Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Mi hija acaba de morir. Pero ven tú y vivirá
Lunes de la 14ª semana de tiempo ordinario / Mateo
9, 18-26
Evangelio:
Mateo 9, 18-26
En aquel
tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se
arrodilló ante él y le dijo:
«Mi hija
acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se
levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entre
tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le
acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el
manto se curaría.
Jesús se
volvió y, al verla le dijo:
«¡Animo,
hija! Tu fe te ha curado».
Y en aquel
momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó
a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente,
dijo:
«¡Retiraos!
La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él.
Cuando
echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se levantó. La
noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Comentario
El
catecismo comienza su segunda parte, dedicada a la liturgia, con una imagen de
unas catacumbas romanas del siglo IV. Se trata de una pintura que representa a
la hemorroísa del evangelio tocando el manto de Jesús. El catecismo justifica
el lugar de esta imagen al decir que «los sacramentos de la de la Iglesia
continúan ahora la obra de salvación que Cristo realizó durante su vida
terrena. Los sacramentos son como “fuerzas que salen” del cuerpo de Cristo para
curarnos las heridas del pecado y para darnos la vida nueva de Cristo. Esta
figura simboliza, pues, el poder divino y salvífico del Hijo de Dios que salva
al hombre entero, alma y cuerpo, a través de la vida sacramental».
Es una
genialidad que esta imagen encabece este capítulo. El contacto con Cristo es lo
que salva nuestra vida, lo que sana nuestras heridas y nos da esperanza. No
importa la situación que se viva, basta el poder tener a Cristo al alcance de
la mano. Estar en contacto con Él permite siempre esperar. Y es esa esperanza
la que salva todo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado». Con esperanza se puede
vivir cualquier situación, porque el mal no determina.
También en
el caso de la muerte, que al lado de la resurrección se relativiza y se parece
más a una dormición: «La niña no está muerta, está dormida». Ellos «se reían de
él», porque su pesimismo los vuelve cínicos. Para ellos, que no conocen a
Cristo, la muerte es un mal absoluto; para Cristo la muerte es un tránsito a la
vida eterna.
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