Cultura y Vida | Francisco Martínez-Hoyos/RD
Con el Libro como inspiración, la obra de García Márquez alcanzó una descomunal excelencia
Una historia casi Bíblica: la influencia de los textos sagrados en 'Cien años de soledad'
El Nobel de literatura colombiano estudió con
atención La Biblia e hizo de ella una de las fuentes principales de donde bebe
Cien años de soledad, el más famoso de sus títulos, una epopeya que ha sido
considerada el equivalente del Quijote en la literatura hispanoamericana
Gabo hizo girar su relato alrededor del ficticio
Macondo, equivalente a la Tierra Prometida. La trama empieza con su creación,
en un tiempo virginal que nos recuerda poderosamente al relato del Génesis; y
el final, con su desenlace apocalíptico, también remite a la Biblia
Cuando se
discute si en la escuela habría que impartir o no formación religiosa, muchas
veces no se tiene en cuenta que la Biblia es también cultura, con independencia
de las creencias personas de cada uno de nosotros. Sin un mínimo
conocimiento sobre su contenido, interpretar correctamente infinidad de obras
artísticas y literarias se convierte en una misión imposible.
Además, la
propia Escritura es, en sí misma, una obra literaria comparable a las de Homero
o Shakespeare. De ahí que no le falten lectores ajenos a cualquier motivación
relacionada con la fe. Este fue el caso de Gabriel García Márquez
(1927-2014), que vio en la Biblia un libro excelente en el que sucedían “cosas
fantásticas”. Desde esta óptica narrativa, la estudió con atención e hizo
de ella una de las fuentes principales de donde bebe Cien años de
soledad, el más famoso de sus títulos, una epopeya que ha sido considerada
el equivalente del Quijote en la literatura hispanoamericana.
La referencia
a los textos sagrados llamó, desde el principio, la atención de los críticos. Cuando la novela aún no
se había publicado y solo era conocida por algunos avances, Carlos Fuentes, el
conocido escritor mexicano, ya habló de “una historia casi bíblica”. Más
recientemente, Sultana Wahnón, catedrática de Teoría de la Literatura en la Universidad
de Granada, aborda el mismo tema en El secreto de los Buendía (Gedisa,
2021), un sugestivo ensayo que contiene, por cierto, una hipótesis
atrevida: García Márquez habría imaginado a sus protagonistas como una
familia de judíos conversos refugiados en América.
Gabriel García
Márquez vio en la Bíblia un libro excelente en el que pasaban 'cosas
fantásticas'
El novelista
colombiano hizo girar su relato alrededor de Macondo, un pueblo ficticio
inspirado en Aracataca, su localidad de nacimiento. La trama empieza
con su creación, en un tiempo virginal que nos recuerda poderosamente al relato
del Génesis. El final, con su desenlace apocalíptico, también remite a la
Biblia. De esta forma, según el crítico Ricardo Gullón, el autor consiguió
trascender la mitología americana para incorporarla a “una simbología más
vasta”. A su vez, Sultana Wahnón ha señalado como Cien años de soledad está
dividida en dos partes, la primera con referencias judías y la segunda llena de
referencias cristianas, a la manera del Antiguo y del Nuevo Testamento. Esta
estructura, a su juicio, venía determinada por la historia de una familia, los
Buendía, que había abandonado la fe mosaica por el catolicismo.
Los fundadores
de Macondo, José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, vienen a ser un reflejo de
Adán y Eva. El nombre de
él, una especie de nuevo patriarca, posee un fuerte simbolismo. Una Arcadia,
según el diccionario de la RAE, es un lugar “utópico e idílico”. Así puede
definirse el espacio y el tiempo en el que viven, una geografía todavía ajena a
la muerte. Por eso no hay cementerio: nadie lo ha necesitado aún. Todo es tan
nuevo que muchas cosas ni siquiera tienen nombre. Así, nuestro autor evoca el
momento en el que, justo después de la creación, el hombre aún no ha inventado
una denominación para todos los animales. José Arcadio, además, está
emparentado con Adán por otro motivo: su obsesión por el conocimiento,
equiparable al deseo transgresor de comer del árbol de la ciencia.
Los fundadores
de Macondo, José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, vienen a ser un reflejo de
Adan y Eva
Macondo es el
equivalente de la Tierra Prometida, en una versión de la tradición judeo-cristiana
que parece filtrada por la filosofía existencialista del absurdo. Tras matar a
Prudencio Aguilar, José Arcadio se transforma en el Moisés que guía a un puñado
de locos aventureros desde Riohacha al escenario donde han de iniciar otra
vida. Es este un periplo descabellado. A diferencia de los judíos del Éxodo,
estos colombianos no tienen ninguna garantía de la divinidad. No son ninguna
comunidad escogida, así que nadie les asegura que sus sueños lleguen
materializarse.
Aunque escogen
el camino incierto, van a lograr construir un paraíso que, como todos los
demás, tarde o temprano acabará perdido. Un agente del mal en forma de empresa
capitalista, la compañía bananera, introduce desorden y autoritarismo. Como
en la Biblia, la situación de pecado provoca un diluvio. En Macondo, con la
exageración característica del realismo mágico, la lluvia se prolonga a lo
largo de cuatro años, once meses y dos días.
No es este el
único cataclismo que nos recuerda un relato veterotestamentario. García
Márquez ofrece una muy personal reelaboración de las plagas que Dios, en el
Antiguo Testamento, envía contra los egipcios. Aparece así un cóctel
explosivo, fruto de la combinación de lo legendario con un punto surrealista.
Pensamos en el flagelo que sufren los personajes al desencadenarse una epidemia
de insomnio, una enfermedad que lleva aparejado algo más temible y
devastador: la desaparición de los recuerdos.
Como podemos
ver, las referencias a la Biblia, explícitas o implícitas, son continuas.
En cierta ocasión, un niño, Aureliano, describe tan bien una matanza perpetrada
por el ejército que su abuela, Fernanda, no puede evitar pensar en el
Evangelio. Cree presenciar una “parodia sacrílega” del encuentro de Jesús con
los doctores.
Cien años de
soledad acaba
con una escena de destrucción, pero no es solo por eso que los especialistas
vinculan su final con el del Nuevo Testamento. Apocalipsis, en su sentido
original, significa “revelación”. Eso, poner al descubierto un secreto, es lo
que hace Aureliano Babilonia cuando ya es demasiado tarde para todo. Interpreta
entonces las profecías de unos pergaminos a medida que se suceden los hechos
que describen los textos. Sabe que no sobrevivirá a esa
lectura.
No hemos
agotado, ni mucho menos, los vínculos entre la Biblia y la obra de García
Márquez. Lo religioso es un ingrediente básico en la receta con la que
el Nobel colombiano cocina los elementos de la realidad: parte de
experiencias propias o ajenas y las deforma una y otra vez, hasta crear con
ellas potentes mitos. Cien años de Soledad, sin esta fuente de
inspiración, no habría alcanzado su descomunal excelencia en el arte de contar
bien una historia.
Publicado por
Religión Digital:
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