Nuestra Fe | Alessandro De Carolis
Los católicos de Luxemburgo,
una "catedral" de corazones abiertos a "todos"
En el
encuentro de la comunidad católica local con el Papa, en la catedral de Notre
Dame, tres testimonios ofrecieron la imagen de una Iglesia en sintonía con el
camino sinodal, capaz de integrar a los extranjeros, ayudar a los más pobres y
atender a las necesidades de la casa común.
Una Iglesia
que se construye, una obra abierta donde las piedras son corazones que juntas
levantan una catedral hacia el cielo. La letra de una canción de la JMJ de
Lisboa recoge en una imagen incisiva la experiencia de los católicos
luxemburgueses, la de una casa donde hay lugar para "todos", incluso
en un pequeño país de 660.000 habitantes, de los cuales la mitad son
inmigrantes. Citando la canción entre las interpretadas durante la última
Jornada Mundial de la Juventud el año pasado, un joven, Diogo Gomes Costa,
abrió la serie de tres testimonios ofrecidos al Papa durante el encuentro con
la comunidad católica en la catedral de Notre Dame.
JMJ, fiesta de la fraternidad
Desde Lisboa,
dijo el joven, "trajimos dentro de nosotros pilas llenas del amor y de la
alegría de Dios". La amistad nacida con un grupo de coetáneos portugueses,
afirmó, se consolidó en un evento "posterior a la JMJ", cuando los
jóvenes portugueses estuvieron invitados en Luxemburgo durante cuatro días. Una
celebración de la fraternidad, exclamó Diogo, que "nos hizo repetir la
palabra '¡Todos!'" y que "en la Iglesia hay lugar para todos".
Construirlo mirando hacia el mañana significa - concluyó - cuidar también de
los demás", junto con "la creación de Dios, nuestra casa común, con
todas sus criaturas y todos los elementos naturales".
Viniendo del mundo
Sor Maria
Perpétua Coelho Dos Santos, en representación de las comunidades lingüísticas
de Luxemburgo, ofreció un panorama numérico de la demografía del Gran Ducado,
donde "cada día vienen a trabajar unos 214.000 trabajadores
transfronterizos", además de alrededor de la mitad de los residentes que
tienen una nacionalidad diferente. Incluso la Iglesia, afirmó la religiosa,
refleja este mosaico, con personas que no sólo hablan las lenguas europeas más
difundidas, sino que también incluyen el caboverdiano y el vietnamita, el
filipino y muchos acentos orientales del Viejo Continente. Si es cierto que
nuestra diversidad es un desafío cotidiano, la vivimos sobre todo como una
riqueza, concluyó sor Dos Santos, haciéndose eco de la inclusividad del
"Todos, todos, todos" lanzado por Francisco en la JMJ portuguesa.
La fe, una llama que se reaviva
La
Vicepresidenta del Consejo Pastoral Diocesano, Christine Bußhardt, habló de la
realidad de la Iglesia de Luxemburgo, el 40% de la población total. Pronunció
palabras de gran aprecio por el camino sinodal, que dentro de unos días tendrá
su segunda Asamblea general en Roma. Este camino, afirmó Bußhardt, "ofrece
una oportunidad histórica para una renovación muy necesaria", estimulando
una mayor atención hacia los ancianos, los enfermos, los refugiados y las
personas sin hogar. El impulso de solidaridad, prosiguió, se expresa en
particular gracias "al compromiso de profesionales cualificados y de
voluntarios" con los que "en los últimos diez años se han construido
cientos de casas que se han puesto a disposición de las personas necesitadas, con
la ayuda de la interlocutores sociales y Cáritas Luxemburgo". Una labor,
realizada también a nivel pastoral, en la que "en muchos lugares la llama
de la fe, de la esperanza y del amor ha vuelto a encenderse en el corazón de
las personas".
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