Solidaridad | Ecclesia
Cardenal Cañizares, con
Haití y Afganistán: «No podemos ser espectadores pasivos y satisfechos ante
tanto sufrimiento y desastre!»
El arzobispo
de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, pide solidaridad ante el sufrimiento
de los afganos y la tragedia de Haití tras el terremoto sucedido el 14 de
agosto en el que fallecieron más de 2.200 personas. «¡Sí!, no podemos ser
espectadores pasivos y satisfechos ante tanto sufrimiento y desastre. Podemos y
debemos mostrar nuestra más grande y noble solidaridad, generosa, amplia y sin
fisuras, con aquellos hermanos nuestros de Haití, a los que debemos ayudar
generosamente», asegura el arzobispo en una carta.
Por una parte,
el cardenal reconoce que Haití es un país muy probado con el terremoto actual,
«después de aquel devastador huracán Matteus, y después de aquel otro terrible
terremoto de tan grandes y devastadoras dimensiones padecido hace unos años,
del que todavía no se ha recuperado». «Las imágenes y las noticias que nos
llegan nos estremecen y golpean nuestras conciencias, nos gritan: «¡compasión,
caridad, cercanía! ¡venid, ayudadnos!»; su dolor y desgarro nos llaman y apelan
a nuestra solidaridad más empeñativa», asegura.
Por otra
parte, «un dolor semejante es ineludible ante Afganistán»: «No olvidemos a
Afganistán, oremos por la paz y el establecimiento de la verdad, la justicia,
el establecimiento de la concordia y el respeto los derechos humanos en aquel
país con el cese de toda violencia».
Seguimos
sobrecogidos ante la gran y nueva tragedia de Haití, tan probado, que tanto
está sufriendo por el terremoto último, después de aquel devastador huracán
Matteus, y después de aquel otro terrible terremoto de tan grandes y
devastadoras dimensiones padecido hace unos años, del que todavía no se ha
recuperado. Las imágenes y las noticias que nos llegan nos estremecen y golpean
nuestras conciencias, nos gritan: «¡compasión, caridad, cercanía! ¡venid,
ayudadnos!»; su dolor y desgarro nos llaman y apelan a nuestra solidaridad más
empeñativa.
¡Esperan y esperamos gestos maravillosos de solidaridad, apoyo y
cercanía de todos los países y de todas las gentes como respuesta a este grito
que ha de darse ante esta inmensa tragedia por parte de la gran familia humana,
de naciones, de instituciones, de personas, siempre de personas. ¡Un pueblo muy
pobre de esta manera asolado! ¡Qué misterio tan grande! Los más pobres siempre
los más afectados por estas terribles desgracias.
Nos encontramos, una vez más, ante el enigma del mal que no llegamos
nunca a descifrar. Nos golpea la gran tragedia que ahora padece una nación
entera, tantas familias, tantos niños, tantos muertos, tantos heridos… y que en
otros momentos sufren también otros pueblos y otras gentes. Hoy no tenemos
ninguna otra respuesta que la de la Cruz, el silencio más activo de la Cruz: ¡Jesús,
Dios con los hombres, padece con ellos, por amor a ellos, no los deja en la
estacada!; y la padece no como un espectador satisfecho, sino viviendo y
orando, unido por amor a la gran tragedia del hombre que sufre. Y, al mismo
tiempo, otra terrible desgracia la ocurrida en Afganistán que es lucha armada
de los talibanes.
¡Qué menesterosos e inermes nos sentimos frente a la gran desgracia del
terremoto que ha asolado Haití! ¡Cuánta desolación y muerte, cuánta destrucción
y sufrimiento, cuánto dolor y tristeza en las imágenes que de allí nos llegan,
en las que se nos deja atisbar la magnitud de la desgracia! ¡Qué incomprensible
todo! Y un dolor semejante es ineludible ante Afganistán.
¡Sí!, no podemos ser espectadores pasivos y satisfechos ante tanto sufrimiento
y desastre. Podemos y debemos mostrar nuestra más grande y noble solidaridad,
generosa, amplia y sin fisuras, con aquellos hermanos nuestros de Haití, a los
que debemos ayudar generosamente. Para ello Cáritas –siempre Cáritas– ha
dispuesto ayudas múltiples, incluso la apertura de una cuenta para canalizar
los donativos y ayudas, así por Caritas Diocesana de Valencia.
¡Sí! ¡Es la hora urgente, cierto, de la verdad de nuestra caridad que es
más exigente aún que la misma solidaridad; es la hora de hacernos enteramente
cercanos, hermanos de verdad, con quienes tanto y tanto están sufriendo, es la
hora de compartir como hermanos y de ayudarles humanamente; es el momento de
que la caridad de nuestras obras corroboren la caridad de las palabras!
Pero aun siendo esto necesario, más aún imprescindible e inaplazable, la
magnitud de la ruina producida, sólo Dios, Dios cercano, puede reconstruirla;
tanta desolación y muerte sólo Dios con su fuerza y su amor puede atenderlas y
vencerlas; tantas heridas y lágrimas, sólo Él, Padre de misericordia y Dios de
toda consolación, puede consolarlas, calmarlas y curarlas; el abandono y la
soledad de los muchísimos que han quedado sin padres o sin familia, sin hogar y
sin cariño de los suyos, sólo Dios puede acompañarlos. ¿De dónde vendrá el
auxilio a tan grandes y tan graves desgracias? ¡El auxilio les viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra! Él está allí, sufriendo con ellos, con su
infinito amor y suprema cercanía, en esa cruz de Haití.
Por eso es preciso, como prueba grande y decisiva de caridad y cercanía
plena, junto a todas las ayudas e inseparable de ellas, elevar ahora la
plegaria llena de confianza por Haití, y clamar desde lo hondo al Señor,
todopoderoso e infinito en su compasión, que tenga piedad y acoja a los que han
muerto y los tenga junto a Sí. Que esté al lado de los heridos y maltrechos, de
todas las todavía innumerables víctimas y de las familias afectadas, que les
muestre su favor como a todos nos lo ha mostrado de manera tan admirable en el
Hijo suyo enviado en carne a los hombres, a los que no desdeña llamar hermanos,
cuyos sufrimientos ha asumido, y cuya muerte y destrucción ha vencido con su
cruz y resurrección. Que ilumine su Rostro sobre ellos y que hallen en Él toda
gracia, auxilio, esperanza y consuelo. Que a todos nos conceda volver a Él,
esperar en Él, para amar con su mismo amor, como Él, solidario tan total con lo
más hondo de los sufrimientos de los hombres, y para que los hombres vivan
confiando en su misericordia que siempre es grande y fiel, inmensa, y que nunca
falla. Los creyentes, como deber ineludible de caridad –que nos urge más que a
nadie– no podemos ni debemos dejar de ayudar, compartir lo que tenemos con
nuestra ayuda económica, y orar. Sin Dios que salva y ama no podemos hacer nada,
ni siquiera amar; y orar nos empeña aún en la caridad solidaria y total con el
pueblo de Haití, para hacer su voluntad y reconocerle donde está: sufriendo con
los que sufren.
No olvidemos a
Afganistán, oremos por la paz y el establecimiento de la verdad, la justicia,
el establecimiento de la concordia y el respeto los derechos humanos en aquel
país con el cese de toda violencia.
+ Card.
Antonio Cañizares Llovera
Arzobispo de
Valencia
Publicado
por Revista Ecclesia:
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