Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
“Los signos de los tiempos”
(Homilía
para el viernes de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario, lecturas: Dn 7,2-14;
Salmo: Dn 3,75-81; Lc 21,29-33)
Hermanos
y hermanas:
Hoy
la liturgia nos coloca al final del año litúrgico y, como siempre en estas semanas,
la Palabra nos habla del “final”. Pero no lo hace para asustarnos, sino para
despertarnos. Jesús, en el Evangelio de hoy, nos dice: «Fíjense en la higuera y
en todos los árboles… Cuando ya echan brotes, sabéis que el verano está cerca.
Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el Reino
de Dios está cerca» (Lc 21,29-31).
¿Cuáles
son “estas cosas”?
Guerras,
rumores de guerras, persecuciones, catástrofes naturales, falsos profetas… Todo
lo que Jesús anunció en los versículos anteriores. Pero atención: no nos pide
que seamos expertos en apocalipsis ni que hagamos cálculos de fechas. Nos pide
algo mucho más sencillo y más difícil a la vez: aprender a leer los signos de
los tiempos con ojos de fe.
La
primera lectura del libro de Daniel nos presenta una visión impresionante: cuatro
bestias feroces que salen del mar (símbolo del caos y del mal), reinos
violentos que se suceden oprimiendo al pueblo de Dios. Pero de pronto aparece
«como un hijo de hombre» que viene sobre las nubes del cielo y recibe del
Anciano (Dios) «dominio, honor y reino…, un reino eterno que no pasa» (Dn
7,13-14). Los cristianos sabemos quién es ese «hijo de hombre»: es Jesús,
el que ya vino humilde en Belén y vendrá glorioso al final de los tiempos.
¿Qué
nos enseña esta visión? Que, por encima de todo poder humano, por brutal
que sea, por encima de toda crisis política, económica o ecológica que hoy nos
angustia, hay Alguien que tiene la última palabra. La historia no está en manos
de las bestias, está en manos del Hijo del Hombre. Entonces, ¿cuáles son los
signos de los tiempos que hoy debemos leer?
Signos
de muerte y de esperanza a la vez.
Vivimos
en un mundo donde parece que las bestias siguen rugiendo: guerras que
no terminan (Ucrania, Tierra Santa, tantos lugares olvidados), migraciones
forzadas, cambio climático que amenaza la casa común, polarización que divide
incluso a las familias, secularización que vacía las iglesias en Occidente…
Pero al mismo tiempo brotan signos de vida: jóvenes que redescubren la fe,
comunidades que acogen a los descartados, familias que resisten contra viento y
marea, movimientos ecológicos que cuidan la creación, personas que dan la vida
por los demás. Como la higuera que echa brotes en medio del invierno.
El
signo más claro: la cruz gloriosa de Cristo.
Jesús
no nos dice: “Cuando veáis solo cosas malas, entonces sabed que estoy
cerca”. Nos dice: «Cuando veáis que suceden estas cosas…». Es decir,
incluso en medio del dolor y del aparente triunfo del mal, el Reino está cerca.
Porque la cruz fue el mayor “signo” de todos: parecía derrota total, y era la
victoria definitiva.
Nuestra
propia vida es un signo.
Cada
vez que un cristiano perdona de verdad, cuando una familia reza unida, aunque
todo se desmorone a su alrededor, cuando alguien elige la honestidad, aunque le
cueste el puesto, cuando un joven dice “no” al consumismo y “sí” a una vida con
sentido… estamos anunciando que el Reino de Dios está cerca.
Hermanos,
Jesús termina hoy con una frase que debería grabarse en nuestro corazón: «El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Lc 21,33).
Todo
lo que nos preocupa tanto (la economía, la política, la salud, la imagen que
damos…) pasará. Pero la Palabra de Jesús no pasa. Esa Palabra que hoy nos dice:
«Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28, del
día anterior).
Conclusión
práctica para esta semana:
No
vivamos con miedo al futuro ni obsesionados con descifrar fechas.
Vivamos
despiertos, leyendo los signos con ojos de fe.
Cada
mañana, al despertar, pidamos: «Señor, enséñame hoy a ver dónde estás brotando
en mi vida y en el mundo».
Y
cuando veamos las “bestias” rugir en las noticias o en nuestra propia casa,
recordemos: el Hijo del Hombre ya recibió el Reino eterno. Y nos lo comparte.
Que
María, la mujer que mejor supo leer los signos (desde Belén hasta el Calvario),
nos enseñe a nosotros a decir cada día: «Hágase en mí según tu Palabra», porque
esa Palabra nunca pasa.
¡Ánimo,
hermanos!
El verano está cerca. El Reino de Dios está cerca. Cristo viene.


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