La Familia | Regino Navarro
Rasgos de
una familia cristiana
En una familia cristiana existe
conciencia de que Dios es un Padre que ama a cada persona de forma individual e
incondicional. Las prácticas de piedad son un medio para corresponder a ese
amor, al igual que las obras de misericordia. El amor de Dios y a Dios es la
principal motivación para hacer las cosas.
La EucaristÃa es el centro de
su vida. Asiste a la misa dominical. A las prácticas de
piedad las viven cada uno según su edad y con libertad.
Se entiende la vida como una
vocación de Dios que lleva consigo una misión concreta; esta
vocación se puede vivir en el matrimonio o en el celibato por el Reino de Dios.
La felicidad reside en encontrar y vivir el proyecto de Dios para cada uno. Los
padres ayudan a cada hijo a encontrar su camino en la vida, respetando la
libertad individual.
La unidad y el cariño de los
esposos se ven y se palpan en detalles concretos, asÃ
como entre los padres y los hijos. La fidelidad a la familia lleva a crecer
cada dÃa en el amor. Cada uno está pendiente de ayudar a los demás, posponiendo
los intereses personales a los de los otros.
Se valora la vida, no hay temor
de que venga un nuevo hijo, otro hermano. Hay confianza en Dios, y la
disposición de renunciar a cosas y actividades si fuera necesario.
El trabajo -en el hogar y en la
empresa-, y el estudio son medios para encontrar y
acercarse a Dios. Trabajar mucho y bien es una gran oportunidad para vivir la
vida cristiana. Cumplir los propios deberes es una tarea de todo cristiano.
Se vive la amistad como
manifestación de solidaridad y de caridad. Las
relaciones familiares y con los amigos se basan en el diálogo, en saber
escuchar y comprender. La felicidad de estar con Dios se transmite a los
amigos.
En la familia todos confÃan en
todos, porque hay sinceridad y respeto. La libertad
permite hacer las cosas por convicción y con responsabilidad. Los padres deben
mostrar a los hijos el sentido de las cosas, dando las razones oportunas.
Cada uno de los miembros de la
familia saca tiempo para dedicar a los demás componentes
y para el hogar. Las reuniones familiares tienen prioridad sobre otras
actividades. La vida de familia debe ser agradable, porque todos cooperan para
que sea asÃ.
La familia cristiana está
abierta a las necesidades espirituales y materiales de
otras familias. Los enfermos y los pobres están presentes, de alguna manera en
la vida familiar. La sobriedad y la austeridad personal son la base de la
solidaridad cristiana.
La castidad, cada uno según su
estado, es apreciada como un don de Dios, que hay que
pedir. También es una conquista que implica esfuerzo, disposición de ir
contracorriente, y que solo se logra con la ayuda de Dios y de la Virgen. El
ambiente del hogar debe facilitar esta virtud.
La interioridad, la reflexión,
la cultura y el arte son importantes. Hay
interés por cultivar la vida del espÃritu también en estos aspectos. Los
hobbies, la música, los juegos y el deporte deben ser coherentes con la vida
cristiana.
Existen unas normas de buen
funcionamiento y unos encargos para cada miembro de la
familia, que son diseñados y aceptados por todos, y una autoridad que ayuda a
que se vivan. Tanto mandar como obedecer son formas de contribuir al bien de
todos.
La alegrÃa es un componente
esencial de la vida familiar cristiana. La visión
positiva de la vida es compatible con las dificultades normales de la vida. Los
problemas se enfrentan con optimismo y se solucionan con recursividad, sabiendo
que para los que aman a Dios “todo es para bien”.
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