Actualidad | Antonio Aradillas
La indisolubilidad condena a la muerte (y a los malos tratos) a muchas
mujeres
"Hasta que la muerte nos separe"
Redacto estas sugerencias al leer la noticia de
haber sido sacrificada una mujer -¡otra más!- por su
pareja o expareja de turno. La información está datada en Béjar,
provincia de Salamanca, pero de la diócesis de Plasencia, lo que explica que en
su condena en esta y en la otra vida, se haya hecho presente el obispo de la
diócesis extremeña. En ExcelentÃsimas Corporaciones Municipales importantes de
toda la Comunidad Autónoma de Castilla y León, sus ediles y aspirantes a serlo,
han procesionado en silencio y durante dos minutos, el dolor y la pena personal
y de los que representan democráticamente.
La Iglesia en general,
y desde sus nivales jerárquicos suele ser bastante comedida en relación
con tema de tanta iniquidad, perversión, inhumanidad y anticristiano,
como es el de matar a una mujer, por el hecho de serlo y, en ocasiones hacerlo,
o intentar hacerlo después, consigo mismo
Mi reflexión de vuelve a centrar una vez más, en el
hecho de que la Iglesia, como institución, discrimina
sistemáticamente y de por sÃ, a la mujer. Sus jerarcas y adláteres aseguran
disponer de argumentos bÃblicos, teológicos, canónicos y litúrgicos que
justifican que el hombre-varón es dueño y señor de la obra creada por el mismo
Dios, siendo esta, la de la discriminación femenina, incuestionada e
incuestionable. Refieren con satisfacción y orgullo que, mágica y
misteriosamente, asà aconteció en la historia y de las culturas y de las
religiones y desde que el mundo es mundo, es decir, in-mundo.
El machismo imperante y santificado en
la Iglesia, determinante en la vida -y en las muertes- de la mujer, es
de catecismo y de Derecho Canónico. El exilio que esta padeció y
padece es de antologÃa, impropio de paÃses e instituciones que se
consideran cultas y civilizadas. La Iglesia, y más la católica, apostólica y
romana, es aliada del hombre en estas y en tantas otras cuestiones. Sus
jerarcas, en este caso, el de Plasencia, es “rara avis”, viéndose obligados a
guardar culposos silencios, o a tener que administrar su condena
reverencialmente, dejando la iniciativa a los polÃticos, a los anticristianos,
a los “ateos”, a algunas ONG y tal vez a movimientos poco o nada “religiosos” a
tenor de lo que oficialmente piense la jerarquÃa.
La defensa de la indisolubilidad del
matrimonio –“hasta que la muerte nos separe”-, la falta de
racionalidad que en multitud de ocasiones esta “verdad” doctrinal –comporta, -
“de origen natural y derecho divino”, según todavÃa aseveran muchos-, es
posible que se descubra en no pocos feminicidios. También y, sobre todo, en los
“malos tratos” en la intimidad de matrimonios aún en los más y mejor avenidos,
concordados sociológica e hipócritamente que “por el qué dirán”, perviven y se
mantienen en la actualidad, siendo testigos “privilegiados” los desventurados
hijos.
La defensa de la indisolubilidad del matrimonio –'hasta que la muerte nos separe'-, la falta de racionalidad que en multitud de ocasiones esta 'verdad' doctrinal comporta, es posible que se descubra en no pocos feminicidios. También y, sobre todo, en los 'malos tratos'
Seguir proclamando indisolubles los matrimonios
“religiosos”, con descalificación y condena de los “por lo
civil” -contubernios o amancebamientos- podrÃa inducir a algunos al
feminicidio, o al mismo suicidio. La historia es la historia y la doméstica
e Ãntima, es aún más dramática.
La teologÃa con la que se educa en los centros
“oficiales”, cuya reivindicación tanta preocupación les supone
a sus responsables jerárquicos, reclama revisión y reforma, a la
luz del Evangelio y de la enseñanza y praxis patroneadas por el papa Francisco.
Este sabe además que a los ricos apenas si lo de la nulidad les resultaba y
resulta un problema, por tener a mano y de su parte, a la propia Iglesia, con
las viles soluciones de las “nulidades o anulaciones” matrimoniales, además “en
el nombre de Dios, Amén”
Como dato deleitosamente curioso en el historial
del machismo “religioso”, refiero que el devotÃsimo párroco de un pueblo de
España, acaba de condenar y prohibir el tÃpico y pudoroso baile de las fiestas
que se celebraba en la ermita en honor de su patrona la Virgen, interpretado
por chicos y chicas, pero que, en lo sucesivo, solo habrán de intervenir ellos
y jamás lo harán ellas…
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