• Noticias

    lunes, 7 de agosto de 2023

    «El placer es una experiencia humana querida por Dios, legítima y deseable»

     

    Entrevista | Lala Franco

     


    «El placer es una experiencia humana querida por Dios, legítima y deseable»

     

    Margarita Saldaña es periodista y teóloga, laica consagrada en la familia espiritual de Carlos de Foucauld. Sus estudios y escritos se centran sobre todo en la espiritualidad de la vida cotidiana. Entre sus libros se encuentran El hermano inacabado. Carlos de Foucauld (Sal Terrae 2022), La mujer del perfume (San Pablo 2022), Cuidar. Relato de una aventura (PPC 2019) y Tierra de Dios. Una espiritualidad para la vida cotidiana (Sal Terrae 2019).v

     

    Pregunta. ¿Dónde está Dios, dónde encontrarlo en el día a día? ¿Dónde le encuentras tú?

     

    Respuesta. Es difícil dar una respuesta concreta a una pregunta general. ¿A qué Dios nos referimos? Si hablamos de una divinidad abstracta y desconectada totalmente de nuestra realidad, tenemos que aceptar que no sabemos dónde está. Pero los cristianos afirmamos la «locura» de la encarnación, creemos que Dios tiene rostro humano en Jesús y que, gracias a Él, sabemos dónde ha elegido vivir y quedarse: en lo pequeño, en lo sencillo, en la vulnerabilidad, en las costuras del mundo y en el reverso de lo humano. Para descubrirlo necesitamos una mirada atenta y disponible al asombro, porque el Dios de Jesús es un Dios paradójico, cuya grandeza y belleza se trenzan sin parar con la bajeza y la fealdad… Es un Dios bajísimo al que se le encuentra en todos los “abajos».

     

    La Iglesia ha tenido secularmente un miedo visceral al placer, frecuentemente asociado al «demonio» de la carne y, en particular, a la carne de mujer

     

    P. ¿Qué necesita la Iglesia hoy para revelar mejor el mensaje de Jesús?

     

    R. Hablemos en plural, desde nuestro cariño a esta Iglesia nuestra que tanto necesita dejarse tocar por Jesús. Creo que, como Iglesia, tenemos que convertirnos al «abajo», ese lugar predilecto de Dios, desde donde se revela y donde nos encuentra. Esa conversión pasa por reconocer nuestra propia vulnerabilidad, por nombrar nuestro pecado, por no tener miedo a señalar el mal que atraviesa nuestras estructuras y que nos impide ser fieles al Evangelio. Sólo en esa dinámica de conversión nuestra palabra y nuestros gestos serán significativos para el mundo de hoy, sediento de verdad y de buenas noticias.

     

    P. En tu libro, “La mujer del perfume”, defines como transgresor ese gesto femenino de ungir la cabeza del Señor, ¿por qué?

     

    R. Esta mujer, según el evangelista Marcos, es una auténtica transgresora, una persona libre que hace con sus bienes lo que quiere, que no pide permiso para entrar en un espacio donde nadie la espera, que realiza un gesto incomprendido sin que las críticas mordaces la perturben. Cuanto más la contemplo, más descubro su carácter profético en esa escena ya tan próxima a los acontecimientos pascuales como es la comida de Jesús en la casa de Simón.

     

    P. Reivindicas el placer y la belleza que comporta ese gesto. Pero parece que el placer queda lejos de la reflexión teológica…

     

    R. La Iglesia ha tenido secularmente un miedo visceral al placer, frecuentemente asociado al «demonio» de la carne y, en particular, a la carne de la mujer. Pero en esta escena (Mc 14), Jesús parece disfrutar plenamente de ese espacio de placer que crea para él una mujer anónima al derramar sobre su cabeza un perfume caro y puro. Esta afirmación, que «Jesús disfruta el placer», puede sonar blasfema a los oídos de algunas personas. Y, sin embargo, consiste en reconocer que el placer es una experiencia humana querida por Dios, legítima y deseable; una experiencia que Jesús, en su verdadera humanidad, también ha vivido. La teología necesita todavía liberarse de ciertos corsés ideológicos para ahondar en el placer como lugar espiritual.

     

    Jesús nos revela que lo verdaderamente importante de la vida humana se juega en lo pequeño

     

    P. El libro ha tenido mucha acogida en ambientes feministas cristianos, ¿te consideras una teóloga feminista? Si es así, para reivindicar ¿qué?

     

    R. Cuando una palabra resuena en el seno de ciertos colectivos es porque conecta con su sensibilidad y sus búsquedas, más allá de todas las etiquetas. Yo dejo, sencillamente, fluir mi palabra en libertad, y sueño que vaya encontrando por los caminos a la gente más diversa. Más que reivindicar, quizá mi acento propio consista en evocar, señalar, provocar intuiciones en otras personas.

     

    P. Reivindicas la vida oculta de Jesús, que prefieres llamar vida cotidiana, y -dices- que fue mucho más que un tiempo de silencio… (ya que gracias a esos años Jesús hizo lo que hizo después…)

     

    R. Me llevó mucho tiempo comprender que la mal llamada «vida oculta de Jesús», los 30 años que vivió en Nazaret, no fueron «ocultos»: Jesús no vivió nunca escondido en una cueva o en un desierto, sino bien mezclado con sus paisanos, en el espacio público de la plaza, la sinagoga, la calle… Esos treinta años, con sus noches y sus días, son para él lugar de misión: no es que Jesús se esté simplemente preparando para hacer luego cosas importantes (milagros) y contar discursos maravillosos (parábolas). La vida cotidiana de Jesús es lugar de misión, y no puede no serlo porque él es en todos los instantes de su vida el Misionero del Padre, su enviado. Por lo tanto, en Nazaret

    Jesús nos salva: redime nuestra vida cotidiana de la inercia y nos la devuelve preñada de sentido, de posibilidad de encuentro.

     

    P. ¿Qué lecciones sacar de ese tiempo aparentemente sencillo…?

     

    R. En Nazaret, Jesús nos revela de una manera paradigmática que lo verdaderamente importante de la vida humana se juega en lo pequeño. Es lo que saben todos los grandes creyentes, desde San José hasta la más recóndita de esas personas a las que el papa Francisco denomina con cariño «los santos de la puerta de al lado». Nazaret nos enseña que toda vida, por anónima que sea o inútil que parezca, es inmensamente valiosa a los ojos de Dios. Las consecuencias son infinitas.

     

    No somos unos para otros lobos ni islas, sino seres responsables de la suerte de nuestros hermanos

     

    P. Otro de tus campos de interés es el mundo de los cuidados. Cuidar, dices, es una fuente de bendición…

     

    R. Cuidar cansa y mancha, no es una experiencia idílica; cualquier cuidador lo aprende en poco más de una semana. El cuidado ha sido un lugar tradicionalmente reservado a las mujeres, que hemos transmitido de generación en generación el valor de acunar la fragilidad trayendo a los niños al mundo y acompañando a los agonizantes hasta el umbral de la muerte. En esa compañía con la vida vulnerable, vamos haciendo la experiencia de bendición: no somos unos para otros lobos ni islas, sino seres responsables de la suerte de nuestros hermanos, y nuestro sentido se nutre en la medida en que tejemos relaciones de cuidado. Los varones también están llamados a disfrutar de esta bendición, y su implicación creciente en los distintos ámbitos del cuidado puede que sea un signo de los tiempos.

     

    P. La reflexión sobre la sociedad de los cuidados es sociológica y política. Pero ¿qué nos dicen los Evangelios sobre el cuidado?

     

    R. Creo que toda la historia de la salvación puede leerse en la clave de la historia del Dios que cuida sin cesar a su pueblo. En el Antiguo Testamento, contra la imagen del Dios justiciero que tenemos a veces, encontramos a un Dios que nutre con maná, que enseña a caminar a Israel, que hace sacar agua de la roca más dura, que no permite que los vestidos se gasten durante la larga travesía del desierto, que acompaña la marcha hacia la libertad de los deportados en Babilonia, que corrige a través de jueces y profetas… Todos estos son signos del cuidado. El Dios del Antiguo Testamento cuida también a través de las mujeres, de su sagacidad, inteligencia, resistencia y valentía; figuras como Esther, Miriam o Rut representan magníficos iconos. Cuando llegamos al Nuevo Testamento, nos encontramos en cada página a Jesús que actúa como «cuidador» enviado por el Padre. Su manera de vivir y de morir consiste en desvivirse como una madre, sobre todo por los más pequeños y por las personas que más sufren. Su capacidad de cuidar con tal calidad y hondura hunde sus raíces en su propia experiencia de ser permanentemente cuidado por muchas personas, desde sus padres y los pastores en la noche de Belén hasta el cirineo en el camino del Gólgota. El Dios cristiano tiene un rostro cuidador de gran belleza, que nos mira con cariño y nos envía sin cesar a cuidar a las personas y a la casa común.

     

    El Dios cristiano tiene un rostro cuidador de gran belleza

     

    P. Estamos en tiempo de verano, tiempo de descanso, de reparar esfuerzos, de disfrutar. ¿Te atreves a hacernos alguna sugerencia para recargar también las pilas de nuestra vida espiritual?

     

    R. Después de esta conversación, me gustaría recomendaros «Tierra de Dios. Una espiritualidad para la vida cotidiana» (Sal Terrae 2019). Es una lectura refrescante que da pistas para preguntarnos lo que significa para nosotros la rutina y para vivirla con proyección, alegría y horizonte.

     

    Alandar.org 







    No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...

    Para Vivir Mejor


    Entradas Recientes



    La Familia


    Amigo del Hogar | Revista

    Orientada esencialmente a la familia desde una visión humano-cristiana, la Revista Amigo del Hogar nace en el año 1942, como obra evangelizadora de los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC).

    ¿Quiénes Somos?

    Somos una comunidad religiosa fundada por el P. Julio Chevalier en el año 1854, en Issoudun, Francia. El proyecto al que buscamos ser fieles es, desde el Corazón misericordioso de Jesús, anunciar el amor de Dios al mundo.

    Temas de Salud


    Entradas populares