Espiritualidad | Tiziana Campisi
La Hora de la Madre, en
el dolor de María la esperanza de la Iglesia
La celebración mariana, que
tradicionalmente tiene lugar la mañana del Sábado Santo -en Roma sobre todo en
la Basílica de Santa María La Mayor- se inspira en el rito bizantino y pretende
revivir, con salmos, lecturas e himnos, el dolor y la gran fe de la Virgen
María mientras espera la Resurrección de Jesús.
Una liturgia que se repite desde
hace más de 34 años: es la que el Sábado Santo, en la Basílica romana de Santa
María La Mayor, se dedica a María y que propone y revive su dolor y su gran fe
mientras espera la Resurrección de Jesús. Es la "Hora de la Madre",
que recuerda ese espacio de tiempo vivido con esperanza por la Virgen, la
primera entre todos los discípulos, tras la crucifixión de Cristo.
La celebración, presidida este
sábado, 8 de abril, por el cardenal Stanislaw Rylko, Arcipreste de la Basílica
de Santa María La Mayor, y enriquecida por los cantos del coro "Jubilate
deo", dirigido por sor Dolores Aguirre, se inspira en la liturgia
bizantina que, ante el icono de la sepultura de Jesús, recuerda los lamentos de
María por su Hijo asesinado y su anhelo de verlo volver vivo de entre los
muertos, y está pensada para dar el debido relieve a la presencia de la Virgen
en el misterio pascual, según la doctrina de la Iglesia.
El
significado de la Hora de la Madre
Si el Viernes Santo es la
"Hora" de Jesús, que amó a los hombres hasta la abnegación en el
altar de la Cruz, el Sábado Santo es la "Hora de la Madre",
culminación del largo y arduo camino de fe de María, que al pie del Crucifijo
se asoció al sacrificio de su Hijo, acogiendo como hijos a todos los hombres
redimidos por Cristo. El testimonio de la Virgen surgió ya cuando los
discípulos, en la tarde del Viernes Santo, depositaron a Jesús en el sepulcro:
su fe no decayó, como tampoco su unión indisoluble con su Hijo. En Ella, en esa
Hora está la fe de toda la Iglesia, como explicó Juan Pablo II en la Audiencia
General del 3 de abril de 1996: "El Sábado Santo la Iglesia, una vez más,
se identifica con María: toda su fe se reúne en Ella, la primera creyente. En
la oscuridad que envuelve la creación, sólo Ella permanece para mantener viva
la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de
la resurrección".
La
celebración de este 8 de abril
La "Hora de la Madre"
se celebra en distintas partes del mundo. Los católicos de rito latino,
inspirados en el rito bizantino, entrelazan salmos y lecturas con una selección
de "tropari" (breves estrofas poéticas cantadas). Un
esquema litúrgico ampliamente adoptado es el elaborado en 2006 por el mariólogo
Ermanno Toniolo, que se divide en cuatro momentos rituales una parte
introductoria, que prepara a la asamblea a revivir, en comunión con María, la
espera de la resurrección; un primer momento de escucha de la Palabra, memorial
de la idelidad del Hijo y de la Madre hasta el sacrificio supremo; un segundo
momento de escucha de la Palabra, proyectado a la espera de la Pascua cercana,
con los sentimientos de la Madre que la vivió anticipadamente; por último, los
ritos conclusivos, que conducen con María al encuentro con Cristo resucitado.
"En este 'gran sábado', la fe de toda la Iglesia, la esperanza de toda
criatura está en el corazón de la Madre", reza la introducción que el guía
lee a los fieles al comienzo de la celebración mariana, "es ella 'Iglesia'
que cree contra toda evidencia, que espera contra toda esperanza".
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