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    viernes, 26 de mayo de 2023

    26 de mayo: san Felipe Neri, el apóstol al que Dios agrandó el corazón


    Vida Religiosa | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

     


    26 de mayo: san Felipe Neri, el apóstol al que Dios agrandó el corazón

     

    San Felipe Neri unió a hombres y mujeres de toda clase social en su habitación para rezar y hablar de fe. Así nacieron los oratorios

     

    El «santo de la alegría» o el «tonto de Dios»: así llamaban sus coetáneos a san Felipe Neri, una figura singular que marcó la Iglesia de su época por una santidad cercana a la vida de la gente sencilla, algo que hizo finalmente que se le conociera como «el apóstol de Roma». Felipe nació el 21 de julio de 1515 en Florencia, en una familia en la que el padre ocupaba una buena posición como notario. Tuvo dos hermanas pequeñas, una de las cuales llegó a declarar en su proceso de canonización, concluido tan solo 27 años después su muerte. A los 18 años dejó a su familia para probar fortuna como comerciante con un tío, pero esa vida no le convenció. Felipe prefería pasar los días en la montaña rezando, en una pequeña capilla que pertenecía a los benedictinos de Montecasino. A pesar de que el familiar le quiso dejar el negocio como herencia, el joven se marchó a Roma en 1534 como peregrino para seguir el camino que Dios le mostrara.

     

    Trabajó una temporada como tutor de los hijos de un empleado del Vaticano a cambio de una hogaza de pan con aceitunas y una sencilla habitación sin apenas muebles. También probó los estudios de Teología en La Sapienza, pero nada de esto le satisfacía. Prefería atender a los enfermos en el hospital de San Giacomo y vivir en la calle a vivir como un ermitaño dentro de la gran ciudad, por lo que dormía frecuentemente en las catacumbas de San Sebastián, en las afueras. Fue allí donde, en la fiesta de Pentecostés de 1544, tuvo lugar uno de los hechos más extraordinarios de su vida, una efusión del Espíritu Santo que le llenó el pecho de calor y que agrandó su corazón. Así lo atestiguaron los médicos tras su muerte al observar el inusual abombamiento de dos costillas.

     

    Una propuesta novedosa

    Felipe siguió viviendo en la calle y ayudando en los hospitales, pero no dejaba de hablar de Dios en cualquier oportunidad que se le presentaba, siempre con el tono particular de alegría y cordialidad que le caracterizó hasta el fin de sus días. En 1551 se ordenó sacerdote por consejo de su padre espiritual, añadiendo a su apostolado una forma de confesar que atrajo a muchos. Era especialmente reconocido por cómo lograba insertar en las almas la misericordia.

     

    La gran novedad que introdujo en la vida de la Iglesia fueron los oratorios, unas charlas y diálogos informales sobre cuestiones de fe abiertos tanto a laicos como a clérigos, hombres, mujeres, ricos y pobres. A pesar de que años más tarde se configuró como la Congregación del Oratorio con sus propios estatutos, al principio fueron sencillas reuniones realizadas en la habitación del santo, uniendo formación y oración. Pronto este formato tan simple como novedoso atrajo a muchos a la fe y suscitó vocaciones, por lo que su fórmula se imitó en otras ciudades de Italia y luego se extendió por todo el mundo. Una personalidad tan atractiva no pasó desapercibida en el centro de la cristiandad, hasta el punto de que su amigo el Papa Sixto V quiso hacerle cardenal. «Prefiero el paraíso», rehusó Neri con humor.

     

    «La espiritualidad de san Felipe era sobria, ingenua y sanamente evangélica», afirma el oratoniano Giulio Cittadini al asomarse al alma del santo. «Era hilarante, alegre, caprichoso e impredecible —continúa—. ¿Alguien que anuncia la salvación no debería tener un rostro resplandeciente?». Para Cittadini, «en este mundo opulento, consumista, cómodo y, sin embargo, preocupado, insatisfecho y dominado por los miedos, la alegría es un signo de esperanza y la sonrisa es fruto del Espíritu Santo».


    Así lo experimentó y lo hizo experimentar a muchos san Felipe Neri. Cuando en 1622 fue elevado a los altares junto a Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús e Isidro, los romanos decían: «Han canonizado a cuatro españoles… y a un santo».

     

    Bio

    - 1515: Nace en Florencia

    - 1534: Viaja a Roma para vivir de la providencia

    - 1544: Experimenta una efusión del Espíritu Santo en las catacumbas

    - 1551: Se ordena sacerdote

    - 1553: Comienzan las reuniones del oratorio

    - 1595: Muere en Roma

    - 1622: Es canonizado por Gregorio XV

     

    Alfa&Omega.es 





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