Ecología Integral | VN
Czerny: El agua no se vende
ni se negocia; se comparte, se defiende y se celebra
Con el lema
«Somos agua, somos vida, somos esperanza», Iquitos se convirtió del 1 al 3 de
octubre en el epicentro de la Cumbre Amazónica del Agua, un encuentro
internacional que reunió a más de 300 participantes de diez países y de
diversas regiones del mundo.
La Cumbre busca reflexionar y
articular acciones concretas para garantizar el derecho humano al agua y
proteger los ríos amazónicos frente a amenazas crecientes como la minería
ilegal, los derrames petroleros, la deforestación y el cambio climático. El Cardenal
Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano
Integral, envió un
mensaje desde Roma dirigido a los participantes:
“El agua no se posee, no se vende,
no se negocia: se comparte, se defiende y se celebra. Hablar del agua es hablar
de la vida misma, de la dignidad de los pueblos y del respeto a la creación”.
Czerny subrayó que los ríos
amazónicos son “como venas que dan vida, donde cada gota refleja el rostro del
Creador” y destacó el valor de la sabiduría ancestral de los pueblos indígenas,
quienes enseñan que el agua es un bien compartido, no una mercancía. Su mensaje
fue un llamado global a la defensa del agua como derecho humano y bien común.
Una región rica en agua, pero con sed de justicia
Iquitos, rodeada por los ríos
Amazonas, Nanay e Itaya y por el lago Moronacocha, enfrenta una alarmante
escasez de agua potable: el 60 % de su población carece de acceso continuo,
según el INEI. Miles de familias deben consumir agua de ríos contaminados o
depender de cisternas irregulares, aumentando los riesgos de enfermedades.
Durante la inauguración, Monseñor
Miguel Ángel Cadenas Cardo, Obispo Apostólico de Iquitos, destacó la
importancia de la Cumbre como espacio de coordinación y compromiso:
“El bien común implica cuidar el
medio ambiente; los ríos son vitales para la seguridad alimentaria. La Cumbre
busca conectar a personas e instituciones que comparten la misma preocupación,
promoviendo acciones conjuntas para proteger este recurso esencial”.
Historias de resistencia y esperanza
La Cumbre puso en evidencia la
resiliencia de comunidades afectadas por la contaminación. El Vicariato
Apostólico de Iquitos compartió experiencias de acompañamiento a poblaciones
impactadas por derrames de petróleo en el Marañón y por asentamientos sin acceso
a agua y saneamiento en Punchana. Tras una larga lucha legal, el Tribunal
Constitucional reconoció en 2023 la violación de derechos fundamentales,
ordenando al Estado garantizar agua potable, un precedente que inspira a otras
comunidades amazónicas.
Barbara Fraser, coordinadora de la
Vicaría del Agua, destacó: “La organización comunitaria cambia realidades. La
Cumbre amplifica esa voz de esperanza y exige que se cumplan los derechos de
los más pobres”.
Agenda y actividades de la Cumbre
La Cumbre Amazónica del Agua desarrolló
una agenda participativa durante
tres días, incluyendo: Foros temáticos sobre agua, cosmovisión
indígena, cambio climático, seguridad alimentaria, derechos de los pueblos
originarios y extractivismo; Talleres comunitarios para
compartir experiencias y alternativas de gestión sostenible; Encuentros
interculturales en comunidades cercanas, fomentando diálogo directo
entre visitantes y pobladores locales; Mesas juveniles, empoderando
a adolescentes y jóvenes en la defensa del agua.
La metodología priorizó la escucha
activa y la construcción de consensos, siguiendo la enseñanza del Sínodo de la
Amazonía: caminar juntos en la defensa del agua.
Zona de la
Cuenca del Nanay
Camino hacia la COP30 y el Jubileo 2025
El cierre de la Cumbre incluirá la
Declaración de la Cumbre Amazónica del Agua, que recogerá demandas y propuestas
de las comunidades amazónicas para presentarlas en foros nacionales e
internacionales, incluyendo la COP30 en Belém do Pará (Brasil). En el marco del
Año Santo 2025, el Cardenal Czerny resaltó que la Cumbre es un signo de
esperanza y fraternidad, un llamado a la justicia social, el respeto a la
diversidad cultural y el cuidado de la Casa Común.
“La voz de quienes aman esta selva
puede abrir caminos de justicia y fraternidad. Sus esfuerzos aseguran que las
futuras generaciones reciban una tierra habitable, con ríos limpios, bosques
sanos y comunidades dignas”.
El Cardenal concluyó destacando que
la Iglesia camina con los pueblos amazónicos, construyendo alianzas entre
indígenas, ribereños, campesinos, agentes pastorales, jóvenes, científicos y
autoridades, todos remando en la misma dirección: proteger el agua como fuente
de vida.
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