Fe y Vida | Amedeo Lomonaco/VN
El magisterio de la Iglesia Católica sobre
la eutanasia
La Iglesia, en sus 2000 años de historia, siempre ha defendido la vida
humana desde la concepción hasta la muerte natural, con una particular atención
a las fases frágiles de la existencia. El 'no' a la eutanasia y al ensañamiento
terapéutico son un 'sí' a la dignidad y a los derechos de la persona: incurable
no significa in-cuidable
En su etimología griega, la palabra eutanasia está vinculada al concepto
de "buena muerte" (εὐθάνατος). Este término se asociaba en la antigüedad a una muerte sin sufrimiento. El
objetivo del médico era conseguir, en la medida de lo posible, que los últimos
momentos de vida fueran indoloros. Esta forma de "eutanasia" no
estaba en desacuerdo con el juramento hipocrático: "Jamás daré a nadie medicamento
mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo;
tampoco administraré abortivo a mujer alguna". Sin embargo, hoy en día, el
término eutanasia ya no se refiere a ese significado original. Se entiende más
bien como una acción encaminada a provocar anticipadamente la muerte de un
enfermo para aliviar su sufrimiento.
No a la eutanasia y al ensañamiento terapéutico
En sus dos mil años de historia, la Iglesia Católica siempre ha afirmado
que la vida humana debe ser defendida desde la concepción hasta la muerte
natural. Así, según el Catecismo de la Iglesia Católica, "La eutanasia
voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un
homicidio. Es gravemente contraria a la dignidad de la persona humana y al
respeto del Dios vivo, su Creador" (2324).
El progreso tecnológico ha dado lugar a nuevas cuestiones éticas. El
desarrollo de la medicina ha hecho posible mejorar la salud y prolongar la vida
de una forma que nunca había ocurrido en el pasado y que no podía imaginarse.
En este sentido, hace 65 años, el 24 de noviembre de 1957, Pío XII pronunció un discurso ante un grupo de
anestesistas y reanimadores que el Papa Francisco ha calificado de "memorable".
Reafirmando la no licitud de la eutanasia, el Papa Pacelli afirma, sin
embargo, que “no es obligatorio utilizar siempre todos los recursos
potencialmente disponibles y que, en casos bien determinados es lícito
abstenerse”: es la primera alusión al principio del llamado "ensañamiento
terapéutico". Se define como moralmente lícito renunciar a la aplicación
de medios terapéuticos, o suspenderlos, cuando su uso no corresponde al
criterio de "proporcionalidad de la cura".
Juan XXIII, Pablo VI y el Concilio Vaticano II
En la encíclica "Mater e Magistra" Juan
XXIII subraya que "La vida del hombre, en efecto, ha de considerarse por
todos como algo sagrado, ya que desde su mismo origen exige la acción creadora
de Dios". En la encíclica "Pacem in Terris" Juan
XXIII indica también entre los derechos, el derecho humano “a la existencia",
un relacionado “al deber de conservarla".
La Constitución conciliar "Gaudium et spes" sitúa
la eutanasia en la lista de las violaciones del respeto a la persona humana y
" Cuanto atenta contra la vida -homicidios de cualquier clase, genocidios,
aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado-; cuanto viola la integridad
de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales
o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende
a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las
detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la
trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que
reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la
libertad y a la responsabilidad de la persona humana" (GS 27).
Pablo VI, en 1974, relacionó el final de la vida con las cuestiones
raciales, dirigiéndose al Comité Especial de las Naciones Unidas para el
Apartheid, subrayando la igualdad de todos los seres humanos y
la necesidad de proteger los derechos de las minorías, así como los derechos
“de los enfermos incurables y de todos aquellos que viven marginados en la
sociedad o que no tienen voz”.
Juan Pablo II: la eutanasia y la cultura de la
muerte
En su encíclica “Evangelium Vitae” de 1995, Juan
Pablo II señala que la eutanasia, "encubierta y subrepticia, practicada
abiertamente o incluso legalizada", está cada vez más extendida. "Por
una presunta piedad ante el dolor del paciente, es justificada a veces por
razones utilitarias, de cara a evitar gastos innecesarios demasiado costosos
para la sociedad. Se propone así la eliminación de los recién nacidos
malformados, de los minusválidos graves, de los impedidos, de los ancianos,
sobre todo si no son autosuficientes, y de los enfermos terminales”.
El Pontífice polaco subrayó que "es cada vez más fuerte la
tentación de la eutanasia, esto es, adueñarse de la
muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin
‘dulcemente’ a la propia vida o a la de otros". “En realidad, lo que
podría parecer lógico y humano, al considerarlo en profundidad se
presenta absurdo e inhumano. Estamos aquí ante uno de los
síntomas más alarmantes de la ‘cultura de la muerte’".
Benedicto XVI: el cuidado del amor y el
acompañamiento
“¿Tiene aún sentido la existencia de un ser humano que se encuentra en
condiciones muy precarias, por ser anciano y estar enfermo? ¿Por qué seguir
defendiendo la vida cuando el desafío de la enfermedad se vuelve dramático, sin
aceptar más bien la eutanasia como una liberación?". Con estas preguntas,
- explicaba Benedicto XVI en 2007 -
debe confrontarse quien está llamado a acompañar a los ancianos enfermos,
especialmente cuando parece que no tienen ninguna posibilidad de
curación". “La actual mentalidad eficientista – añadió - a
menudo tiende a marginar a estos hermanos y hermanas nuestros que sufren, como
si sólo fueran una "carga" y un "problema" para la
sociedad. Al contrario, quien tiene el sentido de la dignidad humana sabe que
se les ha de respetar y sostener mientras afrontan serias dificultades
relacionadas con su estado. Más aún, es justo que se recurra también, cuando
sea necesario, a la utilización de cuidados paliativos que, aunque no pueden
curar, permiten aliviar los dolores que derivan de la enfermedad”. “Sin
embargo, junto a los cuidados clínicos indispensables – afirma Benedicto XVI –
es preciso mostrar siempre una capacidad concreta de amar, porque los enfermos
necesitan comprensión, consuelo, aliento y acompañamiento constante”.
Francisco: no a la cultura del descarte
El pensamiento dominante, marcado por la "cultura del
descarte", propone a veces una "falsa compasión": "la que
considera -subrayó el Papa Francisco en 2014, dirigiéndose a los
participantes en un congreso promovido por la Asociación de Médicos Católicos
Italianos- una ayuda para la mujer favorecer el aborto, un
acto de dignidad facilitar la eutanasia, una conquista científica ‘producir’ un
hijo considerado como un derecho en lugar de acogerlo como don; o usar vidas
humanas como conejillos de laboratorio para salvar posiblemente a otras. La
compasión evangélica, en cambio, es la que acompaña en el momento de la
necesidad, es decir, la del buen samaritano, que ‘ve’, ‘tiene compasión’, se
acerca y ofrece ayuda concreta (cf. Lc 10, 33)”.
Por último, el Papa Francisco subraya, en un mensaje de 2017 sobre el tema del final de la vida,
que “no activar o suspender el uso de medios desproporcionados, equivale a
evitar el ensañamiento terapéutico, es decir, a llevar a cabo una acción que
tiene un significado ético completamente distinto de la eutanasia, que sigue
siendo siempre ilícita, ya que se propone interrumpir la vida dando la
muerte”. Y recuerda lo expresado en el Catecismo de la Iglesia Católica: “La
interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o
desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos
tratamientos es rechazar el ensañamiento terapéutico. Con esto no se pretende
provocar la muerte; se acepta no poder impedirla”.
Incurable no es in-cuidable
En la Carta "Samaritanus bonus" sobre
el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida,
aprobada por el Papa Francisco y publicada el 22 de septiembre de 2020, la
Congregación para la Doctrina de la Fe afirma que "incurable, de hecho, no
es nunca sinónimo de in-cuidable”: los afectados por una enfermedad en fase
terminal, así como los que nacen con una expectativa limitada de supervivencia,
tienen derecho a ser acogidos, cuidados, rodeados de afecto. La Iglesia se
opone al ensañamiento terapéutico, pero reitera “como enseñanza definitiva que
la eutanasia es un crimen contra la vida humana”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...