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    jueves, 10 de abril de 2025

    Alianza eterna: En todo momento (Gn 17,3-9; Sal 104; Jn 8,51-59)


    Meditación | Hna. Angela Cabrera*

     


    Alianza eterna: En todo momento

    (Gn 17,3-9; Sal 104; Jn 8,51-59)

     

    Hoy, jueves, semana 5ª de Cuaresma, las lecturas te presentan la tensión que se aproxima en la Semana Mayor. Nos enseñan a perseverar, en Jesús, siendo fiel al Padre en todo momento, especialmente en tiempos difíciles. ¿Dónde está la clave de dicha fidelidad?

     

    El libro del Génesis recuerda el pacto que Dios hizo con Abrán; él estaba de bruces, o sea, rostro en tierra, mientras el Señor le hablaba. La imagen recuerda que dicha alianza no se establece entre dos partes iguales. Abrán es una criatura, mientras que Aquel, quien toma la iniciativa, es el Creador. Por eso, en el acto, hasta le cambian el nombre y le asignan otro, Abrahán. Indica un nuevo comienzo, una nueva conciencia.

     

    En el pacto entre Dios y Abrahán hay criterios. Por un lado, el Señor garantiza: descendencia abundante, tierra, crecimiento, libertad, fidelidad; se le exige, por otra parte, guardar la alianza, ser fiel a ella. Observa cómo en tu vida de fe, estás llamado a mantener la memoria fresca del fuerte comienzo de Dios contigo. Tú también tienes un inicio consciente con Dios. Este principio es como un retoño que hay que cuidar, custodiar, para que se fortalezca, se sostenga, y crezca.

     

    En el texto, no se le describen a Abrahán las dificultades que tendrá que afrontar. Sencillamente se le pide que sea fiel, y se garantiza la presencia constante del Señor, su amor y su misericordia. A partir de ahí, no se sabe lo que viene. Comienza entonces la aventura de la fe, principalmente cuando peregrina en momentos oscuros.

     

    La nueva alianza se establece con Jesús. En el evangelio de hoy, según san Juan, lo contemplas en obediencia y fidelidad al Padre, atravesando oscuridad y tensiones entre los judíos. En medio de amenazas cruciales, el Señor asegura que quien guarda su Palabra no sabrá lo que es morir para siempre.

     

    La alianza de amor con el Señor trasciende los márgenes de este mundo. Es un pacto a ser vivido en lo cotidiano, pero proyectado a largo plazo, en perspectivas eternas, que exige paciencia, aguante, fidelidad. Tiene un sentido trascendente. No debería de condicionarlo circunstancias transitorias. Mientras vas de camino puedes experimentar cambios de clima: lluvia, sol, nublados, etc., pero las variaciones no indican que Dios haya cambiado de opinión. Sí implica que tengas las vitaminas suficientes y necesarias para mantenerte en pie y saber interpretar la manera en cómo Dios conduce y el propósito por el cual lo hace.

     

    Quien no está en comunión con el Espíritu Santo no puede comprender las verdades de fe ni el actuar del Señor en la historia. Por eso, algunos judíos, en el pasaje de hoy, se escandalizaban con las palabras de Jesús. Ellos aseguraban su fe en Dios; sin embargo, Jesús les advirtió que no lo conocían. No se establece sentido de pertenencia con alguien no reconocido ni identificado.

     

    Jesús sí que conoce al Padre, y por eso, nos lo ha revelado. Lo que para los judíos del texto fue motivo de tirar piedras a Jesús, para ti y para mí es fundamento de fe. Por eso, este jueves eucarístico, distinto, por ser el último antes del Jueves Santo, es un día especial. La Eucaristía es fuente de gracia y de luz, es alimento del alma, para abrirse a las dimensiones trascendentes. La adoración es el salón de belleza donde nos vamos preparando para la Pascua.

     

    Preguntas que llevan al silencio: ¿Tú has hecho compromiso con el Señor? ¿Dónde está dicho compromiso; dónde ha quedado? ¿De dónde te alimentas para permanecer fiel a la palabra que le diste? ¿En algún momento has sido infiel a tu alianza con el Señor? ¿Has sentido vergüenza de tu infidelidad? ¿Qué provoca en ti la confirmación de que Dios es eternamente fiel? ¿Cómo está tu paciencia para atravesar momentos oscuros? ¿Las dificultades del camino, el cansancio, te hacen tambalear? ¿Tú aguantas “piedras” o confrontaciones porque tienes claridad de tu camino? ¿A quién estás obedeciendo? ¿Qué significa para ti la obediencia en el silencio de Dios? ¿Cómo defines tu corazón: él es dócil, abierto, cerrado? ¿Estás pidiendo luz al Espíritu Santo para acoger el misterio pascual? ¿Qué significa para ti tener una vida alimentada por la Eucaristía? ¿Cuál es tu salón de belleza?

     

    Señor: como lo afirma el salmista, queremos recordar tu alianza por siempre. Danos la gracia de mantener memoria de tu paso por nuestras vidas. Que, en tiempos difíciles, marcados por la tragedia, mantengamos la esperanza, la comunión contigo. En la oscuridad de la noche, Señor, deseamos abandonarnos en ti. Oramos por todas las personas que han partido de este mundo de forma inesperada. Que el Señor les dé el descanso eterno y brille para ellos la luz eterna. Santos y santas de Dios, rueguen por nosotros.  

     

    ¡Seamos santos!

     

    *Discípula Misionera por la Santidad

     

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