Espiritualidad | Pedro Barrado/VN
¿Hay que seguir esperando la resurrección?
Hace ya muchos años, cuando yo tendría alrededor
de siete, mis padres y yo fuimos de Alicante a Mallorca. Ansiaba llegar al
camarote del barco –que mi imaginación infantil situaba por debajo de la línea
de flotación del barco– y mirar por el ojo de buey para contemplar el
fascinante y enigmático mundo submarino.
El recuerdo me ha venido a la memoria cuando he
tenido que estar otro ojo de buey. Este, mucho más grande, se encontraba en la
sala 7 del tanatorio de la M-30, de Madrid, el primero que se inauguró en la
capital. A través de este ojo de buey no veía ningún fascinante mundo
acuático, sino a mi suegro Paco –bendita sea su memoria–.
Para la Biblia, el mar es símbolo del mal, de las
potencias oscuras contrarias a la vida. Entonces contemplé a Paco, que, desde
la inmovilidad cetrina que proporciona la muerte, entonaba el salmo que
pronuncia Jonás en las entrañas del gran pez, símbolo del Abismo: “Invoqué
al Señor en mi desgracia y me escuchó; desde lo hondo del Abismo pedí auxilio y
escuchaste mi llamada. Me arrojaste a las profundidades de alta mar, las
corrientes me rodeaban, todas tus olas y oleajes se echaron sobre mí. Me dije:
‘Expulsado de tu presencia, ¿cuándo volveré a contemplar tu santa morada?’ El
agua me llegaba hasta el cuello, el Abismo me envolvía, las algas cubrían mi
cabeza; descendí hasta las raíces de los montes, el cerrojo de la tierra se
cerraba para siempre tras de mí. Pero tú, Señor, Dios mío, me sacaste vivo de
la fosa. Cuando ya desfallecía mi ánimo, me acordé del Señor; y mi oración
llegó hasta ti, hasta tu santa morada. Los que sirven a ídolos vanos abandonan
al que los ama. Pero yo te daré gracias, te ofreceré un sacrificio; cumpliré mi
promesa. La salvación viene del Señor” (Jon 2,3-10).
La claridad de la salvación
El anhelo de salvación que expresa Jonás se
hace verdad en Jesús, por eso leemos en el evangelio: “Tres días y tres
noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches
estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Los hombres de Nínive se
alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque
ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más
que Jonás” (Mt 12,40-41).
Estoy convencido de que, desde el seno de la
muerte, mi suegro Paco ya está vislumbrando la claridad de la salvación de
Cristo.
Publicado por Vida Nueva
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