serie de méritos y de obras
nuestras, sino humilde acogida de Dios. El Paráclito afirma el primado de la
gracia. Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo
si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en
el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo.
Esto vale
también para la Iglesia. No salvamos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos con
nuestras propias fuerzas. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos,
nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo,
en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto.
Los
“ismo” son ideologías que dividen, que separan. La Iglesia no es una
organización humana. Es humana, pero no es solo una organización humana. La
Iglesia es el templo del Espíritu Santo. Jesús ha traído el fuego del Espíritu
a la tierra y la Iglesia se reforma con la unción de la gracia, con la fuerza
de la oración, con la alegría de la misión, con la belleza desarmante de la
pobreza. ¡Pongamos a Dios en el primer lugar!
Espíritu
Santo, Espíritu Paráclito, consuela nuestros corazones. Haznos misioneros de tu
consolación, paráclitos de misericordia para el mundo. Abogado nuestro, dulce
consejero del alma, haznos testigos del hoy de Dios, profetas de unidad para la
Iglesia y la humanidad, apóstoles fundados sobre tu gracia, que todo lo crea y
todo lo renueva.
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