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    lunes, 24 de junio de 2024

    Juan es su nombre


    Evangelización | Carlos Pérez Laporta

     


    Juan es su nombre

    Lunes. Natividad de San Juan Bautista, solemnidad / Lucas 1, 57-66. 80

     

    Evangelio: Lucas 1, 57-66. 80

    A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz a un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.

     

    A los ochos días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan».

     

    Y le dijeron:

    «Ninguno de tus parientes se llama así».

    Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:

    «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.

     

    Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

     

    Los vecinos quedaron sobrecogidos y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:

    «Pues ¿qué será este niño?».

     

    Porque la mano del Señor estaba con él.

     

    El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

     

    Comentario

    Se comenzó a celebrar este día el nacimiento de San Juan para cristianizar la fiesta pagana del solsticio de verano. El dios sol debía ser sustituido por quien es la Luz. Y las hogueras encendidas en el día del nacimiento de San Juan debían servir para apuntar con el fuego que ardía en su corazón hacia el nacimiento de Cristo nueve meses después.

     

    «Pues ¿qué será este niño?». Se preguntaban las gentes. Tal era el espectáculo de su nacimiento que pensaron que venía por sí mismo. Como después los que le oyeron predicar y se dejaron bautizar llegaron a pensar que Juan era el mesías. ¡Tanto fuego había en su interior!

     

    En ese sentido, debemos interpretar también todas nuestras pasiones vitales como precursoras de la luz de Cristo. Cuando nuestro corazón arde —ya sea por algo que nos emociona, por el amor que sentimos por alguien— está prefigurando el fuego que Cristo provocará en nosotros. El amor a la vida es un eco del Amor de Cristo. Toda pasión por la vida en nosotros anuncia a quien es la Vida. «El deseo de luz produce luz», escribió Simone Weil. Los deseos de nuestro corazón, que iluminan la vida, anuncian la Luz del mundo.

     

    Alfa&Omega.es







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