Fe y Vida | José Antonio Pagola
"El
impaciente agita mucho, pero construye poco; critica constantemente, pero
apenas siembra; condena, pero no libera"
"Son
muchos los que viven hoy a la intemperie (...) y caen en el desaliento, la
crispación o la depresión"
Lucas recoge
las palabras de Jesús sobre las persecuciones y la tribulación futuras subrayando
de manera especial la necesidad de enfrentarnos a la crisis con paciencia. El
término empleado por el evangelista significa entereza, aguante,
perseverancia, capacidad de mantenerse firme ante las dificultades,
paciencia activa.
Apenas se
habla de la paciencia en nuestros dÃas, y sin embargo pocas veces habrá sido
tan necesaria como en estos momentos de grave crisis generalizada,
incertidumbre y frustración.
Son muchos los
que viven hoy a la intemperie y, al no poder encontrar cobijo en nada que les
ofrezca sentido, seguridad y esperanza, caen en el desaliento, la crispación o
la depresión.
La paciencia
de la que se habla en el evangelio no es una virtud propia de hombres fuertes y
aguerridos. Es más bien la actitud serena de quien cree en un Dios paciente y
fuerte que alienta y conduce la historia, a veces tan incomprensible para
nosotros, con ternura y amor compasivo.
La persona
animada por esta paciencia no se deja perturbar por las tribulaciones y crisis
de los tiempos. Mantiene
el ánimo sereno y confiado. Su secreto es la paciencia fiel de Dios, que, a
pesar de tanta injusticia absurda y tanta contradicción, sigue su obra hasta
cumplir sus promesas.
Al impaciente,
la espera se le hace larga. Por eso se crispa y se vuelve intolerante. Aunque
parece firme y fuerte, en realidad es débil y sin raÃces. Se agita
mucho, pero construye poco; critica constantemente, pero apenas siembra;
condena, pero no libera. El impaciente puede terminar en el desaliento, el
cansancio o la resignación amarga. Ya no espera nada. Nunca infunde esperanza.
La persona
paciente, por el contrario, no se irrita ni se deja deprimir por la tristeza. Contempla la vida con
respeto y hasta con simpatÃa. Deja ser a los demás, no anticipa el juicio de
Dios, no pretende imponer su propia justicia.
No por eso cae
en la apatÃa, el escepticismo o la dejación. La persona paciente lucha y combate dÃa a dÃa,
precisamente porque vive animada por la esperanza. «Si nos fatigamos y luchamos
es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo» (1 Timoteo 4,10).
La paciencia
del creyente se arraiga en el Dios «amigo de la vida». A pesar de las
injusticias que encontramos en nuestro camino y de los golpes que da la vida, a
pesar de tanto sufrimiento absurdo o inútil, Dios sigue su obra. En él ponemos
los creyentes nuestra esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...