Fe y Vida | Andrea Safier
Dios nos
está convocando a “pasar de un cristianismo de costumbres a uno de testigos”, afirma el papa Francisco
Ser testigos de la
esperanza
Como a todo el mundo, a nosotros nos
interesa salir ilesos de esta realidad crítica. Y en la práctica cristiana, nos
sentimos llamados a testimoniar la coherencia de la fe cristiana -personal y
comunitaria- en este tiempo de pandemia.
Situados así ante la realidad, nos
hemos preguntado y orado a nivel personal y en comunidad, cuál debe ser nuestro
comportamiento que, compartiendo los mismos peligros, las mismas expectativas y
los mismos desafíos, esté marcado por un testimonio coherente, que a su vez
anime a los que nos rodean y el camino de Jesús ilumine nuestras vidas.
Nuestras reflexiones son muy
amplias, requieren espacios de oración y discernimiento. Celebrar la fe y
continuar nuestras tareas ordinarias conlleva un estilo de vida cristiana. Si
nos preguntamos dónde están ancladas nuestras vidas, miradas desde la fe que
compartimos, proponemos cuatro modos entrelazados de asumir este tiempo: la esperanza,
la fraternidad, la misión y el testimonio. Comencemos reflexionando sobre
la esperanza
La esperanza
¿Es posible la esperanza en
tiempo de coronavirus? Es imposible asumir nuestra condición sin
esperanza. La desesperanza no nos conduce a ninguna parte, no abre horizontes.
Nos quedamos confundidos, indecisos, incapaces de darles soluciones adecuadas a
nuestro tiempo. Sin esperanza no hay vida.
Plantear hoy la esperanza es un gran desafío. En tiempos de incertidumbre como los que nos toca vivir por la pandemia de coronavirus. ¡Quién sabe cuál es el contenido de nuestra esperanza! No faltan agoreros que dicen que no queda nada bueno que esperar. Muchos insisten en “el fin del mundo” porque han pedido el sentido de la esperanza.
En el mito de Pandora, cuando esta mujer abre la caja que se le ha
entregado, salen todos los males. Pero en la caja, al ser abierta por su
curiosidad, permanece la esperanza. es la única que no sale de la caja al ser
abierta por la curiosidad.
La esperanza es un consuelo. No es un regalo, es una tensión negativa, ya que esperar es estar siempre en falta de algo, desear lo que no se tiene, estar insatisfecho por no sentirse completo. Cuando se espera sanar, es que se está enfermo…
Necesitamos, en todo caso, pensadores sobre la esperanza, con el coraje de ser
utópicos. La utopía es necesaria como conjunto de ensoñaciones
sociales, en las que se ha produzca una contraposición entre las ideas que
han intentado prevalecer. Soñar para estar despiertos…
Sin esperanza, no hay
humanización. Hay conformismo resignado
y, por eso mismo, cómplice. El filósofo Bloch enunció el “principio esperanza”,
como motor del ser humano. Un teólogo católico vio su realización en el
“principio misericordia”.
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