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El Papa: “A los curas les digo que sean
pastores de pueblo y no clérigos de Estado”
Compartimos la entrevista al Santo Padre realizada por el Padre
Guillermo Marcó, de Infobae, en el cual recorre las etapas de su vocación
sacerdotal, el servicio, la sinodalidad, sus devociones, entre otros temas.
Padre Marcó: “A 10 años de su elección como Papa, sigue siendo antes que nada
cura. Con las limitaciones, los errores, los pecados, pero cura”.
“Caminando por los alrededores de la Plaza de San Pedro, pienso en los
millones de personas que desearían conversar un rato con el Papa Francisco.
Hace años que tengo ese raro privilegio”, es lo que afirma el Padre Guillermo
Marcó, del sitio argentino Infobae, en la entrevista que realizó en vista del
10 aniversario de su elección a la cátedra de Pedro. “Conversaba con él en
Buenos Aires a veces más de una vez en el día – precisa el padre Marcó – hoy a
la distancia el contacto es menos frecuente, pero conserva la frescura de la
cercanía y la amistad adquirida con los años; en eso no ha cambiado. Sigue
hablando con modismos argentinos, a veces intraducibles a otras lenguas. En
junio del 2022, después de una hora de charla, en su cuarto en Santa Marta, le
conté que estaba haciendo unos podcasts, y que me gustaría que otros
participaran de estas charlas que tenemos”.
Entrevista publicada en Infobae:
— Muy feliz aniversario.
— Gracias a ti por la visita.
— Estos 10 años de algo inesperado... Me acuerdo
cuando te viniste de Buenos Aires, después de la renuncia de Benedicto, y de repente,
estando yo en la parroquia, llegó el padre Juan Cruz Villalón y me dice “hubo
fumata blanca”, fuimos al televisor y cuando el cardenal Jean-Louis Tauran dijo
“Georgium Marium” yo dije: “Es Bergoglio”, no lo podía creer. Te vi ahí y me
parecía una cosa increíble, hasta el día de hoy me sorprende este cambio de
vida que Dios te tenía programado. Lo primero que quiero preguntarte es qué es
lo que más te atrae de seguir a Jesús.
— No lo puedo verbalizar. Lo que te puedo decir es que cuando me pongo
en línea me siento en paz, me siento feliz. Cuando no lo sigo, porque me canso,
porque le pongo horarios o le pongo tiempo me siento soso. Es como ya te copó
la vida, entonces para mí no tiene sentido en este momento pensar de un modo
diverso, aunque mantenga las apariencias de consagración. El único camino
posible, alguna vez alguien me dijo Dios te da la libertad, siempre da la
libertad, pero una vez que uno conoce a Jesús pierde la libertad. Ahí me puso
en un aprieto. Yo no sé si la pierde o no la pierde, pero la manera que tiene
el Señor de llamarte y de dialogar con vos te hace decir no, a otro lado no
voy, esto me basta y me sobra ¿no? O sea que siento ese equilibrio en el buen
sentido de la palabra. No psicológico, de paz. Incluso en momentos de mucho desequilibrio
por situaciones difíciles que hay que encarar.
— Pudiste discernir tu vocación allá en ese
confesionario en la Parroquia de San José de Flores. ¿Qué sentiste de
particular en ese llamado?
— Es curioso porque después de esa experiencia el 21 de septiembre yo
seguí mi vida sin saber lo que iba a hacer. Pero había algo distinto que se iba
imponiendo lentamente. No salí de ahí y me fui al seminario. De ninguna manera.
Pasaron tres años. Es como un proceso que te va cambiando las pautas, las
referencias. El Señor va entrando en tu vida y te la va reordenando. Y sin
quitarte la libertad. Jamás me sentí sin libertad.
— ¿Jamás sentiste que era esto o el infierno? Dios
te dejaba la posibilidad de elegir.
— No, no, no, así out out no. Era esto o seguir como quieras...
— Químico industrial o casado con una familia.
— Tal cual. Pero esto me… Lo otro iba perdiendo visibilidad, quedaba a
un costado. Y esto se iba imponiendo.
— Lo veo en mi propia vida, el sí y el no que uno
le dice a Dios en determinados momentos cuando el Señor invita e invita de esta
manera muy delicada, sin obligar, casi seduciendo. Hace poco casé a otra pareja
más de la Pastoral Universitaria, de los tantos que se han conocido en la
Parroquia y pensé que, si yo no hubiese dicho que sí, esta historia no hubiera
pasado, o hubiera sido diferente. Cuando te toca definirte, decís, en el libro
“El Pastor” de Francesca Ambrogetti y de Sergio Rubin: “Yo me defino como
cura”. ¿Por qué seguís definiéndote como cura, qué es lo que más te gusta de la
vocación de un cura?
— Estar al servicio. Una vez un cura me decía, vivía en un barrio muy
pobre, no una villa miseria, pero casi, pero muy pobre, y él tenía su casa
parroquial al lado de la iglesia y me decía que cuando tenía que cerrar la
puerta la gente le golpeaba la ventana. Entonces me decía yo tengo ganas de
tapiar esa ventana porque no te dejan tranquilo. La gente no te deja tranquilo.
Y por otro lado decía si yo tapiara la ventana no estaría tranquilo y de una
manera mucho peor. Porque una vez que entrás en el ritmo del servicio, te
sentís mal cuando pegás una tajada de egoísmo para vos mismo. No sé, la
vocación de servicio es un poco eso, no te podés imaginar la vida sino estando
al servicio. No sé, yo por ningún cargo negociaría ser cura después de la experiencia
de cura. Con las limitaciones, los errores, los pecados, pero cura.
— Me consta que siempre, aun cuando eras obispo,
algo que marcás mucho es el tema de la carrera eclesiástica, que a muchos los
separa de la vida sacerdotal o de la vida común, pero vos fuiste marcando en tu
propio episcopado, y soy testigo de ello, una cercanía con los sacerdotes.
Siendo obispo de Buenos Aires, pasarte la noche en un sanatorio o en un
hospital porque había un cura internado, o ir al velorio o al entierro de un
cura al que se le murió la madre. Me gustaría que en este día de los 10 años
nos dieras una palabra de aliento a los curas. Qué les decís a los curas. Has
tenido miles de encuentros con curas de todo el mundo. ¿Qué valoras de ese
ministerio?
— A un cura lo que le digo es “sé cura”. Y si no te funciona buscá otro
camino, la Iglesia te abre otras puertas. Pero no te conviertas en un
funcionario. Me gusta decir esto: sé pastor de pueblo y no clérigo de Estado.
Como los “Monsieur l’Abbé” [N. de la E: Señor Abate] de las cortes
francesas ¿no? Vos sos un funcionario y ya perdés. Curioso, la primera palabra
que tiene en la boca el funcionario es no, no se puede. No, no hay lugar. No.
No. No, a esta hora no, a tal otra. Siempre primero el límite, después el
encuentro. Y en vez la primera palabra que tiene un cura es sí, sí, sí. Mira,
hoy no puedo, pero arreglemos así, veamos. Y eso quién lo paga, su salud, su
tiempo, su tranquilidad. Un cura que sea empleado público no va, porque se
oxida la vocación. Tenés algunos casos tristes de hombres insatisfechos, que
incluso se preguntan si vale la pena. Una vez que un cura es cura es pastor de
pueblo. Si no, termina siendo un clérigo de Estado, un administrador. Este
casamiento con tales luces, tanto. Esto, tanto. Y entonces lo que es la
vocación, tirarte al seguimiento de Jesús en la necesidad de los demás, la
perdés siendo un administrador del templo que te dieron.
— ¿Relacionás eso con la crisis de vocaciones?
— No, la crisis de vocaciones creo que es un problema sociológico que
hay que resolver de alguna manera. Pero no se resuelve abriendo las puertas
mal. Aquí en algún lugar de Europa hubo casos de querer resolverlo admitiendo
gente que no era apta para el ministerio. Y es una hipoteca para el día de
mañana. El cura no tiene que ser un purasangre, no, es tan pecador como
cualquiera de los demás, pero sí tiene que ser un hombre con una vocación
definida. Ser cura no tiene que ser un lugar de refugio para aquellos que en el
mundo no funcionan o porque son tímidos, o porque son de poca imaginación, o
porque no saben qué hacer de su vida o porque viven una espiritualidad chirle
sin consistencia. La vocación de cura es una vocación de adoración y de
servicio. Un cura que es incapaz de adorar al Señor, de pasar tiempo delante del
Sagrario adorando, no sirve. Un cura que es incapaz de estar sirviendo toda la
vida no sirve.
— Yo trabajo mucho con jóvenes y me parece que
también hay una dificultad grande en estos tiempos para despertar lo
sobrenatural. Como que esta dimensión de largo plazo... les pasa lo mismo con
el tema de comprometerse con una pareja, dicen bueno, no sé, estamos viendo,
nos estamos conociendo. Hay como mucho miedo a un compromiso más permanente. Yo
creo que nuestra formación quizás hasta familiar, social, ayudaba más a pensar
el largo plazo. ¿Cómo ves esa inmediatez de los jóvenes con ese deseo de
búsqueda de Dios?
— Sociológicamente no sé cómo explicarlo, pero acá muchas mujeres me
dicen padre, tengo a mi hijo que no se casa. ¿Y cuántos años tiene tu hijo? Y,
33, 35. Señora, no le planche más las camisas. Que se sienten cómodos. Como que
hay hoy día un procrastinar el tomar decisiones definitivas. Entonces esos
noviazgos eternos que no terminan más y después se casan y a los apurones para
poder tener un hijo porque si no ya les viene la incapacidad de engendrar...
Todo se procrastina. Y eso no es sano. Yo no diría que se busca seguridad sino
que esto sucede donde hay comodidad, donde están cómodos. Donde no hay
comodidad enseguida se resuelve el problema.
— ¿Sentís que falta heroísmo?
— Heroísmo es una palabra muy fuerte. Falta naturalidad. Naturalidad
diría. Por favor, si sos varón andá a engendrar y formá una familia. Tené
hijos. ¿No tenés ganas de tener una familia con hijos? Si sos mujer, la mujer
se casa, es más fácil, es un problema de los varones sobre todo procrastinar.
— Ha habido varias publicaciones: “Francisco gran
reformador”, y en mi opinión hay dos reformas: una que sos vos mismo. O sea, tu
estilo, tu manera de encarar las cosas. Eso para mí es una gran reforma. Que
llegue alguien al Vaticano que encarne valores muy cercanos al Evangelio de
Jesús. Y en segundo lugar, el cambio que has venido haciendo que por ahí no se
ve mucho, se verá el día que no estés, del Colegio de Cardenales. En tus
visitas a lugares donde la Iglesia estaba medio mortecina y a lugares donde está
muy viva, fuiste eligiendo pastores de esos lugares y no tanto de la tradición.
¿Cómo percibiste esa fraternidad de los nuevos cardenales?
— Los nuevos y los viejos. A la larga existe esa cercanía. Por ahí
tienen opiniones diversas pero lo bueno es que te las dicen. Yo le tengo miedo
a las agendas encubiertas. Cuando tenés algo y no lo decís. Le doy gracias a
Dios que hay comunicación en el Colegio Cardenalicio, tanto los nuevos como los
viejos. Y que tienen la libertad de decirme lo que no ven. No sé si todos, pero
muchos. A veces “oiga, tenga cuidado con esto”. “Mire que...” Ah, gracias. Lo
pienso y después lo resuelvo, le digo cómo, qué sé yo, o no le hago caso, le
digo mire, no le hago caso por esto, esto y esto. Pero el diálogo es fluido.
— Vos has instaurado -quizás no son temas de la
gran prensa- un estilo que tiene que ver con la sinodalidad. ¿Le explicarías al
común de la gente de qué se trata? ¿Qué quisiste hacer con esto de la
sinodalidad?
— Bueno, esto lo empezó San Pablo VI al finalizar el Concilio, cuando de
alguna manera dijo que volvió a entender que la Iglesia en Occidente había
perdido la dimensión de sinodalidad que la Iglesia Oriental tiene. Entonces
creó el Secretariado del Sínodo para los obispos y ahí empezaron los obispos a
reunirse cada cuatro años. A mí me tocó participar en el 94 de uno, de mucha
riqueza. Y eso se fue como perfeccionando. Cuando se cumplieron 50 años de este
camino hice un documento que me lo hicieron los teólogos, yo lo asumí, lo
corregí, pero teológico, sobre lo que es la sinodalidad en la Iglesia. Y ahora
que se van a cumplir los 60 viene un sínodo sobre sinodalidad donde todo se
define. Por ejemplo, el problema de las mujeres, ¿pueden votar o no pueden
votar. Este es un problema. ¿Cómo no van a poder votar? Pero en aquella
mentalidad, estoy hablando de 10 años atrás o menos, 8, 7, parece que no podían
porque eran cristianos de segunda. Esta cosa se ha aclarado y con este sínodo
se van a aclarar las cosas. Evidentemente, el protagonista de un sínodo es el
Espíritu Santo. Un sínodo no es un Parlamento. Un sínodo no es una recolección
de pareceres para buscar a la media común y conformar a todos y a ninguno. Un
sínodo es meterse en juego con el Espíritu Santo. Por eso hablan tres padres
sinodales en la Asamblea y después hay el mismo tiempo en silencio. Otros tres
y un silencio de oración. Y entra el Espíritu Santo. Y la experiencia es que te
va cambiando las cosas y va afinando la puntería.
— En Buenos Aires hubo un sínodo. Yo hablé de la
pastoral universitaria, que presido en la Ciudad, una pastoral que abarca la
Universidad pública más numerosa, casi 600.000 alumnos; Buenos Aires es una
ciudad universitaria importante, casi un millón de personas estudian allí, una
realidad que toca muchísimo el corazón de los jóvenes, pero éramos tres
representantes frente a una multitud de gente que venía de parroquias. Entonces
a la hora de votar obviamente las decisiones tenían que ver más con eso. Vos
todo el tiempo hablás de la Iglesia como hospital de campaña, que debe salir al
encuentro del otro, a la periferia de la vida humana, y yo no sé si la
respuesta para esas realidades va a venir mucho desde el adentro. ¿Qué voz le
damos o cómo escuchamos a aquel que está del lado de afuera? ¿Qué le dirías a
un ateo para que se acerque a la Iglesia?
— Primero le diría que me cuente cómo vive su ateísmo. Lo peor que puede
suceder es hacer proselitismo. O sea, la predicación del evangelio no es hacer
proselitismo. Eso se lo digo a todo el mundo, a todos los obispos, a los
misioneros. Ustedes van en misión, pero no hacen proselitismo. A veces
confunden ¿no? Recuerdo una vez, fue en Panamá en la Jornada de la Juventud,
que salía del estadio y había una señora que enseguida identifiqué de un
movimiento eclesial de laicos, muy simpática ella, que no era panameña, era de
otro lugar, con un chico de unos 20 años y una chica más o menos de la misma
edad, nada que ver uno con otro. Y me dijo “le quiero presentar a estos dos que
he convertido”. Yo le dije “vos no convertiste a nadie, vos lo que estás
jugando es al proselitismo y predicar el evangelio no tiene nada que ver con el
proselitismo; dejalos libres que cada uno crezca en lo suyo”. Fui un animal, no
lo tendría que haber dicho. Pero la tentación es el proselitismo. Cuando yo veo
que una parroquia o una institución está en la línea proselitista se acabó. Es
una de las enfermedades. La gran enfermedad es la selectividad. Una parroquia
para gente como uno. El GCU famoso, gente como uno. Entonces dejás afuera a un
montón de gente. A mí me decía una persona “ah, me encanta ir a esa iglesia”.
¿Por qué le gusta tanto esa iglesia? “No sé, pero el órgano, cantan, y es
lindo”. ¿Usted no se da cuenta que las misas en esa iglesia son casi vacías?
“Mejor, porque una puede encontrarse más con Dios, no me molesta la gente”. Es
toda una concepción directamente exquisita. Esa palabra hay que tener mucho
cuidado, la exquisitez no va. En la predicación del evangelio es lo de todos
los días, los golpes de todos los días, y el silencio de todos los días, la
oración de todos los días y el respeto por la gente de todos los días.
En el tiempo de Jesús había cuatro tendencias
religioso-políticas, los fariseos, los saduceos, los esenios y los zelotes. Y
Jesús no le hace el juego a ninguna. No entra en ninguna corporación ideológica,
sino que mantiene la libertad del evangelio
— Estás entrando en un tema espinoso, de conflicto.
Desde el comienzo de la Iglesia está esa tensión entre San Pablo, por un lado,
que busca acercar el evangelio a los gentiles, que sale, que habla en contra de
ciertas tradiciones del judaísmo -no hace falta circuncidarse para ser
cristiano-, y que trata de acercar a los paganos a la fe. Y por otro lado
aquellos que quieren conservar un grupo pequeño, los que nos salvamos, y no
contaminarse con el afuera, que es una discusión que viene en la Biblia desde
el Libro de los Macabeos o el de Job, o Jonás. No quiero ir a predicar a la
gran ciudad porque son todos pecadores. Vos encarnás esa tensión dentro de la
Iglesia, entre los que dicen “somos pocos lo que nos salvamos” y vos que decís
“no, hay que abrir la puerta y dejar que la salvación llegue a otros más
lejanos”.
— En el mismo tiempo de Jesús había cuatro partidos políticos, digamos
así, cuatro tendencias religiosas, religioso-políticas, los fariseos con su
propuesta, los saduceos con su propuesta, los esenios con la suya y los
zelotes. Y Jesús no le hace el juego a ninguna de las cuatro. No entra en
ninguna corporación ideológica sino que mantiene la libertad del evangelio. Y a
los discípulos los va formando en eso. Este es de derecha, este es de
izquierda, no, esas clasificaciones no corren. Y cuando vos te dejás clasificar
de derecha o de izquierda hiciste mal la opción vos, no quien te la dice. Estás
offside y por eso te clasifican así. Como esas cuatro escuelas, digamos,
religiosas del tiempo de Jesús. Jesús no opta por ninguna de ellas. Incluso las
critica o las deja solas como en el caso de los esenios que Juan el Bautista
era un poco de esa línea en parte, no siempre. Jesús es libre. Jesús le da a sus
discípulos una libertad enorme. Pensá el caso de Felipe. A Felipe el ángel, el
Espíritu Santo, le dice anda por aquel camino. Y ahí se encuentra un ministro
de economía negro de…
— Funcionario de la reina de Candace.
— Era un negro de la reina de Etiopía que era judío seguramente, cuando
fue la reina de Saba allí a la corte, qué sé yo, llevaron judíos allá. Y leía a
Isaías, no entendía nada. ¿Y Felipe qué le dice? Mira, tenés que hacer. ¿Qué
estás leyendo? Esto que no entiendo. Entonces sube y le explica Jesús nada más.
Mira, éste es Jesús que nos salvó. Ah. ¿Qué le dice el negro cuando llegan? ¿Me
podés bautizar? No, tenés que hacer el curso pre bautismal. No, a ver quién es
tu padrino, si está casado por la Iglesia o si tu madrina está casada por la Iglesia.
No. Sí, bajate. Y ahí nomás lo bautiza y desaparece. Y el otro se va contento.
¿Por qué? Porque se lleva algo dentro que es el Espíritu Santo. Y allá en su
tierra empezar él a predicar el evangelio como puede, pero lo va a hacer. No te
digo que las cosas tienen que ser así, pero eso te indica la médula de la
predicación evangélica, una gran libertad y con el Espíritu Santo, no con las
metodologías. Las metodologías ayudan a la médula, pero si vos no tenés médula
no sirve para nada.
— Vos tenés tus devociones. Acá tenés presidiendo
este cuadro de la Virgen Desatanudos. Es una devoción que adquiriste en
Alemania. ¿Nos contás por qué la mandabas siempre como tarjeta en tus sobres?
— Yo nunca fui a dónde está la imagen original. Nunca fui. Sucedió que
me la mandó una monja de Alemania, una felicitación. Me gustó. Empecé a tener
devoción allá en Argentina. La historia es linda, el cuadro no vale mucho, es
del bajo barroco del 1700, ya decadente. Un pintor de la época que andaba a las
patadas con su mujer. Porque eran muy católicos, pero se peleaban todos los
días. Y un día leyó el texto de San Ireneo de Lyon, que los nudos que ató
nuestra madre Eva con su pecado los desató nuestra madre María con su
obediencia. El Concilio toma eso y lo pone creo que en la Constitución sobre la
Iglesia. Le gustó eso y entonces le pidió a la Virgen que le desatara el nudo
que tenía con su mujer que no se entendían. Y por eso abajo pinta al arcángel
Rafael con Tobías que lo lleva a buscar a su novia, a su esposa, al reencuentro.
Y le hizo el milagro la Virgen y y ahí empezó la cosa. Yo le tomé devoción.
Augsburg es la ciudad. En la iglesia de San Peter am Perlach. Y nunca fui,
estaba a un paso, en Frankfurt. Pero me bastó eso y ya desde Argentina estaba
la devoción andando. Es como que la Virgen es capaz de ayudarte, el texto de
San Ireneo, ayudarte a destrabar.
— A destrabar los nudos de la vida.
— Es la maternalidad de la Virgen.
— ¿Y San José?
— A San José mi abuela me lo metió en la cabeza.
— Rosa.
— Sí, ella... San José, San José. Y me hacía rezar desde chico oraciones
a San José. Me quedó la devoción.
— Les cuento que el Papa tiene una imagen pequeña
que es San José durmiendo. Vos le ponés peticiones especiales.
— Es de este porte la esculturita y cuando me piden oraciones se las
pongo abajo. Digo “vos que estás durmiendo, arreglalas”
— Y reza por eso. ¿Y Santa Teresita?
— Santa Teresita siempre me atrajo, me subyugó. El coraje de la persona
normal. Si vos me preguntas qué cosas tuvo Santa Teresita extraordinarias,
ninguna. Era una pobre monja normal. Incluso en sus días finales sufrió la
oscuridad más grande, las tentaciones contra la fe más grandes, pasó por todas.
Una mujer normal.
— Para terminar, para no robarte más tiempo y
agradecerte infinitamente esta posibilidad de verte a veces en privado y
mantener estas conversaciones, como estamos en el jubileo de los 10 años y va a
haber muchos actos en muchos lugares supongo agradeciendo a Dios este don de
haberte tenido estos 10 años y esperando tenerte muchos más, pero me gustaría
que dijeras, yo te voy diciendo a quién y vas diciendo mensajes breves, frases
que se te ocurran. Y el primer mensaje es a los niños:
— Cuiden a los abuelos. Hablen con los abuelos. Visiten a los abuelos.
Déjense mimar por los abuelos.
— ¿A los jóvenes?
— No le tengan miedo a la vida. No se estanquen. Vayan adelante. Se van
a equivocar pero la peor equivocación es quedarse quieto, así que vayan
adelante.
— ¿A los padres y madres?
— Por favor no malgasten el amor. Cuídense entre ustedes dos, así van a
cuidar mejor a los hijos.
— ¿A los enfermos?
— Ah, eso es difícil porque aconsejar paciencia es fácil, pero tenerla
yo no la tengo así que los comprendo cuando se rabian un poquito. Pidan al
Señor la gracia de la paciencia y se las va a dar para tolerar esto.
— Y por último a los viejos, de los que tantas
veces hablás.
— A los viejos no se olviden que son las raíces. Los viejos tienen que
transmitir eso a los jóvenes, a los chicos y a los jóvenes. Ese versículo del
Libro de Joel, capítulo 2 o capítulo 3, 1 al 3 ¿no? Cuál es tu vocación de
viejo, los viejos verán visiones y los jóvenes harán profecías. Cuando están
juntos los viejos sueñan al futuro y lo transmiten, y los jóvenes apoyados en
los viejos son capaces de profetizar y trabajar el futuro. Juntos los jóvenes,
y no se asusten de nada. Un viejo amargado es muy triste. Es peor que un joven
triste. Así que vayan adelante, júntense con los jóvenes.
— ¿En este día de tu aniversario nos das la
bendición?
— Como no. Los bendiga Dios todopoderoso, Padre, y el Hijo y el Espíritu
Santo. Amén.
— Que el Señor te siga protegiendo.
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