Fe y Vida | José Antonio Pagola
"No hemos de confundir el 'llevar la cruz' con posturas
masoquistas"
"Hemos de comprender bien en qué consiste la cruz para no
ponerla donde Jesús nunca la puso"
Nosotros
llamamos fácilmente «cruz» a todo aquello que nos hace sufrir, incluso a ese
sufrimiento que aparece en nuestra vida generado por nuestro propio pecado o
nuestra manera equivocada de vivir. Pero no hemos de confundir la cruz con
cualquier desgracia, contrariedad o malestar que se produce en la vida
La cruz es
otra cosa. Jesús llama a sus discÃpulos a que le sigan fielmente y se pongan al
servicio de un mundo más humano: el reino de Dios. Esto es lo primero. La cruz
no es sino el sufrimiento que nos llegará como consecuencia de ese seguimiento;
el destino doloroso que habremos de compartir con Cristo si seguimos realmente
sus pasos
Es difÃcil no sentir desconcierto y malestar al
escuchar una vez más las palabras de Jesús: «El que quiera venirse conmigo, que
se niegue a sà mismo, que cargue con su cruz y me siga». Entendemos muy bien la
reacción de Pedro, que, al oÃr a Jesús hablar de rechazo y sufrimiento, «se lo
lleva aparte y se pone a increparlo». Dice el teólogo mártir Dietrich
Bonhoeffer que esta reacción de Pedro «prueba que, desde el principio, la
Iglesia se ha escandalizado del Cristo sufriente. No quiere que su
Señor le imponga la ley del sufrimiento».
Este escándalo puede hacerse hoy insoportable para
los que vivimos en lo que Leszek Kolakowsky llama «la cultura de
analgésicos», esa sociedad obsesionada por eliminar el sufrimiento y
malestar por medio de toda clase de drogas, narcóticos y evasiones.
Si queremos clarificar cuál ha de ser la actitud
cristiana, hemos de comprender bien en qué consiste la cruz para el
cristiano, pues puede suceder que nosotros la pongamos donde Jesús nunca la
puso.
Nosotros llamamos fácilmente «cruz» a todo
aquello que nos hace sufrir, incluso a ese sufrimiento que aparece en
nuestra vida generado por nuestro propio pecado o nuestra manera equivocada de
vivir. Pero no hemos de confundir la cruz con cualquier desgracia, contrariedad
o malestar que se produce en la vida.
La cruz es otra cosa. Jesús llama a sus discÃpulos
a que le sigan fielmente y se pongan al servicio de un mundo más humano: el
reino de Dios. Esto es lo primero. La cruz no es sino el sufrimiento
que nos llegará como consecuencia de ese seguimiento; el destino doloroso
que habremos de compartir con Cristo si seguimos realmente sus pasos. Por eso
no hemos de confundir el «llevar la cruz» con posturas masoquistas, una falsa
mortificación o lo que P. Evdokimov llama «ascetismo barato» e individualista.
Por otra parte, hemos de entender correctamente el
«negarse a sà mismo» que pide Jesús para cargar con la cruz y seguirle. «Negarse
a sà mismo» no significa mortificarse de cualquier manera, castigarse a sÃ
mismo y, menos aún, anularse o autodestruirse. «Negarse a sà mismo» es no vivir
pendiente de uno mismo, olvidarse del propio «ego», para construir la
existencia sobre Jesucristo. Liberarnos de nosotros mismos para adherirnos
radicalmente a él. Dicho de otra manera, «llevar la cruz» significa seguir a Jesús
dispuestos a asumir la inseguridad, la conflictividad, el rechazo o la
persecución que hubo de padecer el mismo Crucificado.
Pero los creyentes no vivimos la cruz como
derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Todo el que pierda
su vida por Jesucristo la encontrará. El Dios que resucitó a Jesús nos
resucitará también a nosotros a una vida plena.
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