Nuestra Fe | Tiziana Campisi
El Papa: La fe nos libera
del horror de que todo acaba después de la muerte
En la
audiencia general, Francisco recorrió el camino que ha llevado a la Iglesia a
la comprensión de la plena divinidad de la tercera Persona de la Trinidad,
precisando que el Espíritu Santo es quien da nueva vida a los creyentes. Cuando
decimos «Creo en el Espíritu Santo» en la misa, afirmamos que el Espíritu es
Dios». Esta fe debe cultivarse «también para aquellos que, a menudo sin culpa
propia, están privados de ella y son incapaces de dar sentido a la vida».
¿Cómo está
presente y actúa el Espíritu Santo en la Iglesia? El Papa Francisco lo ha
explicado con palabras sencillas en la audiencia general celebrada esta mañana,
16 de octubre, en la Plaza de San Pedro, y ha aclarado que «el Espíritu Santo
es “vivificador”, es decir, da vida». Vida, incluso más allá de la muerte.
El Espíritu
habita en nosotros, está dentro de nosotros. La fe nos libera del horror de
tener que admitir que todo termina aquí, que no hay redención para el
sufrimiento y la injusticia que reinan en la tierra.
Hijos de Dios en Cristo
Francisco -que
comienza su catequesis tras cruzar el hemiciclo de Bernini en el jeep blanco-
describe primero el camino que ha llevado a la Iglesia «a la certeza de la
plena divinidad» del Espíritu Santo, y luego precisa «qué vida da el Espíritu
Santo».
Al principio,
en la creación, el soplo de Dios da a Adán la vida natural; de una estatua de
barro, lo convierte en «un ser viviente". Ahora, en la nueva creación, el
Espíritu Santo es quien da a los creyentes la vida nueva, la vida de Cristo,
vida sobrenatural, de hijos de Dios..
Vida eterna
Esto
significa, como escribe San Pablo, que «la ley del Espíritu, que da vida en
Cristo Jesús» nos ha liberado «de la ley del pecado y de la muerte».
¿Dónde está,
en todo esto, la noticia grande y consoladora para nosotros? En que la vida que
nos da el Espíritu Santo es la vida eterna. La fe nos libera del horror de
tener que admitir que todo termina aquí, que no hay redención para el
sufrimiento y la injusticia que reinan soberanas en la tierra.
Cultivar la fe en la resurrección
Y es de nuevo
el Apóstol de las gentes quien nos asegura que «el que resucitó a Cristo de
entre los muertos dará también vida» a nuestros «cuerpos mortales por medio de
su Espíritu Santo que habita» en nosotros. Por eso, hoy, cuando en la Misa
decimos «Creo en el Espíritu Santo», afirmamos que el Espíritu Santo «es Dios»,
está en nosotros y nos da la vida.
El Espíritu Santo comparte el señorío de Dios
Recorriendo el
camino de los creyentes, el Papa subrayó que a lo largo de los siglos fue la
experiencia «de la acción santificadora y divinizadora del Espíritu Santo la
que llevó a la Iglesia» a comprender -como se explicitó entonces «en el
Concilio Ecuménico de Constantinopla en 381»- «la plena divinidad del Espíritu
Santo», que el Espíritu Santo «es Señor y da la vida, y procede del Padre [y
del Hijo]. Con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, y ha hablado por
los profetas». Con estas palabras, que aún hoy pronunciamos en el «Credo», se
pretendía subrayar que el Espíritu Santo «comparte el “Señorío” de Dios, que
pertenece al mundo del Creador, no al de las criaturas».
Del Padre y del Hijo
San Basilio el
Grande dijo entonces que al Espíritu Santo «se le debe la misma gloria y
adoración que al Padre y al Hijo», que «el Espíritu Santo es Señor, es Dios»,
recuerda Francisco, añadiendo que la Iglesia latina precisó más tarde en el
Credo de la Misa que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo utilizando
la expresión «Filioque». Esta terminología «dio origen a la disputa conocida
con este nombre, que ha sido el motivo (o el pretexto) de tantas disputas y
divisiones entre la Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente», una
cuestión que «en el clima de diálogo establecido entre las dos Iglesias, ha
perdido la dureza del pasado», señala el Papa, hasta el punto de hacer «esperar
una plena aceptación recíproca, como una de las principales “diferencias
reconciliadas”».
Me gusta decir
esto: «diferencias reconciliadas». Entre cristianos hay muchas diferencias:
éste es de esta escuela, el otro; éste es protestante, aquél... Lo importante
es que estas diferencias se reconcilien, en el amor de caminar juntos.
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