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    miércoles, 16 de octubre de 2024

    La Eclesiología en una Iglesia Creíble. Aportes críticos de la teología de Juan Luis Segundo.


    Libros | Fernando Torres Millán*

     


    La Eclesiología en una Iglesia Creíble.

    Aportes críticos de la teología de Juan Luis Segundo. 

    Diego Pereira Ríos. Toledo, Instituto Quero Saber, 2024, 194 p.

     

    Qué mejor momento, como el actual proceso sinodal, para dar a luz un libro sobre eclesiología crítica como éste del teólogo uruguayo Diego Pereira Ríos. Es una tesis de maestría con la que busca aportar a la urgente construcción de una eclesiología sinodal que supere la eclesiología monárquica episcopal, aún hegemónica en el catolicismo, a pesar de 60 o más años del Concilio Vaticano II que intentó reformarla.

     

    El autor se ubica, desde Uruguay, en la rica tradición de la teología de la liberación al echar mano del olvidado Juan Luis Segundo, jesuita también uruguayo, y desempolvar esa eclesiología tan adelantada en su época y que tanto molestó a las jerarquías, a la academia teológica, y, en no pocos casos, hasta a colegas de su misma orientación teológica.

     

    En el primer capítulo aborda a Segundo como teólogo de la liberación, algo que para conocedoras y conocedores del tema pareciera obvio, no lo es para las nuevas generaciones de teólogas y teólogos, mucho menos para quienes comienzan su acercamiento al campo. Nos explica por qué razones decidió profundizar en Segundo, identificarlo y reconocerlo como teólogo de la liberación, como hombre de iglesia, su preocupación por un cristianismo creíble y su trabajo autocrítico por una epistemología que libere a la teología haciéndola más coherente y original.  

     

    En el capítulo dos toma una preocupación crucial en la eclesiología de Segundo, y es la de considerar a la Iglesia como masa o como minoría, asunto que desarrolló en su libro de 1972, Masas y minorías en la dialéctica divina de la liberación. Si como masa, se habría distanciado de las primitivas comunidades cristianas y habría que desconfiar de todas las manifestaciones masificantes de la ley del mínimo esfuerzo, la obediencia ciega y las soluciones simplistas. Si como minoría, sin separarse de la masa, como una porción que sí acogió el mensaje de Jesús comprometidamente con la humanidad, con la tarea de colaborar a sacar a la masa de su pasividad. Como fermento, tendrá que renovarse continuamente en el amor so pena de convertirse en masa.

     

    En el capítulo tres, Diego Pereira elabora una síntesis de cómo la eclesiología de Segundo trabaja la relación particularidad y universalidad de la iglesia. Particularidad en cuanto comunidad discipular, que en su naturaleza humana, sabe los secretos y las exigencias del reino de Dios, asumiéndolo mediante la liberación de las opresiones y la denuncia profética. La universalidad en cuanto posibilidad humana de acceder a la salvación mediante la solidaridad y el amor, misión para la cual la iglesia es servidora y es inclusiva. La persona creyente debe ser cada vez más consciente que solo el amor es lo que la representa como un ser eclesial. Es ahí, en la amorosidad experimentada en la cotidianidad donde está la síntesis que conjuga ambas dimensiones.

     

    El capítulo cuatro lo titula: ¿Es la iglesia signo creíble del Reino? La institucionalidad seguirá teniendo sentido siempre y cuando cumpla con su función de signo: representar una realidad que la supera, la sostiene y le da sentido a su existir. Lo más importante es que ella signifique lo que proclama. Como signo creíble del Reino, necesitará realizar un continuo examen de su propia realidad en la medida que enfrenta las realidades históricas que le solicitan nuevas, desafiantes y profundas respuestas. Entiende el Reino como un proyecto de Dios a largo plazo, por lo que se necesitan “signos de los tiempos” que lo anticipe y lo confirme. Ser iglesia es ser parte de este proyecto que Dios mismo pensó para toda la humanidad. Fue lo que las primeras comunidades encontraron en Jesús y lo que las llevó a expandirse de forma tan rápida. La iglesia es continuadora de esa tarea que necesita ser renovada permanentemente para incidir positivamente en la humanidad.

     

    El último capítulo aborda el compromiso de la iglesia con el mundo, es decir, sobre la función y la misión de la iglesia. Hay quienes ven la función con valor absoluto y por ello la iglesia está por encima de otras realidades, y hay quienes sitúan la función de la iglesia como una problemática más entre muchas, todas ellas importantes, emparentándose con las funciones de otras instituciones que también procuran la realización humana y promueven búsqueda de trascendencia. En este caso lo más importante es el amor eficaz, sin importar las instituciones o personas que se involucren en ello. Sin esa apertura al transcurrir del Reino por fuera de la iglesia, sin el discernimiento y la reflexión sobre esa naturaleza humana que comparten cristianos y no cristianos, la iglesia corre el peligro de convertirse en piedra de escándalo para el mundo. La misión de la iglesia no es la búsqueda de la adhesión a unas ideas, sino el esfuerzo por vivir del amor de Dios y ser capaz de llevarlo hasta sus últimas consecuencias, y los cristianos tenemos el encargo de ser testigos de ese amor.

     

    El anuncio del Reino como responsabilidad primera de la comunidad cristiana, implica una interacción de la iglesia con el mundo, lo que exige:

     

    a. Diálogo con la pluralidad del mundo en un fin común: la realización del ser humano.

     

    b. Reconocer los signos de los tiempos mediante el análisis de los acontecimientos y los lugares en relación con el plan de Dios.

     

    Poner hoy en nuestras manos la eclesiología en una iglesia creíble es poner en las actuales conversaciones sobre la sinodalidad de la iglesia una invitación a volver a asuntos tan cruciales como iglesia minoría, iglesia servidora, iglesia testimonio, iglesia dialógica y dialogante, iglesia comunidad discipular. Asuntos que nos ayudarán a dilucidar desafíos ineludibles hoy como la igualdad de las mujeres en la iglesia, los abusos a menores, cuidado de la casa común, paz y justicia en el mundo, martirio y profecía, ecumenismo y dialogo interreligioso, primavera eclesial, etc.

     

    Gracias a este juicioso trabajo de Diego Pereira, da apertura y bienvenida a las diversas celebraciones que por motivo del centésimo aniversario del nacimiento de Juan Luis Segundo S.J (1925-2025) se llevarán a cabo. Nadie mejor que un uruguayo, laico, teólogo, filósofo y educador para hacerlo y para invitarnos a participar propositivamente en ello.

     

    *Teólogo y educador popular

    Bogotá, 2 de septiembre de 2024

     

     *Para adquirir el libro: https://www.institutoquerosaber.org/editora92

    **Próximo “Conversatorio con el autor”: Lunes 21 de octubre, 21:00 hrs de Chile. Link:

    https://www.youtube.com/@lmargencursosytalleres/featured f





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