Biblia | Antonio Piñero
Ángeles que se unieron con mujeres. Sus hijos son los “espíritus
malvados”. Además, hay “ángeles caídos”
Estas clases de espíritus malvados son distintas de
los satanes o los demonios “corrientes” que ya conocemos.
El proceso de generación de esta clase de
“perversos espíritus” fue así, según el Libro de Henoc (capítulo 10) y el de
los Jubileos (capítulo 5): los ángeles del primer cielo –éste se concibe como
una bóveda dividida en siete secciones, como si se cortara media naranja todo alrededor
en siete círculos– los llamados "Vigilantes" porque son los que
están más cerca de la Tierra y ven mejor a los hombres bajan desde ese cercano
cielo a la tierra, se enamoran de las mujeres y engendran seres de esas “hijas
de los hombres”.
Tenemos que insistir en que estos “ángeles
vigilantes” son distintos de los ángeles caídos y de los satanes. Para el autor
del capítulo 19 del Libro 1 Henoc -que era considerado casi canónico por el
cristianismo primitivo- era muy claro que son entidades diversas. El
desconocido autor de ese capítulo 1 Henoc 19, muy antiguo, ciertamente anterior
a la era cristiana, escribe:
“Aquí (en una cárcel infernal, como una profunda
sima en la tierra) permanecerán los ángeles que se han unido con mujeres.
Tomando muchas formas han corrompido a los hombres y los seducen a hacer
ofrendas a los demonios como a dioses, hasta el día del Gran Juicio”.
El texto básico de esta concepción se halla en el
Génesis, y decimos texto básico porque ya lo hemos repetido en otras ocasiones.
Perdonen que lo vuelva a transcribir de nuevo, completándolo:
Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre
la faz de la tierra, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les
venían bien y tomaron por mujeres a las que preferían de todas ellas.
Entonces Yahvé dijo: «Mi Espíritu no luchará para siempre con el hombre, porque
ciertamente él es carne. Serán, pues, sus días 120 años». Había gigantes
en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se
unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Estos son los
héroes de la antigüedad, hombres de renombre. Yahvé vio que era mucha la maldad
de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su
corazón era solo hacer siempre el mal.
Cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de
los hombres y ellas les daban hijos: éstos fueron los héroes de antiguo, varones
renombrados. Yahvé vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y
que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el
mal. Y a Yahvé le pesó haber hecho al hombre en la tierra, y sintió
tristeza en Su corazón.
Entonces Yahvé dijo: «Borraré de la superficie de
la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los
reptiles y las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho». Pero Noé halló
gracia ante los ojos de Yahvé (Gn 6,1-8).
Aclaraciones:
. Hijos de Dios: dioses secundarios del panteón
cananeo heredados por los hebreos (una rama cananea) que los cambian a ángeles,
para conservar la idea de que solo hay un Dios único y los demás no son dioses,
sino espíritus servidores = “ángeles".
. Los gigantes (hebreo nefilim) existían en la
tierra por aquel entonces. No sabemos muy bien quiénes eran. Probablemente
héroes o semihéroes, nacidos también de mujeres y dioses secundarios del
panteón hebreo-cananeo de esos momentos.
El texto es confuso y difícil de entender. Por un
lado, los gigantes existían ya cuando los hijos de Dios su unen a las mujeres.
Pero luego parece que los gigantes son el fruto de la unión de ángeles
(espíritus = semidioses y mujeres (seres terrenales). Para colmo el texto dice
que Dios se enfada porque los “hombres” llenan la tierra de maldades.
Sigo ahora con una interpretación que une dos o
tres leyendas: la existencia de los gigantes y los seres nacidos de los ángeles
y las mujeres y la maldad de los hombres primitivos
Sea como fuere: los gigantes se enseñorean de la
tierra y la llenan de maldades. La tierra y sus habitantes se corrompe de tal
modo que no era posible para la divinidad soportar tales atrocidades
(¡recordemos el mito de los Titanes en Mesopotamia y Grecia! que eran malvadísimos).
Para acabar con ellos, Dios hace que el arcángel Gabriel los azuce unos contra
otros. Así ocurre, y se van matando entre ellos llenándose toda la tierra de
sangre.
Pero en realidad sólo perecen los cuerpos de los
gigantes, porque sus espíritus –verdaderamente demonios, o espíritus perversos,
siguieron vivos, y continuaron merodeando por la tierra cometiendo toda suerte
de tropelías contra los hombres.
El texto sigue diciendo que Noé, bien harto de esta
situación, rogó entonces a Dios para que la humanidad se viera libre de ellos.
La divinidad accede y dictamina: nueve décimas partes de estos demonios
"fueron atados en el lugar de la condenación [más tarde según el
Apocalipsis, un lago de azufre]".
Pero más tarde a ruego de su jefe, llamado Mastema,
Dios permite que una décima parte quede libre para causar el mal a la
humanidad, trayendo enfermedades y penas (Libro de los Jubileos 10,8‑11). Su
malvada acción continuará hasta el día del Juicio en el que Dios los entregará
al fuego eterno.
Los "ángeles caídos", según el Libro 1 de
Henoc (6,1) han llegado a formar esta clase por haberse dejado llevar de la
lujuria. Eran doscientos y se juramentaron entre sí para tomar juntos mujeres,
aunque sabían que esta acción no iba a gustar nada a Dios (1 Henoc 6,3). Abandonaron
el cielo y bajaron a la tierra:
“Convivieron con sus mujeres y les enseñaron toda
suerte de ensalmos y conjuros; las adiestraron en recoger plantas y a fabricar
espadas cuchillos, petos, los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos;
cómo alcoholarse los ojos, embellecer las cejas y a distinguir las piedras
preciosas y selectas” (1 Henoc 8,1).
Total, "que se produjo en la tierra mucha
impiedad y fornicación, erraron y se corrompieron las costumbres" (1 Henoc
8,2). El libro de los Jubileos (capítulo 10) presenta una versión más
espiritualista: no hubo pecado carnal; sólo que esos espíritus, como Prometeo,
enseñaron a los hombres lo que no debían. Todos se corrompieron y el resultado
fue el castigo del Diluvio universal.
Así pues, y en síntesis, tenemos en escena dos
tipos de demonios, los dos dañinos para el ser humano:
. Los espíritus de antiguos gigantes, hijo de los
demonios “vigilantes” y de mujeres.
. Los ángeles caídos a los que dominó la lujuria.
El Evangelio apócrifo de Bartolomé (cuya
versión más primitiva podría ser del siglo IV d.C.) confunde a estos ángeles
caídos con los demonios en general y les atribuye los siguientes efectos
perversos:
“Tenemos otros ministros más débiles que, a su vez,
se atraen a otros colegas, a los que endosamos nuestra vestimenta y les
mandamos a tender insidias para que enreden a las almas de los hombres con
mucha suavidad, halagándolas, para que sigan la embriaguez, la blasfemia, la
avaricia, el homicidio, el hurto, la fornicación, la apostasía, la idolatría,
la desviación de la Iglesia, el desprecio de la cruz, el falso testimonio; en
fin, todo lo que Dios abomina. Esto es lo que nosotros hacemos. A unos los
echamos al fuego, a otros los lanzamos desde los árboles para que se ahoguen; a
unos les rompemos los pies o las manos, a otros les arrancamos los ojos... Les
ofrecemos oro y plata y todo cuanto es codiciable en el mundo, y a aquellos que
no conseguimos que pequen despiertos, les hacemos pecar dormidos” (Nº 44. Todos
los Evangelios p. 395).
Saludos cordiales de Antonio Piñero (www.antoniopinero.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...