La Familia | LFI
Cómo ayudar a tu hijo a no
sucumbir a la ideología de género
Existen sólo dos sexos. ¿Seguro? Esta es la duda que
la ideología de género, alimentada por la propaganda masiva, ha logrado sembrar
en la infancia. Hoy
muchos jóvenes se profesan “no binarios”. Sólo sus padres pueden ayudarlos a no
sucumbir a este engaño.
“Uno de los mayores sufrimientos de los niños de
nuestro tiempo se debe a las presiones a las que se ven sometidos por quienes
intentan convencerlos de que su sexo es maleable y de libre elección”, denuncia el padre Óscar
García Mulet, autor del libro "Crecer como niños, crecer como niñas: la
maduración integral de la masculinidad y de la feminidad en las primeras etapas
de la vida" (Campomanes, 2022). Este sacerdote valenciano,
miembro de la congregación religiosa Cooperadores de la Verdad, no
tenía previsto escribir un libro, pero se dio cuenta de que no podía permanecer
callado: “Vivimos en un tiempo donde a la luz se le llama oscuridad, y a las
tinieblas, luz. No podemos tolerar el mal que esta cultura está haciendo a los
niños, porque los está destrozando”, declara.
“Los niños están acogiendo como algo normal desconfiar
de su sexo”
García
Muletrelata sin tapujos lo que él, como profesor de secundaria, está viendo en
los colegios de España. “Cuesta imaginar la violencia que se ejerce sobre niños
vulnerables, que llegan a acoger como algo normal desconfiar del propio ser.
Hasta el punto de que el tema sexual ha llegado a monopolizar las
conversaciones, los insultos y la agresividad entre ellos. Si van a un patio
escolar, escuchan lo que hablan y hacen seguimiento de lo que ven en el móvil,
se quedarán de piedra”. También entre los jóvenes. “Hablando con una profesora
de un instituto público me decía: ‘Óscar, no sabes lo que están sufriendo con
la sexualidad desordenada. He visto varios casos de violaciones entre
jóvenes. La pornografía está haciendo mucho daño, pero, además, el
Estado está promoviendo esta cultura’”.
“El tema sexual ha monopolizado las conversaciones
infantiles”
Niños
“no binarios”
García
Mulet narra que en algunas escuelas se aplica a los niños de tercero de
primaria un test, inicialmente diseñado para niños de quinto, donde ya
en la primera pregunta tienen que contestar: “¿Eres niño? ¿Eres niña? o ¿Eres
no binario? “Así generan dudas y sospechas en los niños y, de paso,
les dicen: ‘Puedes sentirte niña y no niño, o al revés’”.
Hoy
no se busca reafirmar la identidad sexual, masculina o femenina, los dos únicos
modos de existir como persona. Se quiere que los niños duden de su sexo.
Se le dice que el ser humano no tiene una naturaleza definida y que, si la
tuviese, esta no tendría ningún valor. “En este momento que vivimos, de
sospecha, necesitamos volver al cuerpo sexuado como parte clave de
interpretación del ser humano. Lo masculino y lo femenino no son una cosa más,
son un tesoro escondido y una perla preciosa que nos llevan a descubrir el amor
de Dios”, reclama García Mulet.
Este
autor se refiere a la identidad sexual de dos maneras: por la proyección al
mismo sexo (homosexualidad) y por el rechazo al propio sexo, “otra manera de
hablar del ‘fenómeno trans’”, anota. “Estas situaciones tocan la médula del
ser, porque el sexo no es un añadido, es el núcleo de la persona”, puntualiza.
Infectar
la herida
El
religioso valenciano, movido por su carisma, inspirado en san José de Calasanz,
subraya que en el fondo de los trastornos de identidad sexual se esconde la
“herida del corazón”. Ese “no soy amado” está presente en todo ser humano por
una sed loca de amor que le ha dejado el pecado original.
El
problema resulta cuando la herida se infecta. Un mal vínculo de apego en la
primera infancia, una relación truncada con el progenitor del mismo sexo –que
marca decisivamente a la persona–, o el desgarramiento del amor de los padres,
pueden ser algunas de las causas. A esto se suma la pérdida de la fe en la
sociedad. “Cuando Dios desaparece, el hombre desaparece; pierde su belleza y
sus dones”. Y uno de esos grandes dones es precisamente la masculinidad y la
feminidad, saberse hechos a imagen y semejanza de Dios.
García
Mulet señala que los traumas de apego están en la base de los trastornos de la
identidad sexual, al igual que el consumo de pornografía, que es otra forma de
abuso porque en la infancia el cerebro tiene gran plasticidad, y si recibe este
tipo de imágenes, “se desordena”. Para remediarlo, sugiere que lo primero es
mirar a la historia y las relaciones del joven, sobre todo en sus primeros
años, porque “nos tejemos unos a otros en la relación”, afirma citando al
psiquiatra francés Boris Cyrulnik.
Seguro
que hay salidas
Por
complejo que parezca un trastorno de maduración sexual, la buena noticia es que
la herida no es un condicionamiento eterno. “Puede ser el camino que lleva al
corazón traspasado de Cristo”, asegura García Mulet, quien recomienda, como
primera medida, que los padres cuiden mucho su amor. “No hay terremoto más
devastador para un hijo que ver romper ese amor. Por eso, cualquier trabajo de
los esposos por restaurar la unidad y la comunión es poco”.
Además,
aconseja a los padres pedir perdón cuando haga falta: “El perdón transforma
todo rencor. Con 10 minutos al día que te dirijas a tu hijo, lo mires a los
ojos y le digas: ‘Después de este día tan largo, ya tenía ganas de verte y de
hablar contigo. ¿Cómo estás?”…, tu hijo sentirá que lo quieres y eso lo
sanará”. El hijo varón necesita, además, que su padre los abrace, porque ese
abrazo es distinto del de la madre. La madre lo abraza y no lo quiere soltar,
haga lo que haga. Pero el abrazo del padre lo lanza a la prueba, a la lucha.
Por
último, recalca la importancia de ayudar a los hijos a descubrir el amor
incondicional de Dios que ama a cada uno tal y como es: “No es verdad que estés
mal hecho. Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco’. ‘Es verdad que has
recibido una herida, un desprecio. Pero yo he sufrido contigo’. Por eso, cuanto
más cerca esté tu hijo de Dios, más podrá amar a otros”. Al final, la
masculinidad y la feminidad están hechas para el amor, la donación y la
comunión en la diferencia. En resumen, “para el cumplimiento de una vida”,
concluye.
Artículo publicado en la edición 6.11.2023 número 69 de la revista Misión.
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