Espiritualidad | Alcedo A. RamÃrez
Curaciones, Divinidad y Humanidad
Uno de los rasgos esenciales del Cristianismo, a diferencia de otras creencias
polÃticas y religiosas, reside en el hecho de que nosotros los cristianos
creemos y seguimos a una persona, no
a una ideologÃa o concepción cualquiera de la realidad o de la vida. En tal
sentido, Cristo Jesús resulta ser el objeto, principio y fin de nuestra
religiosidad, la cual debe ser experimentada y vivida desde esta perspectiva de
conocimiento y seguimiento de Jesucristo.
Esta es la gran caracterÃstica distintiva nuestra.
Por estos motivos es que la Iglesia Católica puede exhibir un
gran número de personas que por sus actitudes y comportamientos de vida pueden
ser considerados como Santos de Dios,
lo que enriquece el panorama general del Cristianismo y le otorga un sitial
especial en la Cultura Universal y de casi todos los paÃses en que se
encuentra. También estos Santos, de manera muy heroica y gloriosa, han
contribuido enormemente a la difusión y expansión del Credo Católico a toda la
geografÃa mundial, dejando rastros de vidas
ejemplares cristianas.
En los últimos dÃas hemos celebrado las fiestas de grandes santos, que
vivieron en los primeros siglos después de Jesucristo y que hicieron grandes
aportes a la cultura cristiana, entre los que mencionamos a los Santos Pedro, Pablo, Cirilo de AlejandrÃa y San
Ireneo. Las vidas de estos santos pueden servir de ejemplo a las
generaciones de sus épocas y futuras, pues todos pudieron mostrar el
seguimiento a las enseñanzas de Cristo Jesús, sus normas de vida y la búsqueda de la perfección y la santidad
aquà en la tierra.
Los aportes de estos santos a la difusión y expansión del Cristianismo
en todo el mundo no pueden dejar de reconocerse permanentemente, ya que
constituyen las bases para muchas de las
enseñanzas y vivencias que hoy seguimos observando en nuestras vidas y comportamientos,
entre los que podemos resaltar la convicción de la Divinidad de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, la aceptación
fiel de que La Virgen MarÃa es la Madre
de Dios, por ser Madre de Jesús, el reconocimiento
de creencias y doctrinas contrarias a las cristianas verdaderas, entre
otras.
Hoy queremos resaltar la figura y el accionar del verdadero protagonista de
nuestra historia y de nuestras vidas, Nuestro
Señor Jesucristo, quien pasó haciendo el bien, curando las heridas y
sanando las enfermedades de las gentes, por amor, dedicación y servicio al prójimo. Esta manifestación de vida
le pudo asegurar el seguimiento de muchas personas que querÃan ser sus
discÃpulos, pero que seguramente estaban influenciados por la euforia del
momento y la grandeza de los actos realizados por Jesús. Conociendo esta
realidad, el Cristo les aclara la dureza del camino.
Primero vino el Letrado que le dijo: “Maestro, te seguiré adonde vayas”.
Pero el Hijo del Hombre no tiene donde
reclinar su cabeza, le respondió Jesús. Con esta respuesta se quiere
enfatizar que la responsabilidad de Jesucristo y de cualquiera de sus
seguidores tiene que ser la entrega
permanente al trabajo misionero, en beneficio de las almas que esperan el
conocimiento y la conversión de Cristo para salvarse. Los seres humanos y los
animales necesitamos tener un lugar seguro al cual volver, después de que hemos
realizado nuestras obligaciones, quehaceres y trabajos. No asà el Hijo de Dios,
que permanece siempre en su Misión Redentora y Salvadora. También debemos
actuar de esa manera los que queremos seguir a Jesucristo.
Luego apareció otro que era discÃpulo
de Jesús y le dijo: “Senior, déjame ir
primero a enterrar a mi padre”. Jesús
le replicó: Tú, sÃgueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos. De
esta manera queda muy claro que el
discÃpulo de Jesucristo tiene una prioridad en la vida, sobre todas las
demás cosas, seguir a su Maestro y Salvador.
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