Fe y Vida | Ir. Michele da Silva; Ir. Glenda Sábio Garcia; Ir. Elis Alberta R. dos Santos; Ir. Leidiane Paes Abreu; Ir. Samanta Karla de Sousa Carneiro
"Desafiamos al patriarcado a repensar
sus teorías y teologías que quieren definir el papel de la mujer en la sociedad
y en Iglesia"
"¿Por qué tenemos que considerarnos:
'Esposas y madres'?"
Nacimos mujeres, eso es lo que dijeron. Poco sabíamos de la belleza y las luchas que nos
esperaban como mujeres en una sociedad patriarcal, y en un contexto histórico
de avances y retrocesos en cortos periodos de tiempo. Hemos pensado y queremos
proponer esta reflexión sobre los roles de esposa y madre, hermosos cuando son
por libre elección y no por una imposición social, cultural y religiosa.
La mujer sigue ligada a la función reproductora, a
la capacidad de generar y al trabajo de cuidados no remunerado. Estas asociaciones dificultan la acogida e
incluso condenan a las mujeres que no encajan en sus patrones. Crecimos
educadas en la fe católica, que -muy a menudo- refuerza esas normas, sin
cuestionarlas demasiado. De las diversas vocaciones que se nos presentaban en
nuestra juventud, siempre mirábamos a las mujeres consagradas de forma
diferente, sentíamos un aire de libertad en sus cuerpos que nos
cautivaba.
Desde que nos encantó la Vida Religiosa Consagrada
-VRC- siempre nos parecieron extraños los conceptos: "Esposa de
Cristo" y "Madre Espiritual". Respetamos la historia de las
Congregaciones y la forma en que cada religiosa vive su espiritualidad, pero
estos conceptos nos molestan mucho. Como Mujeres Consagradas tenemos un
potencial increíble para anunciar la Buena Noticia de la liberación, para
promover el protagonismo y el empoderamiento de las personas más vulnerables,
para construir un mundo más humanizado y, como minoría, para caminar con los
grupos minoritarios. ¡Somos creativas, libres y podemos vivir en una
dinámica de discipulado de iguales, en sororidad y en la emancipación de la
mujer!
La descolonización de nuestros cuerpos pasa por la
toma de conciencia de cómo el peso del patriarcado nos ha definido desde una
imposición social. Y hoy
sentimos la necesidad de romper con estas ideologías que mistifican nuestro
ser. La vida religiosa consagrada femenina sí es vivificante, pero porque
cuida, promueve y ayuda a liberar, por eso es fecunda. La sublimación no es
suficiente para nuestra elección de vida, sino que es el sentido de nuestro Sí,
que se fundamenta en la persona de Jesucristo, lo que nos hace libres, felices
y mujeres dadas. La historia del cristianismo primitivo ya nos llevaba en esta
dirección.
¿Quién fue el anunciador de la resurrección? ¿No se
quedó con el título de madre, de esposa? En cierto modo, esto es muy
interesante porque grabaron de hecho lo que no se podía ocultar. María
Magdalena fue la amiga elegida para ser la anunciadora de la Buena Nueva de la
Resurrección, y así lo hizo. Este sería el papel y la mejor exaltación que
debería darse a una mujer así. Con su propia vida proclamó que no aceptaba el
esquema preestablecido hasta entonces. Era la mujer reconocida por su misión,
¡como apóstol de la resurrección! Y hoy, ¿por qué es tan difícil que
nos reconozcan por lo que somos y queremos ser? ¿Por qué es tan difícil? ¿No
sería esta una estrategia del patriarcado para mantenernos presas en una idea
creada y mantenida por ellos? ¿Para beneficiarse de alguna manera?
Hoy desafiamos al patriarcado a repensar sus
teorías y teologías que quieren definir el papel de la mujer en la Iglesia. No hicieron de María Magdalena la madre, la
esposa del hogar, sino que la convirtieron en la mujer adúltera, la mujer
seductora y prostituta. Si hubiera hecho todo eso, aun así, no perdería el
protagonismo y el brillo de la mujer valiente y atrevida que era. ¿No es
curioso que cuando no es esposa y madre, la mujer modelo del ideal espiritual,
se convierte en la mujer desviada o fuera de esquema? ¿No es un fetiche creado
por el sistema patriarcal? ¿No deberíamos cuestionar el patriarcado con todas
sus estructuras y quizás sugerir que se siente en el sofá?
A lo largo de la historia del CRV, hemos sido
testigos del papel fundamental de mujeres que rompieron los esquemas de su
tiempo y se atrevieron a pensar "fuera de lo establecido". Estas religiosas inspiradas por la Ruah
Divina, fundaron congregaciones, se enfrentaron a las autoridades religiosas y
políticas y fueron extremadamente fuertes frente a una sociedad patriarcal y
machista! ¿Por qué, entonces, tenemos que considerarnos: "Esposas y
madres"? La sociedad impone esta condición. Una mujer sólo se completa con
la maternidad, por lo que necesita ser espiritual, en el VRC, y también
necesita ser esposa y servidora. Ahí tenemos el modelo perfecto.
Hay que hablar más de esto. La maternidad y el
matrimonio son hermosas vocaciones, pero para quienes las tienen. Nosotras,
como muchas, hemos sido llamadas a ser compañeras de viaje, a luchar por la
justicia, la igualdad y para que todos tengan una vida plena. ¡La
vocación a la Vida Religiosa Consagrada es para la libertad, para la
construcción y transformación del Reino de Dios, necesitamos empoderarnos de
nuestra misión como Mujeres Consagradas y no asumir la vocación de madres y
esposas!
Esta provocación es para que reflexionemos, necesitamos
transformar las estructuras patriarcales que nos han impuesto tabúes y pesos
que no tenemos que cargar, ¡no nos pertenece! Construyamos una nueva
mirada de la VRC femenina, libre, profética, solidaria, desde la mirada
renovada e integral de nuestros cuerpos femeninos.
Invitamos a los queridos compañeros del CRV a
hablar de este tema y a abrirse a nuevas posibilidades. Podemos sentirnos mucho
más realizadas cuando nos asumimos como las mujeres que somos. Actuando de
forma sinodal, difundimos la "diferencia" en la Iglesia y en la
sociedad de forma auténtica, humana y militante. ¡Sólo de nosotras depende dar
el primer paso hacia la revolución de la sororidad!
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